Los dejo con la primera parte del famoso monólogo que el joven narrador Jorge Bacallao estrenara en las peñas universitarias de la Talía por el 2003, entero dura siete minutos, por eso lo dividí en dos partes, pero no sé si tendré suficiente conexión como para subir ambas...
looking for something?
Adagio de Habanoni
Fotografías de Silvia Corbelle y Orlando Luis Pardo
mi habanemia
La Habana puede demostrar que es fiel a un estilo.
Sus fidelidades están en pie.
Zarandeada, estirada, desmembrada por piernas y brazos, muestra todavía ese ritmo.
Ritmo que entre la diversidad rodeante es el predominante azafrán hispánico.
Tiene un ritmo de crecimiento vivo, vivaz, de relumbre presto, de respiración de ciudad no surgida en una semana de planos y ecuaciones.
Tiene un destino y un ritmo.
Sus asimilaciones, sus exigencias de ciudad necesaria y fatal, todo ese conglomerado que se ha ido formando a través de las mil puertas, mantiene todavía ese ritmo.
Ritmo de pasos lentos, de estoica despreocupación ante las horas, de sueño con ritmo marino, de elegante aceptación trágica de su descomposición portuaria porque conoce su trágica perdurabilidad.
Ese ritmo -invariable lección desde las constelaciones pitagóricas-, nace de proporciones y medidas.
La Habana conserva todavía la medida humana.
El ser le recorre los contornos, le encuentra su centro, tiene sus zonas de infinitud y soledad donde le llega lo terrible.
Lezama
El habanero se ha acostumbrado, desde hace muchos años, a ese juego donde silenciosamente se apuestan los años y se gana la pérdida de los mismos.
No importa, “la última semana del mes” representa un estilo, una forma en la que la gente se juega su destino y una manera secreta y perdurable de fabricar frustraciones y voluptuosidades.
Lezama
desmontar la maquinaria
Entrar, salir de la máquina, estar en la máquina: son los estados del deseo independientemente de toda interpretación.
La línea de fuga forma parte de la máquina (…) El problema no es ser libre sino encontrar una salida, o bien una entrada o un lado, una galería, una adyacencia.
Giles Deleuze / Felix Guattari
…podemos ofrecer el primer método para operar en nuestra circunstancia: el rasguño en la piedra. Pero en esa hendidura podrá deslizarse, tal vez, el soplo del Espíritu, ordenando el posible nacimiento de una nueva modulación. Después, otra vez el silencio.
José Lezama Lima (La cantidad hechizada)
...
sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir;
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.
La incoherencia es una gran señora.
Si tú me comprendieras me descomprenderías tú.
Nada sostengo, nada me sostiene; nuestra gran tristeza es no tener tristezas.
Soy un tarro de leche cortada con un limón humorístico.
Virgilio Piñera
(carta a Lezama)
ay
Las locuras no hay que provocarlas, constituyen el clima propio, intransferible. ¿Acaso la continuidad de la locura sincera, no constituye la esencia misma del milagro? Provocar la locura, no es acaso quedarnos con su oportunidad o su inoportunidad.
Lezama
#VJCuba pond5
Pingüino Elemental Cantando HareKrishna
o la eterna marcha de los pueblos victoriosos
luistrapaga paintings
Libertad para Danilo
Nov 15, 2009
La Habana para habanémicos
Los dejo con la primera parte del famoso monólogo que el joven narrador Jorge Bacallao estrenara en las peñas universitarias de la Talía por el 2003, entero dura siete minutos, por eso lo dividí en dos partes, pero no sé si tendré suficiente conexión como para subir ambas...
