Breve repaso de los ochenta.
2009 Abril 2
by Zoé Valdés
BREVE REPASO DE LOS OCHENTA.
Zoé Valdés.
Pocos ignoran que la década de los ochenta ha sido históricamente la más creativa en materia artística y política que nos tocó vivir. No sólo a nivel mundial, no me refiero exclusivamente a los artistas de esos años: Basquiat, Barceló, Schnnabel, y compañía. Me refiero a los artistas cubanos que hicieron renacer La Habana de sus últimos estertores.
Antes de viajar a París en diciembre del año 1983, ya yo conocía al poeta Osvaldo Sánchez, y a través de él, y del francés Alain Rodier, me puse en contacto con no pocos pintores de la generación maldita. Casi todos de mi edad, casi todos en la misma cuerda de pensamiento y de creatividad, hartos del sistema, contestatarios, sin embargo con deseos de cambiarlo desde dentro, de dialogar con las autoridades castristas –si fuera necesario- con el objetivo principal de cambiar las cosas, en el sentido rimbaudiano y poético de la vida.
Desde 1978 se habían producido encuentros provocados por el ICAIC, organizados por Alfredo Guevara, entre intelectuales de dentro e intelectuales del exilio. El escritor que estaba a la cabeza de aquellos, por su militancia en el Partido comunista, y por su dedicación al régimen, y por ser además, cineasta, era Jesús Díaz. Otros escritores participaron activamente, Luis Rogelio Nogueras (Wichy), Manuel Pereira, y cineastas conocidos del ICAIC. A los encuentros asistieron escritores exiliados, Emilio Bejel, Marifeli Pérez Stable, entre otros, y el grupo alrededor de Areíto y Lourdes Casals. Hubo conversatorios en la sede del ICAIC, discusiones serenas, amistosas incluso, y proyectos venideros. No conozco mucho los pormenores porque no participé directamente en aquel evento, solamente años más tarde fue que pude comprender el objetivo de aquellos encuentros, cuando mientras trabajaba en el instituto de cine, Alfredo Guevara me comunicó que deseaba publicar algunos textos suyos en la revista Cine cubano, y luego tal vez convertir sus artículos, conferencias y demás, en un libro, y para eso me había escogido a mí, para que le hiciera la selección de textos. Me dieron el acceso a su oficina, a sus archivos, yo aún no trabajaba en la revista Cine Cubano. La lectura de todos aquellos papeles me llevó tiempo, pero descubrí finalmente quién era Alfredo Guevara, una persona a la que yo admiraba, y quería profundamente, se convirtió en un censor a mis ojos. Alfredo se había presentado en mi vida, o yo en la suya, cuando yo tenía 19 años; en medio de la mediocridad absoluta de aquel país, me asombró escucharlo hablar de Marcel Proust, de Marguerite Yourcenar, de Henri Böll, entre otros escritores que los jóvenes de aquella época nos babeábamos por leer. Vestía a la europea, con zapatos Clark, pañuelo Hermès al cuello, guayaberas de holán fino, o delicadas camisetas con mangas, color bordeaux, y traje bajo un calor achicharrante, el saco del traje invariablemente por encima de los hombros, lo que le valió el mote, puesto por Wichy, de Ñico Saquito. No sé si fue Wichy el primero en bautizarlo de ese modo, en cualquier caso fue al primero que se lo oí decir. Alfredo hablaba francés, había viajado el mundo entero, nos prestaba libros, y además poseía un lenguaje rigurosamente contestatario, cuando no estaba de acuerdo no estaba de acuerdo, en la mayoría de las veces con gente del gobierno, muy cercanos a Castro, aunque era muy amigo de Raúl, y confesaba una eterna adoración por Fidel. Su problema era con Machado Ventura y toda esa gente que no sabían nada de la cultura –según él-, así se expresaba, y de este modo nos hacía creer que los culpables de lo que sucedía en Cuba eran los segundones. Como lo fue en una época Blas Roca, cuando prohibió películas italianas, La dolce vita, etc… Había que creerle. Así fue cuando lo conocí, me reservo pasajes, como comprenderán, que alargarían innecesariamente este texto. Años más tarde, y vuelvo ahora a sus escritos, y con un estudio cercano de la personalidad de AG, comprendí, además de leer toda aquella papelería desde antes del año 1959, de su época de estudiante, hasta la fecha, que AG siempre había actuado igual, desde su relación con los jóvenes de su época, hasta ahora. El comisario político de Delito por bailar el cha cha chá, de la noveleta de Guillermo Cabrera Infante, no había cambiando un ápice. Su estrategia siempre fue la misma, embobar a los jóvenes con promesas, con lecturas distintas, haciéndoles creer que dentro de la dictadura había gente diferente que deseaba y propiciaba el diálogo; personas que querían cambiar el sistema, que Fidel y Raúl no podían hacer nada solos, que tenían que contar con el otro tipo de gente que impedía la apertura, y que por eso el sistema era inamovible.
