Cuando Juan Carlos Castillón terminó su traducción y Penúltimos Días la publicó el 21 de octubre del año pasado y pude devorarme el ensayo de Andrew Sullivan en menos de veinte minutos una vez que Jaad me la mandara en un email, me arremetió una tristeza indecible, una sensación que cualquier cubano ha padecido durante toda su vida, sobre todo aquel que no ha salido nunca: esa certeza de distancia extrema entre el aquí tan ficticio y la ignorancia respecto al resto del mundo, entre la vida real allá afuera y la vida perversamente manipulada en una sociedad controlada y sumida en una dictadura. Me visualicé más alejada todavía de lo normal, y que se me arrebataba otro derecho, de los tantos que carecemos: el de sentirme parte de esa "conversación" con la humanidad de la que hablaba Sullivan. Usualmente ese sentimiento de lejanía y desconocimiento disminuían en cuanto me sentaba frente a mi laptop y me conectaba a mis regulares 50 kpbs de velocidad.
Todo el que ha navegado sintió ese efecto de narcótico que menciona Sullivan, esa inmediata adicción y ansiedad que produce Internet. (Y todo el que me diga que no prueba las drogas y luego pierda dos horas mínimo frente a una computadora en el cyberespacio está autoengañándose, porque Internet -como el café, la nicotina, el alcohol, etcétera, etcétera- simplemente es otra DROGA, y como droga al fin, puede enviciarte, robarte la vida y/o hacerte muy feliz).
Pero quien únicamente ha navegado desde Cuba, con una cuenta de horas limitada y padeciendo las infinitas calamidades que proporciona una velocidad lenta en extremo y teniendo que sufrir además la censura, los sitios bloqueados y la falta completa de privacidad que suponen esas conexiones “no seguras” porque el servidor es uno solo; puede experimentar sólo una felicidad minimizada, un placer tanto más doloroso y una dicha frenada hasta lo inimaginable. En suma, una especie de tortura.
Las palabras de Andrew me llegaban punzantes y agudas hasta el fondo del encéfalo: Pero un blog no es tanto escribir diariamente como escribir cada hora… un blogger, que coloca sus pensamientos en píxeles varias veces al día, siente una ausencia de preocupaciones que ahora está al alcance de cualquiera que pueda permitirse una computadora y una conexión de Internet. Si deja de moverse se muere. Si deja de remar, se hunde.
He aquí que yo era una antiblogger por naturaleza y una náufraga prematura.
Entonces esa inmediatez característica que yo no había conocido jamás en mi vida era el principal rasgo que definía a un blogger… Al menos sí había podido alguna vez expresarme en un post mientras mi carácter explotaba, mientras mi humor duraba. Pero siempre con la mortificante incertidumbre de no saber si era leída o no. Ningún blogger cubano que viva y “bloguee” dentro de la isla pudiera moderar sus comentarios nunca, ni estar al tanto de las visitas, siquiera recibir los comentarios por correo tardíamente. Ni hablar de las actualizaciones.
Es amargo cuando sabes que te vas a quedar sin conexión y no te da tiempo a programar las entradas. O cuando necesitas subir algo demasiado pesado como para que la conexión lo soporte y pierdas todo el tiempo tratando por gusto: el sólo intentar en estos casos es la peor opción.
Terrible cuando no tienes acceso ni a las noticias y te sientes tan pero tan fuera de este mundo que es para irse a las montañas con un cargamento de libros y olvidarse de que existe este puto ciberespacio por un largo tiempo.
Cuando empecé a “bloguear” era el 2007 y ya me había enterado de la plataforma Blogger pero creía no necesitarla y ponía mis escritos y mis fotos en mi página en Myspace, donde obviamente no me leía casi nadie y todos parecían únicamente estar buscando pareja o tener una banda de rock o de jazz o de música cubana. En fin además era tan lento y para colmo yo con mi Pentium 2 en una laptop IBM de las veteranas con 6 GB de disco duro y un número muy ridículo de memoria RAM; no había mucho que hacer, pero de cierta forma, el tiempo parecía estar más a mi favor, me alcanzaba mucho más… y en abril del 2008 me decido y monto habanemia.
Me acuerdo de haber subido millones de fotos de los PPR en un solo día. Y miles de poemas.
