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Edgelit

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Edgelit/Borde.de.luz

Adagio de Habanoni


Fotografías de Silvia Corbelle y Orlando Luis Pardo

mi habanemia

La Habana puede demostrar que es fiel a un estilo.

Sus fidelidades están en pie.

Zarandeada, estirada, desmembrada por piernas y brazos, muestra todavía ese ritmo.

Ritmo que entre la diversidad rodeante es el predominante azafrán hispánico.

Tiene un ritmo de crecimiento vivo, vivaz, de relumbre presto, de respiración de ciudad no surgida en una semana de planos y ecuaciones.

Tiene un destino y un ritmo.

Sus asimilaciones, sus exigencias de ciudad necesaria y fatal, todo ese conglomerado que se ha ido formando a través de las mil puertas, mantiene todavía ese ritmo.

Ritmo de pasos lentos, de estoica despreocupación ante las horas, de sueño con ritmo marino, de elegante aceptación trágica de su descomposición portuaria porque conoce su trágica perdurabilidad.

Ese ritmo -invariable lección desde las constelaciones pitagóricas-, nace de proporciones y medidas.

La Habana conserva todavía la medida humana.

El ser le recorre los contornos, le encuentra su centro, tiene sus zonas de infinitud y soledad donde le llega lo terrible.

Lezama

habanera tú

habanera tú
Luis Trapaga

El habanero se ha acostumbrado, desde hace muchos años, a ese juego donde silenciosamente se apuestan los años y se gana la pérdida de los mismos.

No importa, “la última semana del mes” representa un estilo, una forma en la que la gente se juega su destino y una manera secreta y perdurable de fabricar frustraciones y voluptuosidades.

Lezama

puertas

desmontar la maquinaria

Entrar, salir de la máquina, estar en la máquina: son los estados del deseo independientemente de toda interpretación.

La línea de fuga forma parte de la máquina (…) El problema no es ser libre sino encontrar una salida, o bien una entrada o un lado, una galería, una adyacencia.

Giles Deleuze / Felix Guattari

moi

podemos ofrecer el primer método para operar en nuestra circunstancia: el rasguño en la piedra. Pero en esa hendidura podrá deslizarse, tal vez, el soplo del Espíritu, ordenando el posible nacimiento de una nueva modulación. Después, otra vez el silencio.

José Lezama Lima (La cantidad hechizada)

Medusa

Medusa
Perseo y Medusa (by Luis Trapaga)

...

sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir;
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.

la maldita...

la maldita...
enlace a "La isla en peso", de Virgilio Piñera

La incoherencia es una gran señora.

Si tú me comprendieras me descomprenderías tú.

Nada sostengo, nada me sostiene; nuestra gran tristeza es no tener tristezas.

Soy un tarro de leche cortada con un limón humorístico.

Virgilio Piñera

(carta a Lezama)

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Luis Trápaga

ay

Las locuras no hay que provocarlas, constituyen el clima propio, intransferible. ¿Acaso la continuidad de la locura sincera, no constituye la esencia misma del milagro? Provocar la locura, no es acaso quedarnos con su oportunidad o su inoportunidad.

Lezama

Luis Trápaga Dibujos

Luis Trápaga Dibujos
Dibujos de Luis Trápaga

#VJCuba pond5

Pingüino Elemental Cantando HareKrishna

Elementary penguin singing harekrishna
o
la eterna marcha de los pueblos victoriosos
luistrapaga paintings
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Libertad para Danilo

May 8, 2009

Henri Michaux: Ideogramas en China

Henri Michaux

Ideogramas en China

a Kim Chi

Trazos en todas las direcciones. En todos los sentidos comas, rizos,
corchetes, acentos, se diría, a cualquier altura, a cualquier nivel;
desconcertantes zarzal de acentos.

Arañazos, roturas, verticales que parecen haber sido detenidas de repente.

Sin cuerpo, sin formas, sin contornos, sin simetría sin un centro, sin
recordar nada conocido.
Sin regla aparente de simplificación, de unificación, de generalización.
Ni sobrios ni depurados ni despojados.
Cada uno como dispersado,
tal es el primer momento*1

Ideogramas sin evocación.

Caracteres variados para nunca acabar.
La página que los contiene: un vacío lacerado.
Lacerado por múltiples vidas indefinidas.

Hubo, sin embargo, una época en que los signos eran aún parlantes, o casi,
ya alusivos, mostrando más que cosas, cuerpos o materias, mostrando grupos,
conjuntos, exponiendo situaciones.

