Después de revisar el correo y enterarme gracias al buen Anónimo que a Yoani la habían citado, recibo la llamada de Claudia contándome que a su vez acababa de recibir su pertinente citación y me necesita mañana con la cámara, pero no la tengo y le he cogido pánico o algo parecido a salir de noche con la laptop, lo que ciertamente es nada recomendable, menos si se trata de lugares intrincados e inhóspitos como le llama Gorki a la periferia en la que habito por fatalidad geográfica, que se extiende, en realidad, a todo el territorio nacional. Yo sola en tales parajes azarosos para mal, no tengo ningún lío, pero me da cosa sacar el juguetico y prescindir de su disfrute un poco más porque algún enérgumeno delicuente en potencia venga y me lo arrebate, o, en el peor de los casos, que un policía asignado me la decomize. Para el carajo, no debería ser tan fácil para ellos así que lo evito.
La tranquilizo a la Claudita y me apuro un poco, luego de observar a mi madre hipnotizada mirando a la pared con el NTV delante y Resillez en MUTE resingando en lenguaje periodístico. Mueve sus labios, mi madre, para recriminarme maquinalmente la hora a la que salgo.
La película empezaba a las ocho. Salgo a las y media. Optimista a ciegas del portero a cargo en el Acapulco que tenga la bondad de permitirme entrar. Me paro a desperdiciar más minutos en el oscuro y árido semáforo de Vía Blanca y Fábrica, hasta que un auto se detiene con la verde: siempre suele funcionar mi apariencia de niña perdida mirando el asfalto en la oscuridad; a los tipos les conmueve y me libran del peligro, supongo que llegan a sentirse heroicos con tal acto de beneficencia, recoger a la pobre muchacha sola en medio de ninguna parte. Agradezco y me paso el cinturón por encima. Me deja en Vento y Lacret, donde enseguida me monto en una fantasmal ruta 174 fría y vacía y oscura como la misma calle. Una vez dentro se me pasa la Ciudad Deportiva porque el chofer no respeta las paradas y va a millón. Decido cambiar las Flores de Cereza alemanas por la sueca del Riviera. En G y 25 corro hacia el cine y el portero no se deja convencer, el administrador lo vigila de cerca.
Me dejo llevar nunca derrotada Rampa abajo y después de la común reprimenda del funcionario del cine que me deja entrar pero se desahoga un minuto diciéndome que yo soy menos que nada y que sólo las personas acreditadas pueden pasar siempre que les de su reverenda gana, pero las gentecitas como yo no tienen ningún derecho, ¿queda claro?, entonces sube… Agradezco de nuevo, me paso la vida agradeciendo siempre por alguna cosa, pidiéndole siempre algo a alguien. Y eso que siempre me las agencio para conseguirme las credenciales y si se trata de colarse en cualquier parte soy experta. No me acostumbro al NO que rige nuestra ciudad.
El final de Lady Jane resulta revelador con un proverbio ¿marrueco? que dice que la venganza es una mosca chocando en el cristal, algo así. Bajamos masivamente por la salida de emergencia, una escalera de incendios espeluznante enrejada hasta el techo que sale a la calle O, por donde cruzo 23 y sigo hasta el Nacional en busca de cualquiera, mi hermana por ejemplo, que debe andar por ahí con Nailé y la hermana, que es médico y hacen como que celebran “su día”, se lo toman en serio. EL Nacional también está semi vacío, sin la concurrencia habitual que sospechaba. Al parecer todos están metidos en los cines. Para se miércoles las calles están demasiado vacías. Y bueno, no hay nadie conocido. Ni siquiera en 23 encontré a nadie, 23 donde las caras chocan y se reconocen hasta el cansancio.
Pienso que después de todo no conozco a tanta gente. Todavía. Lo que es relativamente bueno. Quiero decir que la mayor parte del tiempo no viene mal si se prefiere la propia compañía, la confortabilidad del yo sin nadie más molestando cerca.
Empujo la pesada puerta de los Jardines y tropiezo con una turista nórdica que trata de salir en lo que yo entro, nos sonreímos, yo por pura educación y ella tal vez por mi apariencia entre informal y estrafalaria que adopto los días, mejor dicho, las noches invernales.
Me siento en el lobby después de recorrer los Jardines, también sin mucho movimiento, y nadie apareciese. Me siento a escribir los quince minutos que dispongo antes de correr de nuevo por 21 hasta el Riviera. Antes de salir me ha dado tiempo a meter en mi pequeño bolso unas hojitas y un plumón rosado junto a las llaves y el menudo para la guagua.
