Luis Manuel Otero y Yanelys Núñez, coautores y curadores del Museo de la Disidencia en Cuba
Cuándo empezó la
idea del Museo?
LM: Hace alrededor
de 7 meses, Yanelys y yo empezamos a desarrollarla como coautores.
La obra surge por la
necesidad que tenemos como jóvenes cubanos y una preocupación de
replantearnos la contemporaneidad cubana tanto a nivel político como
social y cultural de este país.
Estos cuestionamientos
veníamos trayéndolos desde siempre: qué cosa es la disidencia,
nombres que nos llegan pero no hay dónde buscar información al
respecto: vas a una biblioteca y hay libros que simplemente no
existen. Todo te va llegando poco a poco de referencia entre amigos,
existe tal grupo, tal persona, que tienen otra forma de pensar y otra
forma de decir.
Un día dijimos que
queríamos implementar la idea, generar un espacio donde convivieran
todos esa información dispersa alrededor de la disidencia en Cuba.
En Internet sobre todo hay muchos documentos, también hay historias
que no han sido recogidas de las personas que pertenecen a estos
grupos disidentes.
Cómo ocurre tu
expulsión de la revista oficialista Revolución y Cultura?
YN: Luis estuvo en
España y presentó la obra allá, por lo que tuvo una moderada
promoción en los medios y redes, Facebook principalmente, pero no
había un texto serio más allá de la promo normal que hicimos para
la presentación en una exposición colectiva. Nosotros aquí
quisimos presentarlo en un espacio físico también, dándole
promoción en diferentes medios y entonces le dimos la entrevista a
Ernesto Pérez Chang, de Cubanet y ahí se desata todo. Primero la
editora del tabloide Noticias de Arte Cubano, Maeva Peraza, me
escribe un correo diciendo que los dos textos que me habían pedido
para
el boletín, no
iban a salir, por orden de la directora Isabel Pérez del sello
editorial Arte Cubano, por estar vinculada al proyecto Museo de la
Disidencia en Cuba. Y otro texto para la revista Arte Cubano tampoco
saldría publicado, por el mismo motivo. Con la aclaración de que a
partir de ese momento no saldría nungún texto mencionando la obra
de Luis Manuel.
Eso
fue a pocos días de haber salido la entrevista en Cubanet. La semana
siguiente mi subdirector me llama y me dice que se había reunido con
el Viceministro de Cultura Fernando Rojas y que mi vinculación con
este proyecto independiente, de la forma que se estaba presentando,
provocaba un “conflicto de intereses” con la institución y me
consideraban una persona no confiable por lo que me sugerían que
pidiera la baja o de lo contrario se me aplicaría una sanción que
significaba la expulsión del centro. En ese momento no me explicaron
más nada y a los pocos días me pusieron una medida cautelar: una
investigación durante 30 días en la que se comprobaría si yo había
utilizado los medios del centro para mi propio beneficio, esto es, la
computadora y la Internet, y los servicios de correo electrónico del
trabajo para desarrollar el proyecto o incluso para responder la
entrevista. A los 30 días los resultados fueron que me habían
encontrado trazas de conexión con sitios como Cubanet, Havanatimes y
con el propio sitio del Museo (museodeladisidenciaencuba.org). Por
todo lo que generó la entrevista, donde yo decía que el centro
estaba tratando de expulsarme y la denuncia de censura, en su
resolución ellos van describiendo todos los hechos y textos que
habían salido a raíz de ella. Justifican la aplicación de la ley
en que “yo cometí un acto de comunicación malintencionado y
desacertado en contra de la institución y del gobierno”. Ahora
mismo estoy apelando al Órgano de Justicia Laboral, que debe
celebrar una reunión próximamente donde se discuta y defina mi
caso.
Ustedes
querían hacer un proyecto crítico?
YN:
Sí, pero en el sentido de que fuera siempre un espacio de diálogo.
Como curadores queremos generar un espacio de diálogo más como
pueden serlo los blogs y foros en Internet, pero donde ambos extremos
estuvieran representados: tanto las posturas más radicales de los
disidentes contemporáneos, como la oficialidad, quien fue la primera
en mostrarse molesta y disgustada, a pesar de que siempre pensamos
que íbamos a recibir más rechazo de los grupos de la disidencia,
pero hasta el momento es la oficialidad la que se siente más
afectada con todo el asunto.
LM:
Yo pienso que todo debe ser crítico. Queríamos simplemente un
espacio de reflexión y de consulta donde convivieran
contemporaneidad y pasado.
