En
1961, Fidel Castro convocó a los intelectuales a una reunión
extraordinaria en la Biblioteca Nacional. Debía
discutir
con ellos seriamente a raíz de la censura de un corto audiovisual
hecho por dos jóvenes cineastas donde se mostraba una Habana
trasnochada y llena de vicios, con rezagos del espíritu burgués.
Ese
día, revólver sobre la mesa, manifestó su célebre frase: “Dentro
de la Revolución: todo, contra la Revolución: ningún derecho”.
Castro parafraseaba a Mussolini quien había dicho algo muy similar
hacia 1925 en la Scala de Milán: «La
nostra formula é questa: tutto nello Stato, niente al di fuori dello
Stato, nulla contro lo Stato».
Cercar
oficialmente el pensamiento distinto ha sido la práctica más común
en los sistemas totalitarios. De esta forma los grupos y las
publicaciones culturales independientes fueron anuladas en los 2
primeros años de iniciado el proceso social llamado “Revolución
cubana”.
Apropiándose
del viejo argumento del dictador italiano, en su panfleto “Palabras
a los intelectuales”, Fidel Castro sembró una amenaza directa e
incuestionable en todos los creadores. La autocensura vestida de
terror pasó a ser entonces compañía inseparable de los artistas y
escritores cubanos.
En
Cuba no sobran los artistas contestatarios, hablamos de un país
donde la Constitución de la República es muy explícita desde que
fue reformada (anticonstitucionalmente) en el año 2002: su carácter
socialista es irrevocable, lo que nos perpetúa en el círculo
vicioso del silencio forzado.
Puede
resumirse en pocas palabras: todo lo que sea en contra de la
Revolución, pues ha de ser, por ley, anticonstitucional,
eternamente.
Es
libre la creación artística siempre que su contenido no sea
contrario a la Revolución,
contradiciéndose a continuación: Las
formas de expresión en el arte son libres.
Constitución
de la República CAPÍTULO
V:
EDUCACIÓN
Y CULTURA. ARTICULO 39/ inciso (ch)
En
Cuba los espacios públicos están vetados para los ciudadanos. En
las calles cubanas suelen escribirse lemas comunistas al estilo de
Fidel
es el pueblo,
Esta
calle es de Fidel
o Patria
o Muerte.
Dicho de este último, ideado por el argentino Ernesto Guevara para
sustituir al original Patria
y Libertad.
En El
hombre y el socialismo en Cuba,
Guevara dictaba que los artistas eran culpables
por naturaleza:
“La culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas
reside en su pecado original: no son auténticamente revolucionarios.
Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original”. (El
hombre y el socialismo en Cuba, Editora política, La Habana, 1988,
pag.23).
En
Palabras
a los intelectuales,
Castro ponía el tema sobre la mesa sin tapujos, luego de que el
escritor Virgilio Piñera, casi sumido desde ese momento en el
ostracismo venidero, expresara el temor colectivo. La respuesta a tal
enfrentamiento de los mal
agradecidos
intelectuales: “La gran preocupación que todos nosotros debemos
tener es la Revolución en sí misma. ¿Es que creemos que la
Revolución no tiene peligros? ¿Cuál debe ser hoy la primera
preocupación de todo ciudadano? ¿La preocupación de que la
Revolución vaya a desbordar sus medidas, de que la Revolución vaya
a asfixiar al arte?” (Palabras a los intelectuales, Ediciones del
Consejo Nacional de Cultura, 1961, Año de la Educación, Pág 6).
Después de este discurso podemos asumir la “normalización de la
censura”, transferida del campo socialista soviético. Una
expresión propia, individual, ya no tendrá cabida en la
construcción
de la sociedad revolucionaria:
solo la propia Revolución tiene derecho a la existencia, y a la
publicidad.
Se
trazaba la política cultural revolucionaria, clasificando a los
artistas en revolucionarios
y
contrarrevolucionarios
y silenciando a estos últimos. En
Cuba, como en cualquier otro régimen del socialismo real,
la censura es un recurso del Estado, inscrito en la Constitución, el
Código Penal y las leyes. (Rafael Rojas, Breve historia de la
censura en Cuba)
Los
mecanismos represivos contra la cultura crítica se mantienen
intactos 59 años después. Contados son los artistas que desafían
abiertamente al gobierno: grafiteros que se atreven a pintar sus
propias expresiones en muros destinados únicamente a eslóganes
políticos, o artivistas
como Tania Bruguera que convocan al pueblo a un micrófono abierto en
la otrora Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, donde solo
pueden tener lugar las masivas marchas nada espontáneas los días de
celebración
nacional.