De aquellos diálogos que empezaron en el año 78, entre escritores, cineastas, artistas de dentro, y exiliados, no sé si se produjo algo positivo para los exiliados, pero para la democracia, y para la libertad de los de adentro, del pueblo cubano, no dieron absolutamente ningún fruto. Salvo que, los participantes, fueron invitados a conferencias en universidades extranjeras, europeas y americanas. Pudieron ver, algunos, no todos, el mundo, y sobre todo, hicieron la publicidad de la revolución castrista, que los dejaba salir del país, que les permitía encontrar a escritores del exilio, e incluso les dejaba ser hasta un poco contestatarios en el exterior. Fachada, vitrina, y lavado de cerebros para aquellos no muy convencidos.
Detrás de los diálogos se iniciaron una serie de encuentros, siempre en el exterior. Recuerdo dos mayores, uno en Venecia, donde participó un séquito de artistas, escritores, y cineastas de adentro, y dialogaron con sus homólogos italianos y europeos. Todo un acontecimiento con un saldo muy positivo para el castrismo que mostraba su rostro mejor, el de la cultura de los buenos, de los que se quedaron en su país pese al bombardeo norteamericano de ensoñaciones capitalistas. El segundo magno encuentro se produjo a finales de los ochenta, en Brasil, y se incorporaron pintores cubanos de mi generación. Todos estos eventos fueron organizados minuciosamente por Alfredo Guevara. El éxito fue avasallador, en primer lugar porque había artistas ávidos de conocer el mundo, de exponer sus obras, de hablar "libremente" de arte, y todos eran muy buenos artistas, los mejores. La mayoría de ellos vive hoy en el exilio, o se han muerto. En ninguno de esos eventos participé. Ser la mujer de uno de esos escritores me facilitaba estar cerca de Alfredo Guevara, pero al mismo tiempo, estos escritores no debían viajar con sus mujeres, sus mujeres no debían existir. La cultura que se mostraba era una cultura de machos. En una ocasión, usaré la anécdota para ilustrar la visión de AG en ese sentido, éste trajo una perrita para que le hiciera compañía a su perro. La perrita enfermó y yo alarmada se lo dije, me respondió que no era grave, que la perra estaba allí para exactamente lo mismo que estaban las mujeres de sus amigos y miembros de su equipo, para que se sintieran acompañados. Se podrán imaginar que siendo como soy no me quedé callada.
Años más tarde, de lo que sí participé fue de los eventos que se organizaron dentro de Cuba, de las exposiciones colectivas, contestatarias, en algunas como escritora, en otras como simple espectadora, y entusiasta, a finales de los ochenta. A partir del año 1986, más o menos.
Los perfomances de los ochenta fueron los primeros que se hicieron públicamente en la isla y de forma contestataria. Los más efectivos a mi juicio tuvieron que ver directamente con la política, pero con una altísima calidad artística. El discurso de Arturo Cuenca, el que sigue haciendo hoy en día, siempre en relación a su contexto, es el mayor exponente, como obra, de este pintor, fotógrafo, y orador artístico-político. Sus constantes interpelaciones públicas a Armando Hart, ministro de cultura, a Abrahantes, ministro del interior, no tenían un fondo chabacano, todo lo contrario, Cuenca no solo se expresaba bien, además lo hacía con valentía, y con cultura e información de lo que ocurría en el mundo; eso descolocaba a su interlocutor (todavía lo consigue), y era lo que provocaba que su discurso se convirtiera en performance oral.