Hubo una época. Hubo otras. Sin querer simplificar ni abreviar, cada una con
la tarea de desviar por su propia cuenta, se puso, enredando las pistas, a
manipular los caracteres de manera que los alejara aún más de un nuevo modo
de legibilidad primitiva.

Pasaje
El gusto por ocultar ha triunfado. La reserva, la prudencia ha triunfado, la
retención natural, la instintiva tendencia china a borrar sus huellas, a
evitar encontrarse al descubierto.

El placer de estar oculto ha triunfado. Así lo escrito en lo sucesivo
resguardado, secreto; secreto entre iniciados.

Secreto difícil, amplio, costoso al compartir, secreto para formar parte de
una sociedad dentro de una sociedad. Círculo que, durante siglos y siglos,
va a permanecer en el poder. Oligarquías sutiles.

El placer de abstraer ha triunfado.
El pincel permitió el paso, el papel facilitó el pasaje.

Lo real original, lo concreto y los signos que estaban cerca, y desde ese
momento se podía cómodamente abstraerse de ellos, abstraer, ir rápido,
rápido con bruscos trazos que se deslizan sin resistencia sobre el papel y
permiten de otro modo ser chino.

Abstraerse había ganado.
Ser mandarín*2 había ganado.

Primeramente modificados con prudencia, en el naciente irrespeto y la
alegría que «así iba bien», que siempre se seguía...

Llevados por la irresistible imprudencia de la búsqueda, los inventores -los
de un segundo tiempo- aprendieron a separar el signo de su modelo (a tientas
deformándolo, sin osar aún categóricamente cortar lo que une la forma al
ser, el cordón umbilical de la semejanza) y así se separaron, habiendo
rechazado lo sagrado de la primera relación «escrito-objeto».

La religión en la escritura retrocedía. La irreligión de la escritura
comenzaba.

Desparecidos, los caracteres «sentidos», inclinados sobre la realidad;
desaparecidos del uso, de la lengua; no desaparecidos de la piedra de las
antiguas tumbas y de los vasos de bronce de las antiguas dinastías, no
desaparecidos de los huesos adivinatorios.
Más tarde, buscados en todos los puntos del Imperio Medio, los caracteres de
antaño, cuidadosamente reunidos, vueltos a copiar, fueron interpretados por
los letrados. Un inventario, un diccionario de los signos de origen
aparecía.

¡Reencontrados!
y se reencontraba al mismo tiempo la emoción de las tranquilas
y serenas y tiernas grafías.

Los caracteres resucitados en su intención primera revivían.

A la luz de esto cualquier página escrita, cualquier superficie cubierta de
caracteres, se vuelve hormigueante y abundante...
llena de cosas, de vidas, de todo lo que existe en el mundo...
en el mundo de China.

llena de lunas, llena de corazones, llena de puertas.
llena de hombres que se inclinan.
que se retiran, que se disputan, que hacen las paces
llena de obstáculos
llena de manos derechas, de manos izquierdas
de manos que se estrechan, que se responden, que se unen
para siempre
llena de manos frente a frente,
de manos de guardia, de manos ocupadas.

llena de mañana
llena de puertas
llena de agua que cae gota a gota de las nubes
llena de barcas que cruzan de una orilla a otra
llena de levantamientos de tierra
llena de crisoles
y de arcos y de fugitivos
y llena de calamidades
y llena de ladrones que llevan bajo el brazo objetos robados
y llena de codicias
y llena de discusiones
y llena también de palabras sinceras
y llena de reuniones
y llena de niños nacidos con fortunas
y llena de huecos en la tierra
y de ombligos en el cuerpo
y llena de cráneos
y llena de fosas
y llena de pájaros de paso
y llena de recién nacidos -¡cuántos recién nacidos!-
y llena de metales en las profundidades del suelo.

y llena de vírgenes
y llena de vapores que suben de los pastizales y de los pantanos
y llena de dragones
llena de demonios que erran en el campo
y llena de todo lo que existe en el universo
así o reunido de otro modo
elegido a propósito por el inventor de signos
para estar juntos
escenas para reflexionar
escenas de toda clase
escenas para ofrecer un sentido, para ofrecer muchos,
para proponerlos al espíritu
para dejarlos emanar
grupos que derivan en ideas
o que se convierten en poesía.

Una parte del primer tesoro permanecía perdida. Etimologías seguras
permanecen sin embargo lo suficiente para que un letrado consumado en
numerosos casos reconozca de paso los orígenes y reciba, en el momento de
trazar los caracteres en su forma actual, una inspiración que viene de
lejos.

