Jorge Enrique Lage
La Habana
En el prólogo a su más reciente libro, Antes del mediodía (memoria del sueño), Soleida Ríos arranca diciendo: "Conservo en mi PC y en cientos de papeles amarillos y en varios kilómetros de cintas grabadas, un nutrido Archivo de Sueños".De semejante archivo, que se antoja potencialmente peligroso y que según la escritora santiaguera es fruto de muchos años de diálogo con personas de las más diversas ocupaciones, edades y credos, se desprende un libro bastante singular: dossier, documentación, reciclaje, todo a la vez. Antes del mediodía quizás pudiera aproximarse al género testimonial, pero de inmediato va a surgir la pregunta: ¿testimonios de qué?
Se trata, en su mayoría, de sueños cubanos —también hay argentinos, chilenos, mexicanos—, y entre los soñadores se encuentran —también hay estudiantes, profesores, un general retirado, una prostituta, un travesti, una monja, etc.— varios nombres importantes de la cultura cubana.
Alicia Alonso, por ejemplo, sueña que siempre llega tarde al escenario, que suena la música y ella se pierde la entrada. Jorge Perugorría sueña con su abuelo o con el espíritu de su abuelo, maquinista y buscador de oro en los pueblos de Oriente. Zaida del Río sueña con una ciudad parecida a Praga, donde están todos los muertos que ella conoce. Silvio Rodríguez, con el mar encrespado inundando La Habana y miles de figuritas luminosas que nadan entre los edificios.
Félix Savón, por su parte, le cuenta a Soleida Ríos: "no sé ni en qué año, ni en qué etapa, soñaba que yo me trataba con Fidel así como normal, como si fuéramos familia, andábamos parriba y pabajo así, en la guerrilla y así, construyendo, yendo parriba y pabajo, caminando el mundo con él, con Fidel ahí, y entonces Fidel no me dirigía a mí, yo era el que dirigía a Fidel en el sueño, ¿tú me entiendes?, le decía esto, lo otro, y Fidel hacía lo que yo decía".
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Por supuesto, en las transcripciones reunidas en Antes del mediodía —la autora copia también unos fragmentos del diario inédito de Antón Arrufat, y una página de El oficio de perder, de Lorenzo García Vega— las voces predominantes vienen del mundo de las letras. Y el tono predominante es la pesadilla.
Lina de Feria se ha soñado desnuda, perseguida y apedreada en medio de la calle. Teresa Melo sueña que un hombre le corta los pies de un hachazo. Víctor Fowler ve una guagua que pierde el control y embiste a una gran masa de gente. Luis Lorente de pronto se ve vomitando, un vómito abundante y lleno de puntillas cabezonas. Alessandra Molina muerde con rabia el sexo de un amante, se lo arranca, y se le desvanece en la boca como una hostia.
Dos noches seguidas, Roberto Zurbano tiene un sueño en el que se ha vuelto loco: "Y yo estaba sin pantalones, entonces venía alguien que me iba a ayudar..., que iba a llamar a alguien..., pero no es a un médico a quien llaman, llaman como a la policía".
Sigfredo Ariel sueña con Alfred Hitchcock; Omar Pérez, con Pello el Afrokán; y Julio Mitjans con Lezama. Lezama entra en la casa de Mitjans y le dice "yo soy tu gordo", y luego empieza a dar vueltas en la sala, pero como no cabe en ella tumba los muebles y termina destrozándolo todo.
Rito Ramón Aroche y Pedro Marqués de Armas sueñan con cabezas. Rito está hablando con un hombre y a éste se le cae la cabeza; él la recoge del suelo y pide a gritos una aspirina. Pedro está durmiendo y en el balcón aparece la cabeza de un viejo que lo mira dormir: "le pido a esa cabeza que se aparte, que se vaya [...] Y no hay manera de que se vaya, sigue penetrando con su risa cínica, su expresión sardónica, y yo le grito singao… Y me despierto".
Charo Guerra sueña que está en una reunión: "Yo estoy sentada, todos estamos situados de manera rectangular... cada cual en su inodoro. Así que si había que orinar o corregir aprovechabas y ya lo hacías ahí mismo. No se podía perder tiempo".
Liudmila Quincoses sueña que está en una celda: "Oigo dos o tres rejas que abren, van caminando y abren rejas y vienen… Yo soy un hombre. Tengo un papel... y trato de esconder el papel antes de que lleguen y casi nunca da tiempo a esconderlo. Hasta que llegan cuatro soldados y me llevan… Hay como un túnel y un patio. Y en ese patio veo a todo el mundo esperando la ejecución".
Reina María Rodríguez se despierta muy nerviosa; formaba parte de una fila de niñas, todas con trenzas largas y vestidas de morado, que corrían huyendo de unos antiguos tanques de guerra. La escritora apunta: "me parece que no he dejado de ser esa persona que tiene mucho miedo y que está en una larga hilera de niñas uniformadas".
¿Podemos hablar de pesadillas antológicas? ¿Cómo rescatar una o dos entre tantas, entre muchas otras? La memoria del sueño, como archivo personal y a la vez colectivo, ¿dónde empieza y dónde termina?
"Una rara intuición me llevó en 1983 a comenzar las entrevistas para recopilar el material base de este libro", nos cuenta Soleida Ríos. Antes del mediodía, continuación de El libro de los sueños (1999), formaría parte de un vasto proyecto iniciado casi tres décadas atrás, un proyecto inconcluso y desde luego interminable.
Lo cierto es que la autora de Secadero y Escritos al revés ha venido marcando un territorio en la literatura cubana. Pero no es el territorio de los sueños sino el de una vigilia constante, el de la búsqueda creativa: la recolección de materiales y formas poéticas, las raras obsesiones, la escritura que cruza fronteras y trafica y no descansa, no se rinde, no se duerme nunca.
"...ampárame Soleida Ríos el insomnio”, le pide José Kozer en uno de sus infinitos poemas. Y hace bien.
Tomado de DDC
Jamila Medina y Soleida Ríos
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