Relato ganador finalista en la categoría relato fantástico en el primer certamen de relatos de ciencia ficción, fantasía, terror y misterio Hellinfilms.
Yusa perdida en la planicie
Por Danny Echerri Garcés
Yusa camina con el tira piedras en la mano, va dejando huellas en la arena rocosa que bordea a la planicie. Yusa estira ahora las ligas y deja caer al cielo una piedra brillante. Es una piedra de sal, las mejores para cazar peces con alas.
Yusa se sienta en el suelo, árido y filoso; los oasis se levantan a su alrededor alumbrados por pequeñas lucecitas de candela, hechas de escamas tostadas y cuero de murciélago. Imagina a los niños jugando a apagar las pequeñas llamas, piensa en los hombres jugando a ver cuál de los hijos es más fuerte y tumba más espinas de un piñazo, por eso viven tal mal, por estúpidos. Los cuerpos de los hombres le parecen ramas secas, infértiles.
Se escucha un llanto, Yusa camina, se mete en el vacío de la planicie. Arriba vuelan unos peces y dejan caer sus escamas –se me fueron-grita, llora, se escupe los brazos y se moja la cara, rasga su pelo. Respira, mira al cielo que parece una antorcha opaca y sin fuerzas, con ese color pálido. Entonces recuerda a su abuelo, sus historias de pájaros que una vez llenaron las alturas de plumas brillantes, antes de que cayeran los meteoritos. Todavía guarda Yusa como un tesoro plumas de pavo real, de cuervos, de cóndores que azotaron el espacio.
Yusa ahora tiene un cielo cubierto de peces que aprendieron a volar, junto a sus predadores los murciélagos más rápidos que ellos por su orientación a través del oído. Encima de los oasis más grandes están las murcielagueras. Ella aprendió a construirlas con las más viejas de la colonia, a poner bien las cuerdas y a colocar cuidadosamente el pez mecánico que engaña, aleteando y aleteando, con el propio aire del vuelo de murciélagos y peces.
A veces los murciélagos les matan el hambre a los hombres. Los pobres no saben cazar; para una caza efectiva hace falta más que nada la intuición, y saber escuchar, detenerse en el silencio, y adivinar o prever la llegada de los peces sobrevolando el cielo, cazando mariposas.
Las mariposas están en los criaderos. Es la actividad que más le gusta a ella, palpar el cuerpo gordo y frío de las orugas. Los capullos que sirven para hacer la ropa y sobre todo para ponerlos entre las piernas cada mes. Yusa recuerda esto y comienza a llorar, le viene a la mente su cuerpo de oruga glotona, su madre sacando la niña, el consejo decidiendo-es otra hembra, tírenla en medio del camino necesitamos hombres y hay poca comida-.
Yusa siente de nuevo el llanto, se acerca, se orienta como los peces y los murciélagos, da un tras pies, todavía es muy joven para captar todos los sonidos, el de las piedras, el del vacío; es un lenguaje que solo se aprende con el tiempo. Y ella no es buena en la caza, Yusa preferiría quedarse con los niños varones, como hacen los hombres, para toda la vida. Las hembras son enviadas a la colonia cuando son mayores de edad.
Ahora siente un dolor en sus pechos. Es la leche, la vierte por chorros intermitentes en el pomo de madera, toma un poco y comienza a apretar, hay que llevarla para el consejo, es un delito no hacerlo, todo debe compartirse.
Yusa está cerca del llanto y observa a la niña que llora con quejidos ahogados en el suelo. La abraza y duda, sabe que debe llevar la cuota de pescado y leche, para eso salió esta noche, debe cazar junto con todas, pero simuló perderse y ahora cerca de los oasis no encontrará mucho, se siente cansada, débil, se acuesta boca arriba y trata de imaginar con los ojos cerrados la luz, como sería todo si el sol estuviera fuerte y no como un bombillo gastado, adorno miserable y triste. La niña se pega a Yusa y ella la suelta pues siente un sonido, parada tira las piedras de sal , una dos , tres, caen al piso , se incrustan entre los filos de piedras que bordean la planicie, no , son murciélagos, Yusa será azotada si no lleva por lo menos cinco peces esta noche. Cae de bruces y coge la tierra para vestirse de polvo, llora, se cree una oruga metiéndose en el capullo, y escucha otro sonido, lanza piedras, gotean en la noche, caen otra vez muchos murciélagos, los machaca, trata de aplastarlos hasta volverlos nada, quedan pocas piedras de sal, aplasta una y rocía el cuerpo de un murciélago, se lo come aun cuando va contra las escrituras el que las mujeres coman animales impuros.
El sol se esconde, la luna aparece brillante, la planicie se ve más clara, ahora se observan mejor los ojos de la niña, la levanta y la marca con una Y el brazo, la niña llora: “todavía no tienes nombre, hay que esperar a que crezcas y ver cual es tu talento, a lo mejor no tienes ninguno y te ponen cualquier nombre como a mi”.
Yusa siempre ha soñado con irse lejos y formar su propia colonia pero muchos han muerto, las bestias del mar quieto los han matado. Entonces toma a la niña en su brazos y le da de mamar: “Si yo pudiera parir hombres estaría en la casa de crías, pariendo y haciendo el amor con los sementales, pero solo doy hembras y solo se puede parir una, tu eres mi cuarta, dos han muerto y una me la quitaron pequeña, la tienen los hombres”.
La niña se duerme, está quieta a su lado, se entretiene mientras queda dormida; jugando con los pelos de las axilas de su madre, el cielo de pronto se cubre de manchas oscuras, la luna deja verlas.
Yusa se levanta, se cansa de hacer siempre lo mismo, de no atreverse a partir, son murciélagos y planean, no va tirar una vez mas las piedras, da mucho trabajo encontrarlas, cada vez escasean mas en tierra firme, son piedras llenas de pinchos y muy ligeras, tiene que ahorrarlas, hoy le darán por lo menos diez azotes y la pondrán en el oasis que tiene más espinas para que lo hombres la violen, ya esta acostumbrada. Camina. Deja atrás a la niña que duerme, siente de pronto otra mancha de murciélagos que cae en la planicie, se arrastran, la niña comienza a gritar en la noche clara, los murciélagos tienen muy buen oído.
Yusa se aleja llorando, maldice el destino, su debilidad, ese deseo ancestral la mantiene atada a las costumbres que no le pertenecen a su raza. Se pone el tira piedras en la cabeza, toca sus pechos; vacíos. El pomo de madera hasta la mitad le tiembla en las manos. Se acerca poco a poco, es la ultima en llegar. Los hombres miran a Yusa con la mirada encendida. El consejo está reunido.
Danny Echerri
Villa Clara, Cuba, 1982.
Psicólogo. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.
Lia.
ReplyDeleteTus entradas son siempre sorprendentes.
Te he dado un premio: Gracias por Amar a Cuba.
Envié un e-mail con la foto que es chiquita para que la coloques en el blog tuyo y el enlace por si puedes entrar al mío.
También tiene el premio Octavo Cerco de Claudia.
Un beso.
Armienne.