Por alejado que esté del antiguo, el carácter nuevo, puede reanimar el
objeto por la palabra.

Sin otro saber, bastaría -gracias a sus sutiles trazos matizados.

El chino, lengua hecha para la caligrafía *3 . la que induce, que provoca
el trazado inspirado.

El signo presenta, sin forzar, una ocasión de volver a la cosa, al ser que
sólo tiene que deslizarse dentro, al paso, expresión realmente expresiva.

Por largo tiempo el chino había experimentado, como en otros terrenos, el
encanto de la semejanza; primeramente la cercana, luego la semejanza lejana,
luego, la composición de los elementos semejantes.

Barrera también. Había sido preciso saltarla.

Incluso la de la más lejana semejanza. Carrera sin retorno.
Semejanza definitivamente hacia atrás.

Los chinos estaban llamados a otro destino.

Abstraer es liberarse, desatascarse.

El destino del chino en la escritura era la absoluta ligereza.

Los caracteres evolucionados convenía más que los caracteres arcaicos a la
velocidad, a la agilidad, a la viva gestualidad. Cierta pintura china de
paisaje requiere velocidad, sólo se puede hacer con la misma distensión que
la pata del tigre que salta (Sin embargo para eso hay que estar recogido,
concentrado, sin tensión.*4 )

De manera semejante el calígrafo debe primeramente recogerse, cargarse de
energía para liberarse de ella y seguidamente, descargarse de ella. De un
golpe. *5

El saber, los «cuatro tesoros» del cuarto de la literatura (el pincel, el
papel, la tinta, el tintero) es considerable y complejo.
Pero después...

La mano debe estar vacía con el fin de no obstaculizar el influjo que le es
comunicado. Debe estar lista para el menor impulso como para la mayor
violencia. Soporte de efluvios, de influjos.

...De una cierta manera semejante al agua, a lo que ella tiene de más fuerte
y liviano, de menos perceptible, como son sus pliegues*6 , que siempre
fueron tema de estudio en China.

Imagen del alejamiento: el agua que no se ata, siempre lista a
instantáneamente partir de nuevo, agua que incluso antes de la llegada del
budismo, hablaba al corazón del Chino. Agua, vacía de forma.

Yi Tin, Yi Yang, tche wei Tao
Un tiempo Yin, un tiempo Yang
He ahí la vía, he ahí el Tao.

Vía por la escritura.

Ser calígrafo, como se es paisajista. Mejor. El calígrafo es en China la sal
de la tierra.

En esta caligrafía -arte del tiempo, expresión del trayecto, de la carrera-
lo que suscita la admiración (fuera de la armonía, de la vivacidad, y
dominándolas) es la espontaneidad, que puede llegar hasta el estallido.
No imitar más a la naturaleza. Significarla. Por trazos, impulsos.
Asceta de lo inmediato, del rayo.

Tal como ellos son actualmente, alejados de su mimetismo de otros tiempos,
los signos chinos tienen la gracia de la impaciencia, el vuelo de la
naturaleza, su diversidad, su manera inigualable de saber plegarse, volver a
saltar, erguirse.

Como hace la naturaleza, la lengua en China propone a la vista, y no decide.

Su poco de sintaxis que deja adivinar, recrear, que deja lugar a la poesía.
De lo múltiple sale la idea.

Caracteres abiertos en varias direcciones.

Equilibrio.

Toda lengua es un universo paralelo. Ninguna con más belleza que la china.

La caligrafía la exalta. Ella perfecciona la poesía; es la expresión que
hace el poema válido, que avala al poeta.

Justa balanza de los contradictorios, el arte del calígrafo, marca y paso,
es mostrarse al mundo -semejante a un actor chino que entra en escena, dice
su nombre, su lugar de origen, lo que le ha pasado y lo que acaba de hacer-,
es rodearse de razones de ser, procurar su justificación. La caligrafía: se
hace patente por la manera en que se trata a los signos, en que se es digno
de su saber y se es de verdad un letrado. Por ahí, se estará... o no
justificado.

La caligrafía, su papel mediador, y de comunión, y de suspenso.

¿Qué le hubiera sucedido, en Occidente, a una lengua tuviese sólo una
parcela de las posibilidades caligráficas de la lengua china? Las épocas
barrocas que le seguirían y los descubrimientos de los individualistas, las
rarezas y extravagancias, excentricidades de toda clase...

La lengua china era capaz de ello. Ofrece en cualquier parte ocasiones para
la originalidad. Cada carácter proporciona una tentación.

