Vender el conflicto social y económico de la Isla de la Libertad, al cabo de cincuenta años de instaurado el sistema socialista como forma de gobierno, es quehacer constante de realizadores audiovisuales extranjeros y camarógrafos acompañantes, ávidos de retratar las ruinas físicas de la capital de todos los cubanos, amén de la miseria galopante, la aparente indiferencia ciudadana.
Juan de los Muertos, segundo largometraje de ficción del joven director Alejandro Brugués (Personal Belongings), capitaliza para el país, con sátira militante los mitos que atenazan al ser isleño de las últimas décadas, al exponer con recursos del grotesco en comedia de terror, el absurdo cotidiano donde disidentes, blogueros y vagos participan sin solucionar un infinitum de desgracias.
Con sin igual desenvoltura, Brugués arma un excelente espectáculo visual, inédito hasta hoy en la cinematografía cubana, al abordar por vez primera el género, donde señorean los zombies, fracturando así la aburrida modorra discursiva del más reciente producto del cine nacional, pleno de convenciones estéticas y morales.
Entretener, divertir, que el público la pasara bien en las salas, fue propósito consciente del director, que ha sido gratificado generosamente en diferentes escenarios internacionales por públicos agradecidos que le han otorgado el máximo galardón, en festivales que van de Inglaterra a Portugal, de Miami a Panamá, en apenas cinco meses. Comercialmente va marchando viento en popa, en lugares tan lejanos como Japón o Finlandia. Y apenas ha comenzado su carrera.EL JUEGO DEL ARTE
El elemento de juego es lo que separa al arte del salvajismo al representar el sacrificio humano: en la carnicería urbana del filme tiene importancia la risa liberadora de sentimientos, ante lo desagradable, incluso lo horrible. En la violencia de la turba enardecida, el espectador cubano se encuentra con los familiares mítines de repudio, acciones de respuesta rápida y de "rechazo espontáneo" ante las maniobras del "enemigo". La carcajada cómplice es fórmula altamente contagiosa y de universal lectura al definir al enemigo de la sociedad como un espíritu que está dentro de ella. Ridiculizar, reconvenir a desplazados que avanzan hacia el polo opuesto de verosimilitud y luego, por ironía, comienzan el movimiento de vuelta, es logro semántico de Juan de los Muertos, indomable tipo al que solo hay que "darle un filo" para lograr cualquier cosa que se proponga.
Brillantez, ingenio y futilidad constituyen incuestionables virtudes de las que hace gala Brugués en esta obra, visión panorámica de una sociedad sin perspectivas, perpleja ante el llamado a derribar barreras, la desintegración progresiva de "valores".
Hay textos y subtextos, heredados códigos. Puede que el pasado esté sumido en sombras, pero no podemos contar con nada más. Solo la autoresurrección equilibraría el sentido de pertinencia contemporánea. Hacer del pensamiento un reflejo condicionado es el error de la ironía. Y ello está presente en la estructura diagramática de Juan de los Muertos.
Si lo fuéramos a tomar en serio, podríamos concluir que este filme constituye la propaganda de vanguardia del Estado Cuba Revolucionaria, en la medida que este representa la regularización de la violencia de la turba.
Azucena Plasencia
mayo 2012
Juan de los Muertos, ya un cult classic. La Cuba real esa película.
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