recuento en mi memoria de toda la animación rusa en stop motion que los
niños cubanos tuvimos la suerte o la desgracia de poder consumir, a falta de
mejores alimentos, como la literatura; y sí, repito: afortunadamente para
unos, como yo, pero también harto tediosa para otros, los más. Como
experiencia creativa puedo afirmar con toda seguridad que ha sido una de las
revelaciones artísticas que más han influido en mi expresión y mi manera de
ver y pensar el mundo en toda su fuerza de creación continua.
Pero de Jan Svankmajer aquí nunca se dijo nada. Ni papa. Ni se le mencionó
siquiera. Es una de las críticas más fuertes y jueguetonas, irónicas y
sarcásticas, al comunismo que cabe imaginar. La osadía de este autor apenas
conoció límites. Se burló de la censura cuanto quiso, y su obra resultó ser
maravillosamente peligrosa y molesta para su época. Como artista no le tenía
miedo a las palabras "agitación" o "propaganda" y sí se sentía políticamente
comprometido.
Creció en la Praga manierista y decadente y se desarrolló en la Praga
estalinista de Gottwald por cuarenta años.
Creo que los sistemas despóticos son directamente proporcionales a la
creación artística: a mayor censura y prohibición, pues más arte. En
explosión.
Mientras más cruel sea el régimen, tiene que existir por ley una mayor
búsqueda de libertad.
Así es que la obra surrealista, fantástica o mágica de "el animador de
Praga" está llena de contenido real ideológico y simbólico que ridiculiza y
muestra la descomposición y corrupción del totalitarismo y de los políticos
de esa época. El que haya animado precisamente sólo objetos reales
–personalidades reales en bustos y retratos- deja traslucir claramente su
intención de no querer separar la realidad de lo fantástico. Y si el
espectador no conoce el contexto histórico, pues se pierde todo o casi todo
el sentido. El suyo no es un surrealismo estético sino más bien un concepto
filosófico. Su deliciosa técnica es fácilmente reconocible, porque su estilo
es claro y alarmante, sobrecogedor: ya sea por la música justa o por la
cámara en movimiento o por los objetos animados en sí mismos: todo el
conjunto hace una indiscutible obra única, inmensamente valiosa. Todo el que
haya vivido una dictadura totalitaria tiene un background muy similar en
materia de miseria y represión. Los símbolos surrealistas son una constante
y las regresiones a la infancia que padeciera lo peor construyen una memoria
indisoluble al absurdo irreal y grotesco en el que crecimos.
Espero que puedan encontrar más sobre este director. Hay un documental muy
bueno por ahí, checo. Les recomiendo Dialogue Dimensions (1987), Down in the
cellar y Alice (una versión fiel y completica en stop motion de la Alicia de
Lewis Carroll al estilo oscuro y macabro de Svankmajer).
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