Sin en autores diversos, se toma, separándolo del texto y de su contexto, un
carácter fácilmente reconocible, naturalmente bello y lleno de sentido, la
palabra corazón por ejemplo, tan alejados como estén sus trazos
constitutivos, por más que sea para recordarlo, éste sin embargo va a
revivir, por su trazado, en cualquier escriba una vida particular. Se lo
puede observar, en uno, en otro, en cada uno y por todas partes diferente.
Corazón generoso o valiente, o corazón que quiere hacer creer, o corazón
alrededor del cual sería bueno vivir, corazón pleno de paz profunda, corazón
condescendiente y cálido, o corazón que no se turba por nada, que siempre
sale adelante, o corazón liviano que no se fijará, o temeroso, o corazón
sumiso, o bien corazón que con nada parte, o corazón entrometido, o corazón
en espera, corazón que busca la aventura, o corazón seco, o plácido, o al
contrario que nada detiene, o corazón decididamente alerta, perfecto que,
incluso sobre una fibrosa hoja de papel de arroz, podrá vivir aún siglos y
dejarse admirar.

A cualquier calígrafo la propiedad del corazón, la vida del corazón le es
ofrecida. Pero no por la originalidad, sino filtrada, y a quien no se le
permite más que transparentarse.

Es mal visto, bajo y vulgar exhibirse.

La «justa proporción», el «justo lugar», es lo único que importa.

Y la página perfecta es la que «parece trazada de un solo trazo».

La China virtuosa, ocupada por la armonía, no habría apreciado lo ridículo.

La escritura debe tener una virtud tonificante. Ella es una conducta.

Mostrar un bello equilibrio, uno que sea ejemplar. Aun los apasionados que
fueron llamados «locos de caligrafía», y que perdían en ella el beber y el
comer y el sueño y el equilibrio de una vida, cuando retomaban el pincel,
trazaban caracteres exentos de desequilibrio, henchidos al contrario de un
soberbio y nuevo equilibrio.

El orden superior es dinámico.

Así la escritura china, salvada a la vez del barroco*7 , y de la rigidez,
trampas de las caligrafías.
China, país donde se meditaba sobre los trazado de un calígrafo, como en
otro país se meditará sobre un mantra, sobre la sustancia, el principio, o
sobre la Esencia.

Caligrafía junto a la cual, simplemente, permanecemos como junto a un árbol,
a una roca, a una fuente.

1 * Lo que, pareciendo letras ilegibles, fue comparado con pasos de
insectos, con inconsistentes huellas de patas de pájaros en la arena,
continúa llevando, sin cambiar, siempre legible, comprensible, eficaz, la
lengua china , la lengua viva más vieja del mundo.
2 * Reducidos, deformados como están, esos caracteres ilegibles para
centenares de millones de Chinos, sólo eran letras muertas. Mantenidos fuera
del círculo de los letrados, los campesinos, ciertamente los miraban sin
comprenderlos, pero no sin sentir que eran para ellos, esos signos ligeros,
parientes de los techos curvos, de los dragones y personajes de teatro;
también de los dibujos de las nubes, y generalmente de los paisajes de ramas
floridas y hojas de bambú que habían visto y apreciaban en imágenes.
3 Antes que caligrafía, arte de la escritura. En las otras lenguas,
excepto el árabe, la caligrafía cuando existe no es más que la expresión de
un tipo psicológica o, en las grandes épocas, de un modo ideal a menudo
religiosa. Existe rigidez, compostura recta, uniformemente recta, que hace
de las líneas son palabras, corsé de nobleza, de liturgia, de gravedad
puritana.
4 * La meditación, el recogimiento ante el paisaje puede durar veinte
horas y la pintura sólo algunas decenas de minutos. Pintura que deja lugar
al espacio.
5 * La distensión del tigre -Incluso en la religión. En el Tch`an, en el
Zen- es la intantaneidad de la iluminación que allá golpea.
6 * Pliegues profundos, pliegues finos, arrugas del agua que fluye, o
que ha caído en cascada, y que vuelve gorgoteando a la superficie. Los
pintores son célebres por sus pliegues de agua, y el admirable Wang Wei
mismo lo es por haber encontrado el pliegue "de la lluvia y de la nieve".
7 * Caligrafía salvaje.
En Japón últimamente se han tomado grandes libertades y encontrado nuevas
alegrías de desmesura con la caligrafía.
Estas libertades podrían -¿quién sabe?- dispersarse un día en el Asia china.

Traducción y prólogo de Jorge Miralles para Torre de Letras, La Habana, 2008
Pictografías, ideogramas, y otros movimientos: una breve antología

Trazos para una contra-escritura
abstraer, ir rápido, rápido con bruscos trazos...