Nov 11, 2009
Nov 10, 2009
Pedro Marqués de Armas: Entre lúdico y agónico
Cuando en 1937 mi familia llegó a La Habana —uno de los tantos éxodos a que estábamos acostumbrados— mi padre —como tenía por costumbre sanguínea— se dio de galletas y se puso a echar carajos. Llegaron exactamente a las diez de la mañana de un día de agosto mojado con vinagre; antes de ir a esperar el Santiago-Habana tomé un jugo de papaya en Lagunas y Galiano, y como el deber se impone al deseo perdí a un negro que me hacía señas con la mano. Por esa época yo tenía veinticinco años y toda la vida resumida en la mirada: años mal llevados porque el hambre no paga: "Virgilio —me decía Oscar Zaldívar— no te alimentas lo suficiente. Hay que comer carne..." De vez en cuando me llevaba a La Genovesa en la esquina atormentada de Virtudes y Prado, donde Panchita, una italiana operática(,) le decía doctor a Oscar y a mí no me decía nada. Las calles eran vahídos y las aceras desmayos: en la cabeza los versos y en el estómago cranque. Corría a la casa de empeños sita en Amistad y Ánimas buscando que me colgaran entre docenas de guitarras(,) yo, empeñado, yo empeñando un viejo saco de Osvaldo para trepar jadeante la cazuela del Auditorium a ver El avaro de Moliere que Luis Jouvet presentaba. Era La Habana con tranvías y soldados de kaki amarillo, haciendo el fin de mes con los pesos de los homosexuales; entre los cuales, en cierta manera, me cuento, es decir, en mi humilde escala: no osaría ponerme a la altura de la Marquesa Eulalia, del Pájaro Verde, del Jarroncito Chino, de la Pulga Lírica y del Marqués de Pinar del Río, y aunque una noche, en el Don Quijote(,) bailé sobre una mesa disfrazado de maja, mi alarde palidece ante la magnificiencia del Pájaro Verde dejándose degollar en el baño. Según se mire eran tiempos heroicos, tiempos que fueron cantados por guitarras alcoholizadas(,) palabras tremendas que eran pronunciadas con el filo de un cuchillo, mientras allá, en Marte y Belona, los bailadores realizaban la confusa gesta del danzón ensangrentado. Esta gesta alcanzaba proporciones épicas en el cuchillo de San Miguel: allí Panchitín Díaz le decía con su voz aflautada a la putica debutante: "Muchacha, tienes toda la vida por delante..." y dando dos pasos se metía en la barbería de Neptuno para entablar un diálogo funambulesco con la corpulenta Albertino, que se hacía afeitar una barba imaginaria. Una noche en el Prado, con su pedazo de cielo particularmente convulso sobre leones de bronce verde, sobre leones que temblaban al paso del Emperador del Mundo —un negro tuberculoso con el pecho constelado de chapitas de Coca Cola—, se comentaba con terror manifiesto la frase ciceroniana de la mujer que se tiró bajo las ruedas del automóvil de Lily Hidalgo de Conill: "¡Habana, ábrete y trágame!" Pero La Habana se hizo aún más rígida para que ella pudiera ir hasta Colón sin baches, para que esas noches las putas chancrosas hicieran buenos pesos y para que lloraran los sentimentales, entre los cuales también me cuento, al extremo que podría ser nombrado presidente de los sentimentales, y ahora precisamente recuerdo al hombre que vi matar junto a la estatua de Zenea con su mano convulsa aferrada al seno de mármol de la mujer que eternamente lo acompaña. | Me pareció que llegaba el Apocalipsis, pero justo en ese momento oí: "¨¡Maní tostao, maní!" y metían por mis ojos anegados en lágrimas un cucurucho de voluptuosidad cubana. Mi amiga, la Muerta Viva, una puta francesa que recaló en Sagua allá por el veinticuatro compraba todos los días el periódico para ver si en la Crónica Roja aparecía muerto el cabrón, decía ella, que la dejó plantada en Sagua. Pero como la vida manda, seguía abriendo las piernas sin sentimentalismo de ninguna clase. Yo, que mi destino de poeta me impidió la putería, soñaba persistentemente con abrir las mías: cuando el hambre aprieta, sueños monstruosos se perfilaban en cada esquina, monedas del tamaño de una casa me caían encima, y todo terminaba al compás de una frita deglutida al compás de "Bigote de Gato es un gran sujeto..." Sin embargo, pensaba en la inmortalidad con la misma persistencia con que me acosaba la mortalidad, porque aún cuando viéndome forzado