Atreverse trae serias consecuencias: persecución, amenazas,
intimidación, decomisos, multas, prohibición de salida al exterior
y directamente, calabozo. Sin contar el daño sicológico y emocional
que todas estas medidas
disciplinarias
conllevan. El grafitero Danilo Maldonado, conocido como El Sexto,
cumplió 10 meses de prisión por intentar expresarse, y más
recientemente Yulier P., reconocido artista que llegó a tejer
inútiles lazos con las instituciones encargadas de fiscalizar la
expresión artística, como la Asociación Hermanos Saíz, enfrenta
una sentencia si no se apura en comprar grandes cantidades de pintura
negra para pintar sobre todos sus murales extendidos por toda la
ciudad, en un ultimátum policial de un plazo de 7 días: el artista
obligado a borrar su obra, a anularse no ya como persona, si no su
propia creación, un aberrado castigo que el propio artista considera
una grave humillación.
No
existe procedimiento para notificar o solicitar autorización para
realizar una protesta, ni recursos legales para apelar las decisiones
discriminatorias. No obstante, son frecuentes los desfiles por
céntricas avenidas, convocadas y organizadas por el propio gobierno
con un marcado carácter político-ideológico. Las restricciones
impuestas por el estado a este derecho constitucional de reunión y
manifestación pacíficas, no están provistas en una ley.
Existe
el delito de “propaganda enemiga”, aplicable a cualquier escritor
o artista —dos meses
estuvo encarcelado, sin debido proceso, El Sexto, por escribir la
frase “Se fue”, el día de la muerte de Castro en los bajos del
hotel Habana Libre—, los artículos 53 y 54 del texto
constitucional vigente establecen que las “libertades de palabra,
prensa, reunión, manifestación y asociación” se “reconocen”
siempre y cuando se practiquen “conforme a los fines de la sociedad
socialista” y se ejerzan en los “medios” que ofrece el Estado.
No es extraño que, bajo esa estructura constitucional, se produzca
la anomalía, desde cualquier perspectiva democrática, de considerar
la censura
como un derecho y no como un privilegio del poder. (Rafael Rojas)
Ayer
encerraron a El
Sexto.
A Tania. Hoy amenazan con calabozo al artista callejero Yulier P si
no borra sus murales. Su atrevida acción artística (socialmente
comprometida) pretendía tomar ese espacio público prohibido para
todos. Una intervención callejera, a falta de galerías y espacios
para voces independientes a esa Revolución que terminó
asfixiándolos a todos, como vaticinara Castro en aquellas tan
tempranas Palabras
dedicadas
con precisión a los artistas e intelectuales cubanos, porque, como
es lógico, todo proceso revolucionario debe generar sus mecanismos
de exclusión.
Los
gobiernos no deben controlar el arte y a los artistas, sino
protegerles. El artista tiene derecho a crear la obra que quiere
crear, sin límites. La sociedad tiene el derecho a que sus espacios
públicos sean espacios para la creatividad, para la expresión
artística; porque son también espacios colectivos de conocimiento y
de debate. El espacio público pertenece a la sociedad cívica no a
gobiernos, corporaciones o instituciones religiosas. La libertad de
expresión artística debe prevalecer a pesar de las presiones, de
los chantajes emocionales, de la censura y de la autocensura. El
artista debe ser respetado y valorado por pasar por ese proceso tan
difícil. La censura artística no sólo afecta al artista sino a la
comunidad, porque sienta un tono de miedo y crea una autocensura con
respecto al pensamiento crítico. El artista también tiene el
derecho a ser comprendido desde la complejidad de su disentir. Un
artista no debe ser juzgado primero y discutido después. Un artista
no debe ser encarcelado por proponer una realidad "otra",
por compartir sus ideas. El artista tiene derecho a ser un artivista
(parte artista/parte activista), porque es una parte activa de la
sociedad civil, porque el arte es un espacio seguro desde donde
debatir, interpretar y educar y ese espacio hay que defenderlo.
(Manifiesto
sobre los derechos del artista, de Tania Bruguera).
No comments:
Post a Comment
déjame un guiño...