Armando Hart empezó a tener miedo de lo que se urdía en el medio artístico a raíz de que a alguien se le ocurriera colocar el rostro del Ché en forma de moqueta en una exposición y que los visitantes se vieran obligados a pisotear la cara del Ché, o sea, participación colectiva, multitudinaria. Entonces le pidió a José Antonio González, que reuniera a los pintores, a los creadores, en su casa (donde yo vivía ahora con él), que él quería escucharlos. Armando Hart subió los tres pisos, cojeando, y allí lo esperaban los artistas, Consuelo Castañeda, Flavio Garciandía, Carlos García, Osvaldo Sánchez, no recuerdo si Pepe Franco, Humberto Castro, Gustavo Acosta, Moisés Finalé, Víctor Varela (era la época de La cuarta pared), Alexis Somoza, estaban también, entre otros. Los escuchó, los artistas no se callaron, dijeron todo lo que les pasó por la cabeza. La que más se desató fue Consuelo Castañeda. Armando Hart balbuceó tres o cuatro palabras y se largó, convencido de que, a su vez, había convencido a los artistas que el camino era el de todo dentro de la revolución. Estoy segura que fui la única en no creer en nada de eso –quizá Osvaldo Sánchez tampoco-, y así se lo dije a Pepe Antonio, y allí tuvimos una gran discusión. Aquel encuentro había servido primero para recoger estado de opinión de los artistas, y luego para convencerlos e intimidarlos con la alegación de que el estado los protegía, en contra de lo que se enfureció Consuelo Castañeda, quien afirmó: "Precisamente, ministro, nosotros lo que deseamos es que el estado se olvide de nosotros, no queremos ningún tipo de protección paternalista". Esa frase, a mi juicio fue la que acabó con las "contemplaciones" por parte de la dictadura, y la que selló un diálogo de sordos, por parte de ellos, y ha sido una de las frases más más valientes que se ha pronunciado en ese país en presencia de una figura histórica. Hart bajó las escaleras cojeando, despeinado, rojo de ira. Nadie podía decir, sin embargo, que el diálogo no lo había provocado el propio ministro de cultura. Solo que, los que allí estaban no le dijeron lo que él quería escuchar. Y ahí acabó el "entendimiento". Lo que les cuento lo hago a través de lo que me contaron los demás y de lo que pude escuchar desde un hueco de patio; yo me negué a participar en la cita, pero oía todo desde la ventana aledaña a la sala de mi casa, desde el apartamento de una vecina donde me había refugiado.
Otros performances vinieron luego, el de Ángel Delgado y su célebre mojón cagado en vivo encima de un periódico Granma, en pleno vernissage de la expo El Objeto Esculturado, que le valió la prisión. Aunque antes, en la casa de la actriz Lili Rentería, se había hecho lo mismo, pero con El Objeto Culinario, lo que tenía una doble significación, emplear la poca comida que había en la isla en construir una obra de arte poseía connotaciones realmente contestatarias, el performance fue filmado por Bertrand de la Grange y Ricardo Vega, y al día siguiente la actriz le pidió a Ricardo Vega que borrara todo porque la seguridad del estado había venido a interrogarla directamente en su casa. Las grabaciones no han sido borradas, se las he pedido a Bertrand de la Grange, pero aún no las ha encontrado. Otro performance importante fue el de Juansí, en pleno Arte Calle, en G y 23, vestido de funcionario, embarró sus ropas con chapapote (se puede ver en Telebemba), luego el propio Juansí, Jorge Crespo, y Ricardo Vega, hicieron un performance más personal, pero más arriesgado, una película de una hora y media, titulada El Informe, donde informaban directamente al ministro del interior, José Abrahantes, de sus posiciones como artistas dentro de una revolución que los vio nacer y que los estaba matando de a poco. El filme también se puede ver en Telebemba, en su versión larga. Una versión corta fue enviada a Néstor Almendros en Nueva York, a través de Ricardo Vega, y Almendros habló directamente con el director del festival, el señor Papp, para que las películas de estos jóvenes se estrenaran al mismo tiempo que la programación oficial que enviaba el ICAIC, al festival, así se hizo. Pastor Vega, jefe de la delegación se vio en la contrainte de tener que protestar oficialmente en contra de su sobrino, Ricardo Vega (con quien apenas se relacionaba en la época), disidente perteneciente al grupo ARDE, firmante ya en ese momento de la Carta de los Diez.