21 resulta más desolada todavía, fría y llena de murciélagos atolondrados que vuelan de una acera a la otra, de los árboles a los balcones. De donde salta una voz femenina rodeada de un tumulto de risas disparejas que dice “¿y los intelectuales, qué? Sigo rápido y paso por detrás del Coppelia, una especie de parqueo arbolado que siempre me ha parecido siniestro, quizás porque tengo memorias de la niña aquella que vivía en la calleja que desemboca al restorán La Carreta y a la pequeña embajada de la India cruzando la calle. Cuando estudiaba en la escuela de música ella era unos años menor y cantaba y actuaba y era una talento prematura que todos adoraban por bella y virtuosa. Un día desapareció descuartizada por su padre según el rumor, justamente después de ser la “Muerte” de Titón en su última película, Guantanamera, de Tabío. Una Muerte encantadora de rizos dorados vestida de negro.
Llego al siempre mal iluminado parque de H y 21, fiel a los amantes y ladrones y pajuzos noctámbulos, y a los fumadores y los solitarios y hasta a la pandilla de los “Caínes”, familia numerosa dedicada al hurto indiscriminado que habita en una especie de solar-casona en J y 19 y que tiene una merecida mala fama que acumula años.
Tres minutos atrasada, sofocada, entrego mi boleta al mismo que no me ha dejado entrar hace dos horas y un poco.
Apúrese, me dice, la película ya empezó.
Es otra vez francesa, muy lenta, extremadamente, con ese ritmo que intenta reproducir el tiempo real y exaspera. Un drogadicto no sabe qué hacer con su vida y estropea la que comparte con su mujer austriaca y su hija de cuatro años. Aburre, nada pasa. Todo es predecible y los personajes carecen de todo signo de vitalidad, la historia es demasiado forzada y para colmo deja cabos sueltos que aparentan no tener la menor importancia. Los actores son malos. El final es funesto. Tout est pardonné, lleva por título, pero no le perdono a la directora Hansen-Love que me haya hecho perder el tiempo tan miserablemente con tan insípida narración, a pesar de agradecerle aunque fuera los exteriores en París y alguna que otra canción rara en la banda sonora.
Salgo decepcionada y frustrada: es mi primer fracaso festivalero y esta vez no quiero ser una víctima frecuente por no saber escoger qué película ver.
Antes tenía el sistema de preguntarle a la gente con la que no tengo empatía cuáles les habían gustado, para desecharlas de mi futura elección, pero en mi plan solitario esto no debería contar para mucho.
No quiero hablar con nadie, tener el más mínimo contacto y provechar el tiempo.
Me dirijo a mi odiosa parada del Coppelia a esperar el P-1, donde ya hice mío el “banco de acusados” en el episodio del tenis conflictivo, pues por alguna razón siempre lo hallo desocupado, como esperándome para sorprenderme. Pero es de noche, y tarde, y ningún agente debe andar acechando, supongo, aunque el peligro siempre está en el aire, nunca se sabe, y me acuerdo de Claudita al teléfono advirtiéndome que no cogiera lucha y esperara mi respectiva citación que no se iba a demorar tanto, sólo que en barrios como los míos todo lleva su tiempo, las cosas tardan más de la cuenta. El arribo del P-1 me saca del lapsus mortificante y por fortuna dentro también me aguarda un asiento vacío. El respaldar de los asientos de estas nuevas Yutong articuladas que ruedan por La Habana tienen un acrílico con la propaganda china de unas nubes en un cielo azul y una carretera en las montañas, o en la playa, no recuerdo bien...
Alguien de los que quieren permanecer anónimos en habanemia me dio la idea sin querer de que se podía introducir papeles por ahí.
Así que no lo pienso más y saco mi plumón rosado y me pongo a dibujar discretas letras en una hojita. Escribo la frase “estamos en las nubes”, lo que se me ocurre en el momento, porque recuerdo el graffiti supuestamente de Marcel, de la cátedra Arte-Conducta de Tania Brugueras, que la pone encima de un cerebro. Pero mi intento de meterla detrás del acrílico no funciona, el papel es muy frágil y las puntas se doblan. Desisto. Y cuando levanto la vista hay una española preciosa –habla alto, por encima de la música espantosa de la emisora radial que reproduce la canción los santiagueros infames Cola Loca, al estilo de Hoyo Colorao, mismo nivel de espanto a los oídos, su éxito “la estafa del babalao” que mucha gente dentro canta- sentada en frente, a una fila de asientos, intercambiando con la señora de al lado su tarjeta personal y agradeciendo el trozo de papel arrancado que le ha dado ésta con sus datos. Estrujo el papel y se me ocurre que es eso lo que necesito, un cartoncito. A partir de mañana andaré con cartoncitos con chispeantes frases de colores para los pasajeros cansados y atribulados, para los más hipertróficos. Pienso en la poesía de los metros europeos. Sin duda todos quiero una ciudad mejor. Me acuerdo de la postura escandalizada de Raúl Aguiar cuando califiqué de “deliciosa” a mi personaje femenino del cuento que me tocó leer en el cardocentro delante de todos. Dijo que esas apreciaciones desde el narrador-mujer sobraban, eran gratuitas y especulativas. Lo descubrí morboso y ruinosamente machista y la escasa estimación que me quedaba por él descendió otro poco.