En 1937 la galería Paul Magné, antigua galería de la Pléiade, del boulevard
San Michel anunciaba del 3 al 23 de junio las Gouaches d`Henri Michaux, pese
a las reticencias de su amigo Jean Paulhan, quien en aquel entonces ocupaba
el puesto de redactor en jefe de La N.R.F que, por aquellos años, era uno de
los centros más influyentes de la literatura y del pensamiento en Europa.
Michaux tuvo su debut como pintor después de diez años de incertidumbres y
tensiones entre escritura y pintura. La primera debido significar, desde sus
primeros libros Les rêves et la jambe (1923) y Qui je fus (1927) hasta
Voyage en Grande Garabagne (1936), la búsqueda de una aventura y de un
espacio de representación donde las palabras le llevaran a remontar el
límite de lo real, en consonancia, el imaginario del escritor no podía
lidiar con aquel otro mundo o experiencia (viajes por América y por el
Extremo Oriente, de ahí sus otros dos libros: Ecuador (1929) y Un barbare en
Asie (1933), este último traducido por Jorge Luis Borges) sin antes
agotarlos y proporcionar, a través de su escritura, un espacio interior que
luego se transformaría en signos.
De modo que al hablar de la pintura de Michaux, paradójicamente, uno se ve
enfrentado a la lectura de su escritura donde una segunda ventana se abre Au
pays de la Magie (1941), Ici, Poddema (1946), Plume (1938) para mostrarnos
los trazos de un mundo enigmático y, al mismo tiempo, fascinante. En el que
muchas veces esos animales fantásticos, insectos, plantas y monstruos
-propios del zoo michauxiano- apenas adquieren una forma definida, acabada,
sino que más bien son fragmentos de rostros, manchas diluidas, aguafuertes
que traslucen, desde una lejanía interior, la apariencia de lo real. El
espejismo de la caligrafía china y de las rupturas del lenguaje no son más
que provocaciones que se anexan a ese espacio y a su incesante voluntad
creadora por superar las barreras de contención de la crítica literaria y de
los movimientos de vanguardia.
Tanto es así, que la obra de Michaux permanece inclasificable a pesar de sus
conexiones (Paul Klee, Max Ernst y Giorgio de Chirico) con los surrealistas
y de su radicalismo a favor de un lenguaje abstracto (Wolfgang Schulze). En
más de una ocasión se declaró un solitario, al punto que hoy pudiera leerse
dentro de la tradición de los moralistas franceses:

Es un combate sin cuerpo para el cual es preciso prepararte, de tal
forma que puedas enfrentarlo en cualquier caso, combate abstracto que, al
contrario de otros, se aprende mediante el ensueño. (Poteaux d`angle
[Postes angulares], 1971)

Henri Michaux marcó rápidamente su disensión del grupo surrealista -así como
renegó, tempranamente, de su origen belga y su familia- al cual se refiere
en una carta dirigida a Francis J. Carmody el 7 de abril de 1951 donde,
apropósito de una pregunta que le hiciera un profesor norteamericano de paso
por París, declaró:

El surrealismo es un grupo y un movimiento del cual nunca he formado parte.
Jamás he colaborado, por poco que sea, en sus actividades, en sus
manifiestos, en sus revistas. Ellos nunca me han considerado como uno de
los suyos, ni citado. Hemos, ellos como yo, cuidadosamente evitado estar
reunidos, sin hostilidad, por otra parte... (Henri Michaux, J.P.Martín)

A pesar de ello, Michaux sentía una gran admiración y respeto por algunos de
los escritores y artistas surrealistas, tal es el caso de
Antione-Marie-Joseph Artaud, a quien había apoyado como integrante del
comité des amiés d´Artaud (dirigido por el pintor Jean Dubuffet) y con
quien, coincidentemente, compartía experiencias como el uso de las drogas
(LSD, peyote y hongos alucinógenos) y los viajes -experiencias del espíritu
y finalmente literarias. Por otra parte Artaud había publicado, el mismo año
de la primera exposición de Michaux, en La Nouvelle Revue Française, Un
vogaye au pays des Tarahumaras; además, el autor de Lontain intérieur (1938)
había prolongado la primera edición de Poisson Soluble de André Breton y
codirigido la revista de la literatura belga Le Disque vert en la que sus
amigos Franz Hellens y Camille Goemans eran fervientes seguidores de las
corrientes francesas de vanguardia.
Según nos cuenta, en su biografía sobre Henri Michaux, Jean-Pierre Martin
(ed.N.R.F. Gallimard, 2000) la aversión por el origen belga y sus conexiones
con el surrealismo se pusieron a prueba una vez que tuvo las primeras
referencias de la obra de Magritte quien, en noviembre de 1964, había
expuesto sus cuadros en la galería Iola y los había hecho acompañar con un
texto de A. Breton: Envergure de René Magritte. Sin embargo para Michaux,
que poco o casi nada había reparado en aquellas pinturas, "que las había
visto sobre todo en fotografías, en blanco y negro", constituyó "una
revelación" y "un llamado a la escritura".
De ahí que En rêvent à partir de peintures énigmatiques al proponer una
escritura, a través de la pintura, de inicio -desde una perspectiva, en
total complicidad con el autor de Affrontements (1972), fuera del cuadro
donde se desfigura al pasar por la grafía y se transforma una vez más en
signos- a una contra-escritura donde "lo que alguna vez fue visto" es
nuevamente evocado por su condición residual. De manera tal que los objetos,
el paisaje o "lo representado" es, antes de ser leído, un trazo.