Los performances de los ochenta fueron de una gran originalidad, calidad artística y valentía, hechos en plena calle, con participación popular, la gente no sólo miraba, además opinaban. Yo participé con textos en el de la Galería Habana, después de la exposición pintamos toda la calle, y con sprays comprados en las diplotiendas por amigos extranjeros, pintamos por fuera las guaguas con consignas y lemas distorsionados. La policía se apareció, cerraron la calle, hubo desbandada y detenidos. Lo de siempre.
Una noche nos dimos cita unos cuantos, bastante entrada la madrugada, en el muro del Malecón, en la zona de la Fuente de la Juventud, frente al Riviera, iríamos con banderas cubanas y nos desnudaríamos. Yo vivía cerca, fui con mi bandera, sólo estaban los habituales. Entonces me desnudé, me envolví en la bandera, y empecé a cantar fragmentos de la Cantata que le había escrito a Ulises Hernández, y que habíamos estrenado en el Castillo del Morro. No saben lo bien que me sentí, encuera, encima del muro, totalmente empastillada, con la bandera que le había pedido prestada a la de vigilancia del comité. Al momento llegó la policía, unos muchachos me sacaron de allí, corrimos por las calles del Vedado, iba vistiéndome en medio de la carrera. De ahí no pasó. No recuerdo si alguien llegó a filmarlo, y ni siquiera si hubo fotos. Fotos mías de desnudos desde el Puente de Arlès, que me hizo Osvaldo Sánchez, en compañía de Jean Tena, León de la Hoz y Efraín Rodríguez, con tres grados bajo cero, en el año 1986, y que me valió un serio jalón de orejas con el embajador de turno, hasta otras, se han extraviado la mayoría, o nunca me las dieron.
Performances, diálogos, eventos, todo eso se vivió en Cuba creíamos que de forma natural. Y enseguida nos engañaron con todo eso. Reinaldo Escobar sabe de lo que hablo, él conoció a AG, y también se comió el millo con él, aunque no tanto como nosotros. Es muy fácil caer en manos de los intermediarios, de los manipuladores, que pueden provenir de la misma dictadura, de afuera, y hasta de ellos mismos. La valentía del performance que hemos visto recientemente hecho por Tania Bruguera, y seguido por Yoani Sánchez, Reinaldo Escobar, Claudia Cadelo, Ciro Díaz, Claudio Fuentes, no está en discusión. Esos muchachos están haciendo algo extraordinario, tal como se puede hacer hoy, y con el soporte de internet que es lo único que los protege. Porque bajo una dictadura no hay protección de ningún tipo. Bajo una dictadura desconfiar de todo es lo mínimo que se puede establecer como medida de seguridad.
A la generación de los ochenta los echaron del país con guantes de seda, y no siempre. La mayoría se fue invitada por galeristas, esos mismos galeristas que los impulsaban desde el extranjero a ser contestatarios en el interior. Una sola, a mi juicio, se mantuvo siempre alerta, razonable, y no se rajó nunca, y ella es Coco Fusco, de quien ni siquiera soy amiga, pero me dediqué siempre a admirarla, ojalá no me equivoque. Los demás, sabiéndolo o no, contribuyeron a que la generación de los ochenta, la más creativa hasta el momento, la más contestaría, en tiempos realmente de peligrosidad absoluta, fuera desperdigada por el mundo, en lo que Osvaldo Sánchez llamó, un exilio de terciopelo. Eso fue el resultado de los diálogos, de los encuentros, de los performances alimentados desde el exterior, y coordinados desde el interior por intermediarios, o mediadores del régimen. Resistir dentro de una dictadura como la castrista no es nada fácil. Lo sabemos, lo vivimos. Lo saben Antúnez, Oscar Elías Biscet, y los que resisten en las cárceles castristas.