Y de cuando Ernestico me puso un enlace y Jaad me escribió enseguida anunciándomelo, aún cuando yo no era seguidora de PD ni de ningún blog en particular. Pero una vez hecho el blog tenía que ser atendido, y yo tenía que estar conectada. Aunque mi necesidad de estar presente online nunca fue saciada. Ese ritmo que nunca debe detenerse normalmente en un blog, en mi caso fue siempre sincopado y en anacrusa. Atípico, indisciplinado, demasiado pesado, lleno de enlaces… habanemia contenía –y contiene- casi todos los factores que destinan a un blog al fracaso. O al abandono. Pero curiosamente mi obligada ausencia y períodos offline me hacían impaciente generar nuevas ideas para publicaciones futuras. Las críticas me daban fuerza para seguirlo mejorando y moldeando a mi antojo, si bien no complaciente al demandante, fiel a mis gustos y necesidades de expresión.
Nada, mi hechizamiento podría no ser un blog de noticias ni tener la última novedad ni ir completamente por la crítica social o de arte -aunque a veces le daban unos arranques y se ponía histérico con lo que estaba mal y lo gritaba, y el que quería lo leía-, pero al menos iba a darme quehacer por un rato más largo.
Aunque no lo actualizara día tras día ni escribiera al estilo “blogger” ni pudiera llamarse ya de hecho como tal.
Era sin duda un amasijo de sensaciones y explosividad visual. Y eso para mí bastaba.
Mi hechizamiento quería invitar a una mirada que no se sintiera apabullada ante tanta imagen quizás saturada, mi hechizamiento padecía de un horror vacui delicioso para el que estuviera dispuesto a degustar lo que podía no ser muy común al paladar visual.
Podía –y puede- resultar extravagante, agresivo o desquiciante o demasiado irreverente para espíritus no transgresores y estáticos. Nada de eso. Movimiento. Mucho movimiento.
Palabras, muchas palabras, poesía, fotos, energía libertina.
Aunque yo no esté online él estaría ahí por mí. Volcaría toda la represión que vivo a diario en las calles habanémicas, en colores y gritos de rebeldía absoluta, me desamarraría y me soltaría en ese espacio vital-virtual como quisiera hacerlo en mi propio espacio, en mi ciudad sitiada por un orden militar. Sería eso también, mi habanemia, desorden y paleta desparramada, habría sitio para todo (por eso múltiple, como yo misma, como todo ser), pero ninguno para lo despótico…
Sin embargo, ante el caos, la mayoría frena y huye despavorida…
Sin importarle mucho o nada la sobriedad mi blog sería más bien como una comunidad hippie donde convive tanto el estudiante que se acercó a fumar con el que escribe canciones con la muchacha que pinta en una tela colgada en una tendedera al sol, con la lluvia despintándole todo y regando la pintura por todas partes.
Manchas, trazos dispersos, no líneas rectas, y mucho menos puntos, tan fijos, sino líneas de fuga.
Pura improvisación.
Así le dije más tarde a un lector confundido, Carlos, un ingeniero que quería darle un poco de sentido lógico a todo aquello y acabó convenciéndose de que mejor era sentir que entender, bien por él.
Pero más confusa quedé yo por mucho tiempo luego de recapacitar que el denominador sullivaniano ‘ blogger’ no encajaba para nada en mi perfil y yo cada vez tenía menos tiempo online.
Cerca tenía a mi amiga L, que empezó su blog tempranamente en el 2007 y lo abandonó tempranamente en el 2008. Por falta de Internet. Usualmente compartimos la cuenta, ella, mi hermana y yo. Por eso no alcanza para ninguna, quizás.
Y el tiempo se reducía mes tras mes y el blog descansaba los remos en plazos más y más alargados.
Mis post se efectuaban casi todos por correo sin que me diera chance a revisar cómo quedaban.
Así hasta hoy, cuando me viene a la mente ese texto del Andrew y me vuelvo a preguntar cómo puede llamarse un blogger que no bloguea.
Que no postea al minuto ni está informado ni actualizado. Sino más bien reprimido y condenado.
Así que el blogger cubano es la excepción y me niego a seguirlo llamándolo así, pero, ¿cómo llamarle entonces?
Si se te ocurre alguna sugerencia, por favor, dímela!
Lía.
ReplyDeleteTienes en mi una asidua visitante y admiradora de tu blog por todas las razones que ya he dicho.
Desde hoy será más porque, aunque me pueda imaginar en un momento las dificultades y peligros que corres para expresarte, tu descripción crea en mi menta la imagen y la idea real de lo que haces.
Te felicito como felicito a todos los blogueros desde Cuba que enfrentan al ostracismo y el bloqueo que les impone el régimen.
Un abrazo y cariño.
Armienne.
Gracias por existir.
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