Un documental exhibido en debate de Moviendo ideas –donde se movían más los labios de los organizadores que de los autores y el público en general, y en vez de ideas, se arrastraron los mismos critedios de siempre- fue El futuro es hoy, de la joven documentalista y fotógrafa Sandra Gómez, joven cubana residente en Suiza, que nos enseña en sus 35 minutos, con una lentitud intencionada y una pasividad de la mirada (suave y respetuosa con que sigue el curso vital de sus personajes: el Malecón habanero y sus merodeadores: un joven pescador ilegal; el cuidador anciano(CVP)de la Tribuna Antimperialista; el Yoss -testimoniante además de Todo tiempo pasado fue mejor, otro documental muy bueno de Zoe García acerca de la presencia rusa en La Habana-, (foto de eleVmolina)un escritor que espera y corre sus contornos por las tardes noches; una médica rockera, dueña de un gato negro; una anciana costurera cuyo único patrimonio físico y mental constituye una oxidada máquina que le dio la Revolución y ella se la agradece a Él, un personaje omnipresente del que todos hablan sin mencionar el nombre; un vecino que sabe aprovechar los espacios y ha hecho en la costa una especie de escape espiritual y recreativo para disfrute de los propios vecinos: una carpa y música alta debajo del muro en los arrecifes; y un joven con agudeza crítica cuya profesión no se menciona.), la ciudad decadente y comatosa rodeada por el mar. Todos los escenarios son grises y ruinosos, como su personaje o tema principal, a saber, el futuro incierto de Cuba.
La idea inicial de Sandra era mostrar el Malecón, pero luego se fue tejiendo una historia paralela más compleja con estas personas vinculadas y unidas por la cercanía a esta locación. Los testimonios recogidos son una importante memoria del presente continuado que se vive en Cuba, donde nada parece moverse ni cambiar para ninguna parte, donde el estaticismo y la espera hacen del futuro un presente que cuenta los minutos sin perspectiva posible. Simbólico es el trabajo de este viejo protector de la integridad de esta apabullante Tribuna y sus banderones negros, que le dice a la cámara que no, que aquí en Cuba no va a cambiar nada porque el cubano no permite que se le impongan las cosas (risas provocadas, molestas a la autora, como con la analogía –igualmente simbólica- que hace la anciana costurera con la máquina y Él, que va a durar lo mismo que ésta, y cuando trata de arrancarla: ni pa atrás ni pa alante, y se queda sentada consternada delante de ella.) y el futuro será igual que ahora. La respuesta aristotélica del Yoss y el joven de incógnito: ¿de qué estamos hablando: de mañana, la semana que viene o el próximo minuto? Y el inocente individual sueño del pescador: que lo dejen pescar y pueda tener su propia embarcación. Sin pretensión de ningún tipo la ciudad se revela tal cual, sin colores pintados a la última moda (Dioses rotos) de postal turística, y con un sentido del tiempo real abrumador, lento y aplastante, estos personajes se dejan descubrir con la mayor sencillez y sinceridad posibles. Es algo a agradecer.
Desesperanza y muerte cotidiana: en ningún momento el carácter del documental se vuelve optimista, ni siquiera cuando seguimos el trayecto de dos niños que bajan Galiano corriendo hasta el mar, o cuando vemos la iniciativa de este hombre que ha montado su carpa y disfruta al máximo este pedazo de felicidad momentánea con su familia y vecinos y nos da un mensaje ligeramente alentador.
Lástima que el debate se haya llevado tan mal a causa de la mala organización en general que tuvo lugar a lo largo de la Muestra, y lástima que la proyección no haya estado en óptima calidad.
De cualquier modo me alegro de que propuestas críticas y sinceras como la de Sandra sean aceptadas en concurso, y premiadas.
Pero sobre todo de haberla conocido.
Toda la suerte del mundo para ti en tus próximos proyectos.
¡Y felicidades!
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