Sentir que te han usado en su juego no es un fardo que se lleva cómodamente, al menos puede uno decir, con tranquilidad, yo estuve allí, yo participé en el peligro, yo no estuve de acuerdo con ellos y lo intenté. Lo difícil es mantenerse y ganarles la partida. Porque hasta ahora, siempre han ganado los malos. Les asiste la maldad, la malicia, y el enorme ejército de chivatientes, militontos extranjeros, que se prestan para derrocar a los que de una manera corajuda, inteligente, valiente, pero sincera (ese "pero" lo indica todo) luchan por la democracia y por la libertad.
La clave de la manipulación del performance de Tania Bruguera está en la presencia de un viceministro en el público (Fernando Rojas), de las cámaras de la televisión cubana, y del público activo hasta cierto punto. Para el mundo, el espectáculo es positivo, allí había un representante del gobierno, y de la televisión oficial. Luego estaba la carne de cañón: Yoani, Claudia, Ciro, Reinaldo, Claudio… Y pidieron democracia, y libertad, incluso respaldado por extranjeros. Y el mundo entero vio lo que se permite que pase en Cuba durante una Bienal, y nadie, ninguno ha caído preso por semejante relajo político. Otros están en las cárceles, y esos otros son los "pagados por el imperialismo". Lo de estos muchachos es "vacilonería". No es lo que afirmaría yo, es lo que dirán y están ahora mismo afirmando ellos a los que les pregunten, a sus embajadores extranjeros. No les hagan caso, con eso los mantenemos entretenidos. No soy nadie para pedir más esfuerzos a esos jóvenes, jamás lo haré, no vivo en Cuba, y no lo supongo justo. Lo que iba a hacer en Cuba, lo que me tocó hacer, lo hice allí, y se lo dije a quien se lo tenía que decir en su cara, hay testigos de eso, y claro que me quedé corta. Pero creo que sí estoy en el deber, como protagonista de una época anterior, de alertarlos contra la manipulación que pueden hacer otros de sus acciones. Mantenerse en la escritura como lo hace Yoani Sánchez y los blogueros, es lo más inteligente, lo más útil, lo menos riesgoso para que sean utilizados por el espectáculo y el marionetista de turno. Reinaldo Escobar fue el que más claro estuvo cuando se tapó la cabeza con un saco negro, e irrumpió en el micrófono alegando que aquello debía de estar prohibido. Es cierto, pero nadie vino a prohibirlo, o sea, que a ojos del mundo democrático allí estaban cuatro majaderos diciendo incoherencias y nadie les prohibió nada, ni siquiera los interrumpieron, con la mítica paloma que ya saben lo que simboliza en el hombro, y custodiados por dos rebeldes. De este modo se lava las manos la dictadura que asesinó a Boitel y a numerosos luchadores por la libertad.
Todo viene junto y en el mismo morral, todo sale de la eminencia gris, como le llamó Carlos Franqui a Alfredo Guevara en su libro Retrato de familia con Fidel, o de otra eminencia gris: ponencias, encuentros, diálogos en el exterior, performances dentro, y que digan lo que ellos quieran decir, "hasta cierto punto", que diría Sarita Gómez, repito. Entre tanto, ya estarán viendo en qué momento los botan fuera, o los sitúan de vecinos de Oscar Elías Biscet, en el peor de los casos, en el mejor, como vecinos míos en París, o de Juan Abreu y de Jorge Ferrer en Barcelona, por citar nombres.
Lo más efectivo, hasta ahora, ha sido el fenómeno de los blogs, la escritura es lo que ninguno de ellos podrá manipular ni impedir, porque para eso tienen que ser mejores, y ahí es donde único no lo son. Por eso tienen tanto miedo, porque saben que donde único tienen todas las de perder es justamente en la batalla de ideas. No olviden nunca a Guillermo Cabera Infante, a Lydia Cabrera, a Reinaldo Arenas (dos años torturado y hacinado en una cárcel donde hoy se celebra una feria de libro de la dictadura, ojo con este dato), a Reinaldo Bragado Bretaña, a Carlos Victoria, a Guillermo Rosales, entre otros. Gente con obra, con ideas, valientes. Todos terminaron en el exilio, después de haber pasado por las cárceles unos, por el peligro y el intento de ser desprestigiados los otros.
En mi novela Sangre Azul describo mucho de los performances de aquellos años, con los cuadros de Humberto Castro como fondo.
from → Artes Plásticas, Cultura, Literatura, Política
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