a escuchar "la inmortalidad del cangrejo" y ver al tipo pálido sentado en el café de los bajos de mi casa, con un palillo en los dientes y un vaso de agua sobre la mesa pensando en las musarañas, yo me aferraba a la mentira piadosa siguiendo al mismo tiempo con la vista los sandwiches de pierna que rechinaban en mis tripas. Suaritos anunciaba a Ñico Saquito, Toña La Negra quebraba la luna con su voz de tortillera mejicana, Batista daba golpetazos en Columbia, Patricia la Americana se momificaba en un disco y Daniel Santos galvanizaba los solares. Claro está, en la ciudad del sol constante los fantasmas acostumbraban salir a plena luz: los he visto acompañándome por Monte y Cárdenas el día del entierro de Menocal, con ron peleón, porque de eso el general prodigó, enchumbó, anestesió y el champán para él y Marianita en París. "Querida, me dijo Jarroncito Chino, hoy todo el mundo está jalao, haremos ranfla moñuda, ya el General templó lo suyo y nosotras moriremos con un troyó papá bien grande adentro." Así murió efectivamente. Destino cumplido, vida realizada, strip-tease de pelo en pecho, sacando palanganas de agua de culo(.) Cuando se la llevaron había un Norte de tres pares de cojones. Estos son los monumentos que nunca veremos en nuestras plazas, amorfas, sí, amorfa cantidad de donde extraigo el canto, en cualquier parte, bajando por Carlos III que entonces tenía bancos(,) escuálido, tembloroso, con mi amorosa Habana siguiéndome los pasos como perro dócil entre años caídos retumbando como cañones dejando la peseta en casa de la barajera para saber (—)¿para saber?(—) si mañana entraré en la papa... Un pelado en el Mercado Único, un guarapo en el Mercado del Polvorín, siempre avanzando, en brecha mortal, buscando la completa como se busca un verso(,) ¡oh, inacabables calles, oh aceras perfumadas con orine! ¡Oh, hacendados con pañuelos impregnados en Guerlain, que nunca me pusieron casa! Solo en mi accesoria haciendo mis versitos veía pasar La Habana como un río de sangre: y como una puta más del barrio de Colón los contaba de madrugada como si fueran pesos. Virgilio Piñera |
Nov 8, 2009
Yoani, Orlando y Claudia
Estoy superando las lesiones físicas derivadas del secuestro del viernes pasado. Los moretones van cediendo y ahora mismo lo que más me molesta es un dolor punzante en la zona lumbar que me obliga a usar una muleta. Anoche fui al policlínico y me han puesto un tratamiento contra el dolor y la inflamación. Nada que mi juventud y mi buena salud no puedan superar. Afortunadamente, el golpe que me di cuando pusieron mi cara contra el piso del auto no ha afectado mi ojo, sino solamente el pómulo y las cejas. Espero estar recuperada en pocos días.
Miro mi nuca.
No ha sido nada.
Un cinturón de petequias por la demasiada fuerza de un efebo oficial y acaso por mi mala coagulación.
Miro mi nuca en un jpg.
Según se interprete, es insultante o interesante de contar.
En el principio no fue el Verbum, sino la Barbariem.
Violencia extra-verbal a pulso.
Caminar en El Vedado será a partir de hoy una experiencia extrema.
La Avenida de los Presidentes remitirá ahora a una prisión post-principesca.
En segundos, Yoani y yo estábamos de brazos torcidos dentro de un auto importado desde nuestra Madrastra Patria: China.
Mi cabeza contra la alfombra del carro y Yoani casi de patas arriba.
No pude verla, la identifiqué porque no se callaba ni maniatada.
En segundos, la oí gritar con la vehemencia del ser más libre del planeta.
Tenía una rodilla de macho cubano clavada en el pecho y todavía los increpaba.
En segundos, de esa energía chupé fuerzas para sostener un poco mi voz.
Me dijeron que le dijera a Yoani que se callara.
Esa frase, pronunciada por tres desconocidos a nombre del Estado Cubano, resume toda la escenografía obsoleta y obscena de este país:
Díganle a Yoani que se calle.
Díganle a Yoani que se calle.
Díganle a Yoani que se calle.
En segundos, nos depositaron despóticamente en una esquina que confundí con el patio interior de un barracón.
Yo estaba mareado.
Sentí asco, tuve ganas de vomitar.
No podía mover el cuello.
Abracé a Yoani (antes nunca lo había hecho).
Empezó a sollozar.
La mujer más grande de Cuba parecía una niñita de cero años.
