A todos nos ha golpeado alguna vez bala de salva. Muchos no parecen
acusarlo, pero así es. Apostados escuadrones enteros en cima de edificios
poco altos, casa de vivienda, comercio y vaquería, armados con fusiles de
repetición y mirilla telescópica. Disparan al tuntún, a ver qué pasa. Por
suerte, bala de salva.
No en balde anda el pueblo a paso rápido, cabeza gacha. No vaya a ser que
disparen por error sobre uno, a ojo de buen cubero, o por diversión.
Las viejas van con revólver y pistola automática a la bodega. Le disparan al
bodeguero en la cabeza si son mal atendidas. Solo pólvora seca, pero a tres
pies de distancia pica como bofetada. A nadie le gusta ser abofeteado, creo
yo.
Las cobradoras de multas ya no multan. Te disparan. Por una falta grave,
pueden llevarte hasta el pelotón de fusilamiento instaurado para tales
fines.
Tanta explosión de pólvora puede cegar. Esta es una secuela a ser tomada en
cuenta. Se han disparado astronómicamente las ventas de espejuelos oscuros.
Las chicas van por ahí como estrellas de cine. A nadie le gusta quedarse
ciego, creo yo.
(Vigilar y castigar de Foucault constituye un discreto best-seller en los
marcos de esta ciudad. No obstante, a pocos aquí les gusta leer. No parecen
acusarlo, pero así es.)
Si te llevan al pelotón de fusilamiento puedes pasarlo mal. Todo el proceso
es filmado y después televisado. Para edificación de futuros infractores,
para cosmovisión de los no-ajusticiados. Puedes quedar ciego frente a cámara
de televisión, frente a todo el país. A la gente parece gustarle el asunto.
Las chicas de espejuelos oscuros, como estrellita de cine. Los fusiles pum
pum pum y flores de fuego salen del extremo de los cañones. Los
fusilamientos se hacen en la noche, por eso se ven de esa manera. De día no
se vería flor de fuego.
(Las viejas les disparan a los bodegueros a cualquier hora; pólvora seca
bofetada en el rostro.)
A los presos comunes les disparan con balas trazadoras. Brilla más y da
lustre, dice la Academia. Estos fusilamientos también son televisados y no
es flor de fuego saliendo de los cañones de las armas, sino pequeño sendero
de luz.
No se ve caer a los presos. Los amarrarán a postes, creo yo.
Espejuelos oscuros y Foucault en el bolsillo para lo que pueda suceder. Paso
rápido, cabeza gacha. Las balas de salva están llegando a su fin, corre el
rumor por ahí. No se sabe que vendrá después. Nadie quiere ser golpeado por
bala trazadora, creo yo.
Tags: hhh, Raúl Flores Iriarte, jóvenes narradores cubanos, Ciudad de La Habana literatura cubana
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