Tanta gente miserable. Como sea, la insólita y preciosa españolita del P-cosa más allá de 4 Caminos, entrando en los pasajes reales a lo desconocido, me facilitó la idea de los cartoncitos.
En mi pasado post otro país no quise mencionar que La Habana en Festival siempre experimentaba cierto cambio, una mínima y conveniente transformación multiplural que me parece perdida por completo. Ya no se percibe esa cosmopolita ciudad y el color diferente cada día se desgasta más. Cuando desandaba 21 me visualicé en una calle de “otro país”, donde los lenguajes se mezclaran y la voz femenina dijera algo inidentificable preferentemente en vez de un perfecto idioma conocido inteligible.
Dejo pasar mi parada y le pido un chance al chofer, que coquetea con una mulata, en el semáforo intermitente después de las doce.
Me bajo dejando atrás la noche dentro del ómnibus y su color local.
Termino de escribir a mano porque encuentro mi laptoc asaltada por ciertas fans a Grey´s Anatomy que están ideitizadas frente a la pantalla. Cojo la cartelera y me programo fantasiosa todo el día de mañana-hoy desde las tandas más tempranas en numeritos rosados circulados. Nunca voy a estar despierta supongo antes de las tres de la tarde, aun cuando Claudia me llame después de las dos al final de su citación policial, ni siquiera le pregunté si era en la estación ya familiar para mí, Ciro y Yoani, de 21 y C, para advertirle que llevara abrigo porque dentro hay un aire acondicionado del demonio.
Me voy a la cama con Ánima Fatua de Ana Lidia Vega y huyéndole al humo de la fumigación de abajo que se ha colado por las puerta abierta del pasillo.
Mañana más. Au revoir!
los comments at the moment:
3:27 PM
Jorge Pedro ha dejado un nuevo comentario en su entrada "diario noctámbulo cinéfilo":
Ñoj, qué clase de guanaja malcriada twere. Bravita con mamita porque mamita protesta porque sales tarde, bravita con la directora porque no hizo la película como a ti te gusta, bravita con Raúl Aguiar porque te dio una opinión crítica... clase verraca. Oye, las veces que OLPL te dijo que eras genial, ¿no te acuerdas que se le estabas mamando, mija? ¿La vez que ganaste el premiecito aquel, no recuerdas que la otra putica te dijo "Qué pinga más sucia tenía el viejo aquel, lo que yo hago por ti, mi amiga"? ¿Las veces que estos lameculos web te dicen que eres una heroína, no es después de haberte visto las tetas de perra esas? Despierta y huele el napalm, menor mental.
a las jue dic 04, 11:27:00 AM PST
4:02 PM
Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "diario noctámbulo cinéfilo":
Y tu cerdo asqueroso de Jorge Pedro. Primera oprtunidad de entrar a un blog y ver tu defecacion repugna.
Publicado por Anónimo para hechizamiento habanémico hebdomadario a las jue dic 04, 12:01:00 PM PST
9:45 AM
Jorge Pedro ha dejado un nuevo comentario en su entrada "otro país":
Ay, rata, no te hagas el caballero andante que esta de Dulcinea no tiene ni el diámetro vaginal. Además, cualquiera menos tú, que saliste rajando pa Ejpaña y llevas tanto allá que ya andas hablando como gayego, puaj.
a las jue dic 04, 05:44:00
Lia, es increíble cómo hay cretinos ociosos que en vez de crear algo legítimo a partir de sus pobres vidas, se dedican a publicar vulgaridades en los blogs de los que tienen inteligencia y valor para expresarse genuinamente. Anormales que son, bien podrían vomitar su mierda de cerebro en un sitio donde nadie los tuviera que oler... Puedes borrar sus putos testimonios, junto con este, por favor...
ReplyDeleteHola Li@, no le agas casos a estos trolls, se pasan todo el dia en el
ReplyDeleteblog de Yoani y asen su papel de tontos.
Oye a ti tambien te citaron?
un abrazo desde muy lejos