Porque Yoani es eso: el futuro de Cuba cristalizado sobre un esqueleto frágil e irrefrenable.
La besé en la cabeza. Su pelo tironeado con odio olía a la libertad.
Una.
Dos.
Diez.
Incontables veces besé su cabeza sin edad.
Pero nunca le dije que se callara.
Pero nunca le dije que se callara.
Pero nunca le dije que se callara.
Orlando Luis Pardo
La Habana
Prefiero víctima que verdugo

No quería escribir, mi paranoia me decía que debía esperar a estar otra vez en mis cabales. Estas últimas 48 horas he estado irascible, hiriente, histérica, comprensiva, maternal y con instintos asesinos… he querido matar y he querido salvar. Me he sentido agradecida hacia la policía por protegerme de la seguridad del estado y he querido arrasar con ese cuerpo que responde ante las órdenes de desconocidos. He deseado estar en el cuerpo de Yoani y sufrir el dolor, me he sentido merecedora de piñazos o digna de liderar el Juicio Final. Me he imaginado capaz de taladrarle la cabeza a los que golpearon el viernes a Yoani y a Orlando y a mí no, y me he preguntado por qué. He perdonado y he vuelto a juzgar.
He sentido la culpa y he culpado, me he preguntado tantas cosas que no me da tiempo a responderme. Traté de reconstruir los hechos dos millones de veces pero creo que las lagunas son cada vez peores. No recuerdo qué twittié de la patrulla, no sé si el primer twitt fue cuando me agarraba con fervor de la cintura de Yoani o cuando veía sus piernas colgando del carro negro de la seguridad. No recuerdo si llamé, si no llamé, a quién llamé. No evoco ni siquiera la cara del seguroso que iba a mi lado. Lo que sé es que aguantaba las ganas de vomitar todo el tiempo, me arrepiento de no haberle echado todo el café que tenía en el estómago a mi represor encima…en ese momento trataba de parecer fuerte.
Una amiga escritora me dijo: Para qué esperas, cada vez que escribes te desdoblas, no hay nada que puedas ocultar. Tiene razón, da igual que lo sepan: la brutalidad me confunde, el abuso me da ganas de llorar, la injusticia me descoloca y he tenido que luchar estas últimas horas con un Odio profundo que me quiere colmar.
Una sola imagen me libera, imagino el diálogo del quebrantahuesos con su hijo:
- Papá, ¿qué te enseñaron en la academia?
- Me enseñaron a dar golpes muy duro sin que quedaran marcas.
Entonces se me acaba la furia y la roña, porque una profesión tan ruin y deleznable, no despierta ningún sentimiento en mí.
Nov 7, 2009
RE: Leyendo tus líneas desde Puerto Rico
Quizás es más una prueba que un emilio (correo electrónico) propiamente redactado. (No sé si continúes con esta cuenta de emilio, tampoco sé con cuánta regularidad lo lees ni si debo extenderme demasiado como para ocupar tu tiempo leyéndome solo a mí). [¡Vaya, pero que baja autoestima me ha salido! ¡Venga!]
Nada, luego de ese debate esquizoide que, en vez de pensarlo lo escribí, quería decirte, "hola".
¿Alguna vez te has preguntado si habrá alguien más en el mundo que esté leyendo lo mismo que tú o reflexionando sobre lo que tú reflexionas? A mí me pasa muchísimo y resulta que mientras leía tu blog/diario me percataba que compartimos pensamientos similares sobre: la obedencia, la indoctrinación, la autoridad, el deseo, la música, el arte y la literatura.
Ojalá que no le escriba a una pantalla ciega con un marcador que pestañea y pestañea en el vacío infernal del ciberespacio, me gustaría saber de tí (o de tu simulacra - diría Baudrillard) y, si te interesa, te cuento de mí y mi gulag insular colonial.
Un abrazo desde la otra ala del pájaro caribeño herido,
Nov 6, 2009
encerrona a Orlando, Yoani y Claudia en el Vedado
Nov 3, 2009
Raúl Flores: Ropa Sucia
Luis Trápaga
Cuba Fake News
guamañanga!
My Politicophobia
la taza de liz
Ricardo Villares
raíz

Rafael Villares
"De soledad humana"
neon-klaus