Y dice Michaux citando a Magritte:

Cualquiera que sean los trazos, las palabras, los colores dispuestos en una
página, escribía R. M. (con Retórica), la figura que se obtiene está siempre
llena de sentido.

La primera versión de En rêvent... fue publicada en diciembre de 1964 en el
Mercure de France, pero ya desde los años cincuenta, Michaux aparece, dentro
de la crítica de arte, como uno de los iniciadores de Tachisme de la escuela
de París (Wols, Jean-Paul Riopelle, George Mathieu, Jean Fautrier y Camille
Byren) que, bajo la tutela del crítico Michel Tapié, daba renombre a un arte
no figurativo: "abstracción lírica" o "expresionismo abstracto", en el que
la mancha tiene un rol importante y donde el pintor no controla la forma
sobre el cuadro, sino, más bien, la energía empleada en los gestos al
manipular la pintura sobre el lienzo; por otra parte, conoce a los pintores
graphistes -de origen belga- Cristian Dotremont y Pierre Alechinsky que
incursionan en los orígenes de la escritura ("mi finalidad es la unidad de
inspiración verbal gráfica") y que, motivados por equivalentes gráficos como
la glosolia y los logogramas, exponene a finales de los años setenta en
París. De hecho fue P. Alechinsky quien, un día de 1978, convidó a Henri
Michaux a visitar una exposición de Dotremont y, para sorpresa de su amigo,
"se creyó plagiado" y luego, al "distinguir, a través de las pinceladas y
las bandas de tinta, las transcripciones de Dotremont, que les fueron
presentadas como una suerte de caligrafía ("Yo exagero lo escrito", decía
Dotremont), HM se calmó. Terminó por sonreír: ¿logogramas? Entonces es otra
cosa."
Sí, en opinión de Jean Gérad Lapacherie, puesto que lo que Michaux
propone es finalmente un acercamiento a la caligrafía china a través de su
propia práctica de pintura abstracta. Interpretaciones "poéticas" o
"literarias" de ideogramas que habían sido analizados por sinólogos como
Víctor Segalen y René Etiemble, abren un nuevo diálogo sobre el Oriente y,
en particular, la literatura occidental encuentra otras formas de
acercamiento a una escritura radicalmente diferente, cuyos símbolos -al
contrario del alfabeto latino- no señalan, necesariamente, a la lengua.

Unas veces, la escritura china -observa Lapacherie- está
interpretada como si sus signos fuesen imágenes de objetos. Es la
interpretación "figurista", que defienden los Jesuitas de Cantón, Etiemble
o, de vez en cuando, Segalen. Otras veces, está compuesta por símbolos
abstractos, que remiten, como las cifras y los símbolos matemáticos, a las
ideas, los conceptos o las operaciones. Es la interpretación algebrista, la
de Wilkins y la de Leibniz o, en menor grado, la de Claudel. (Henri Michaux
et les Idéogrammes, J.G. Lapacherie)

Tanto Paul Claudel (Idéogrammes occidentaux , ed. Gallimard, 1965), Henri
Michaux (Idéogrammes en China, ed. Fata Morgana, 1975) como Roland Barthes
(L´Empire des signes, ed. Skira-Flammarion, 1970) recuperan -Es necesario
señalar, dentro de la poesía francesa -aunque con una marcada diferencia de
fuentes e influencias-, los Caligramas e ideogramas de Guillaume Apollinaire
(1880-1918). Ver, Modenidad de Apollinaire, Saul Yurkievich, ed. Losada,
Buenos Aires. (pp.170'182)- al mismo tiempo que extienden sus límites- la
tradición interpretativa de la escritura china que había comenzado en
occidente con los jesuitas en el siglo XVIII y, sobre todo, con Athanasius
Kircher: China monumentis (1967), obra de la que se sirvió Gottfried Wilhelm
Leibniz para su teoría del lenguaje y de la que el autor de Mouvements
(1952) se separa, alejándose de ambas tesis: la figurista y la algebrista,
para regresar a la caligrafía china y, por mediación de ella, a la pintura
abstracta o contra-escritura. Sin embargo, a Michaux le tomó más de
cuarenta años, entre un libro y otro (de Un barbare en Asie, 1933 a
Idéogrammes en China, 1975), salir de la abstracción algebrista -como apunta
J-G. Lapacherie- y pasar a otra abstracción: "lírica, informal, caligráfica,
gestual, pictural". Es por ello que tras su primer viaje a China en 1932, se
dedicó al estudio de la literatura china y a la práctica de diferentes
estilos de escrituras: "escrituras sigilosas; inscripciones arcaicas en
fragmentos de hueso o carapachos de tortugas; escrituras antiguas
(ta-tchuan); escrituras oficiales, llamadas de funcionarios; y, sobre todo,
la famosa cursiva "cao shu" o, en la antigua transcripción ts`ao-tseu,
llamada también escritura de hierba."
Michauz debió experimentar, a través de estas escrituras arcaicas, una
búsqueda que lo aproximaba -como infatigable viajero del mundo interior:
"anti Pierre Loti, anti Paul Morand"- a las profundidades de otros mundos,
al abismo de su propio imaginario, sin duda; pero , mientras cada arañazo o
contoneo de la mano fue trazando, delineando un movimiento nuevo,
sorpresivamente nos acercaba, a medida que borraba las palabras y los
caracteres chinos sobre el papel, a aquellas insondables profundidades donde
alguna vez -¡sabe Dios cómo!- tiró el ancla un experto marinero (al igual
que Joseph Conrad y Herman Merville, Michaux se hizo marino) y nos abrió las
puertas de un arca perdida por donde emergieron ¿a lo real? Personajes y
criaturas extrañas, se nos hicieron, por fin, visibles: Émangolones, Zygelas
notatas, Orbuses, el Ouglab, Nijidus y Rocodis...; o, tal vez él, como otros
tantos viajeros a fuerza de querer habitar mundos desconocidos (...el país
de la Magia, por ejemplo), de querer vivir permanentemente límites
imposibles (los sueños, las drogas), de querer cruzar fronteras prohibidas
-aun cuando fuese dado pensarlo como real- (el imaginario), no nos trajo de
vuelta más que los restos de una escritura indescifrable, manchas, signos
encriptados en la naturaleza como aquellos que, según Bruno Roy citado por
J-P Martin, un día le llevaron -con ochenta años- a un zoológico de
Barcelona a ver a un gorila albino, bautizado con el nombre de Flocon de
neige y allí estuvieron, durante más de una hora, los dos, observándose.
Nunca sabremos con certeza qué interés pudo motivarle, qué reacciones
provocó en el visitante ensimismado que contemplaba frente a una jaula, ¿era
él o Flocon de neige quien registraba los movimientos, las piruetas, los
signos? ¿Cuál de ellos se anticipaba en un aprendizaje? ¿Buscaba el escritor
alejado de lo humano, en un tiempo mítico, descifrar sus primeros
movimientos? El restaurador -como buen humano- cierra la brecha moral,
antepone sobre el papel, un impulso que se vuelve naturaleza y escritura:

En tus primeros dibujos de niño cuando comenzabas a
garabatear, ponías en la forma humana los brazos a tu manera. Salían de la
cabeza, del pecho, de todas partes. Brazos hacia lo alto, hacia lo ancho,
brazos para estirarte, para extenderse, para extenderte más, llevarte a la
aventura, brazos de la fortuna sin saber dónde van a llegar, brazos al azar.

Y más adelante agrega, refiriéndose a los primates, en la misma página:

El chimpancé, como tú, desde que le ponen una tiza entre
los dedos, se consagra por completo a lo que los hombres adultos llaman
garabatos. Aproximativos torbellinos que no cesan. Eso es lo que él tiene
que hacer, que decir, sin fin, sin detenerse una vez que ya lo ha
encontrado. (Poteaux d`angle, 1971 [Postes angulares])

Pero no por ello, el pintor de Gouaches... o el escritor -cómo clasificar a
Michaux?- nos libera del misterio ni de la complicidad de su obra. Lecture
par H. Michaux de huit lithographie de Zao Wou-Ki, 1950 trazó, en
colaboración con el pintor y amigo Zhao Wuji, un puente -aparentemente
separado por extremos opuestos- entre dos mundos, a través del cual se fue
abriendo paso, al tiempo que, escritura y pintura, se convertían en un solo
gesto (movimiento bautizado por la crítica de arte con el nombre: "action
painting" y en el que se asocia a Jackson Pollock, Robert Rauschenberg, Mark
Rothko), en un solo texto -o contra-escritura- que más tarde le llevaría
hasta límites insospechados. Algo que después sería retomado por otros
escritores y pintores, como es el caso, en 1976, del poeta René Char y del
pintor Wilfredo Lam a propósito de una serie de poemas "ilustrados" para una
exposición en Le point cardinal, la misma galería donde Henri Michaux -al
igual que los pintores cubanos Jorge Camacho y Joaquim Ferrer- había
expuesto sus litografías. Aquellas manchas, gestos, signos o palabras
incomprensibles para algunos lectores y sobre todo para el amigo Jean
Paulhan tuvieron, como contrapartida, la insaciable curiosidad de un viajero
infatigable de "mundos interiores", en primer lugar; y luego, la complicidad
-que por aquel entonces se trataba sólo de pequeños sellos editoriales- de
dos editores apasionados y de su perspicaz visión de un libro, Bruno Roy
(ed. Fata Morgana) y René Bertelé (col. Calígrafo, ed. Gallimard),
conquistaron -a pesar del temerario pronóstico comercial-, junto con el
escritor belga, una tierra desconocida y aún indescifrable. Henri Michaux
nos legó para siempre, a través de sus trazos, las sombras chinescas de un
país mágico: el libro, éste con el que ahora -erróneamente, una vez más-
intentamos cruzar el límite tangible de lo real, es decir, tender un puente
para aproximarnos, aunque fuese brevemente, al imaginario de uno de los
poetas más radicales e inclasificables del siglo XX. O, como diría André
Gide (Découvrons Henri Michaux, 1941) sobre el autor de esta inconclusa
antología:

Sensación o pensamiento, él la sigue, sin
preocuparse de que parezca extraña, rara o incluso descabellada. La prolonga
y, como la araña, se cuelga a un hilo de seda,
dejando que el aliento poético lo arrastre, él
mismo no sabe a dónde, con todo su ser abandonado, nos hace recordar lo que
dijo Nietzche: "somos perfectamente
sinceros sólo en nuestros sueños".

Jorge Miralles
La Habana, 2008

Es necesario un obstáculo nuevo para un nuevo saber. Vela periódicamente
para provocarte los obstáculos, obstáculos para los cuales debes encontrar
una defensa... y una nueva inteligencia.

Sé capaz en cualquier sitio que te encuentres de reconocer tu eje.
Después percibirás.

El pensamiento antes de ser obra es trayecto.

El hombre transforma su cólera de tal manera que nadie la reconoce. Pero él,
siendo sensato, la reconoce... a veces.

....Tontos por haber sido inteligentes demasiado temprano, tú, no te
precipites hacia la adaptación.
Siempre guarda un poco de inadaptación.

Lo real original, lo concreto y los signos que estaban cerca, y desde ese
momento se podía cómodamente abstraerse de ellos, abstraer, ir rápido,
rápido con bruscos trazos que se deslizan sin resistencia sobre el papel y
permiten de otro modo ser chino.

Abstraer es liberarse, desatascarse.

Sin otro saber, bastaría, -gracias a sus sutiles trazos matizados.

Desaparecidos, los caracteres arcaicos que emocionaban el corazón.
Desaparecidos, los signos sensibles que colmaban a sus primeros lectores.

Desparecida la veneración, la ingenuidad, la primera poesía, la ternura en
la sorpresa del original, "encuentro", desaparecido el trazado aún
"piadoso", la tranquila cursiva.
(Intelectuales ausentes y sus vivos trazados, aún por llegar, sus trazados
de intelectuales... describa).

etiquetas: poesía art-S

1 comment:

  1. Traducir a Michaux es una aventura en la que puede ocurrir cualquier cosa. A veces me suena al Sudoku, uno de esos difíciles donde finalmente te la juegas y pones un número cualquiera de los posibles, y si sale bien lo acabas, y si no, fracasas. Tu traducción es genial porque, como él, retuerces la sintaxis. Con todo, Michaux enriquece, no como una lotería sino como un amor. Felicitaciones desde España

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Luis Trápaga

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