Primero
que todo, nosotros nos planteamos qué significa ser un disidente en
Cuba, o incluso qué significa disentir, en cualquier parte. Cuando
descubrimos el concepto más elemental del diccionario básico, vimos
que históricamente todas las personas que se han opuesto al poder,
institucional, estatal y gubernamental, son disidentes. Entonces,
toda esta estigmatización que sembró el gobierno en años venideros
a su proceso, toda la descalificación peyorativa que cayó sobre los
disidentes, que si son gusanos, etc; para nosotros resultaba un poco
chocante: cómo esas mismas personas que ahora estigmatizaban a
grupos civiles con un pensamiento político diferente, habían sido
en su momento disidentes ellos mismos, aunque luego devinieran en el
poder.
Unos
murieron en el intento, otros llegaron a la cima. José Miguel Gómez
(alias Tiburón) por ejemplo, fue un general que luego llegó a ser
presidente de la República.
No
nos interesa la visión oficialista de juzgarlos en buenos y malos:
nos interesan las personas que han tenido en mente trazar un proyecto
de nación. Y a estas mismas personas que aspiran a ser parte del
futuro de la isla, brindarles un espacio de conocimiento para que
tengan en cuenta que finalmente, el poder es muy peligroso.
El
espacio de crítica que nos interesa debe ser movible, porque todos
somos gentes cambiantes, que plantee la vida misma del día a día:
mañana podemos ser distintos, pero esa sucesión de las cosas, como
oponerse hoy al poder: mañana nosotros, pasado mañana nuestros
nietos, y así constantemente, es algo cíclico y continuo. Primero
hay que aceptar la diferencia, que pueda haber una opinión diferente
a la nuestra y después, estar atentos al devenir de la historia.
Ustedes
se consideran artistas políticos? Cómo ven los límites, si los
ven, entre arte y política?
LM:
No creo que existan barreras entre arte y política. Simplemente es
un problema de posturas artísticas. Tú decides la dirección,
política o no, que va a llevar el discurso de tu obra.
Tener
una dirección apolítica, en un país politizado, no creo que sea
posible. Tú puedes pintar flores y no meterte en problemas y estar a
favor de la paz con todos, siempre con cierto oportunismo: y al final
esa es otra postura política. Lo que demuestra la realidad es que
vivimos en un país donde si tú asumes una postura diferente a la
oficial, el sistema te rechaza o te mantiene periférico.
Yo
creo que en Cuba arte político es todo. Estar a favor o en contra
del sistema es lo que puede marcarte como artista. Tania Bruguera por
ejemplo marca una postura política crítica hacia el sistema
político, pero también Kcho, que está a favor del gobierno, hace
arte político, más panfletario y de alabanza al sistema... Qué
aporta más y es más constructivo, creo yo que un arte crítico
siempre aportará más a la hora cuestionar los problemas que tiene
el sistema como los tiene cualquier otro, el norteamericano o el
chino.
YN:
Yo creo que principalmente hay que hacer crítica en el contexto
propio: si somos cubanos lo que nos interesa es el aquí, que ya es
parte de su historia.
Creen
que exista un gremio de artistas independientes con ánimo de
solidaridad mutua?
LM:
Hay mucho miedo y hay mucha confusión, se retroalimentan. La
confusión principalmente es ideológica, ética: se nos ha dicho
cómo ver lo que está bien y lo que está mal sin preguntárnoslo
realmente. Creo que el sistema brinda comodidad a los artistas que
acatan el discurso oficial, los que no se meten en problemas. Tienen
así oportunidades en el mercado, su economía es aceptable, (yo
estoy a favor de la prosperidad) y ellos ponen en una balanza lo que
tienen que perder y lo que pueden ganar siendo sumisos de alguna
forma. Ellos se dicen “neutros”: ni critican ni nada, o muestran
lo que podemos llamar como una crítica “blanca”, que terminan
siendo válvulas de escape.
YN:
Yo creo que si existe un gremio es bien pequeño. Es más bien un
grupo de amigos dispuestos a colaborar yendo a las exposiciones
conflictivas como la presentación que acabamos de hacer, donde
curiosamente no había un solo seguroso. Muchos otros amigos que
siempre han estado junto a nosotros, se excusaron y nosotros no los
juzgamos, porque sabemos que tienen miedo o están cuidando cosas
como un salario fijo en un centro de trabajo, o una mejor posición
porque tienen otros trabajos que no se pueden dar el lujo de perder
porque les proporciona estabilidad económica que les permite
alquilarse holgadamente en La Habana, si son de provincia, o vivir
con menos presión que un obrero.
LM:
Estos son los que más van a cuidar su espacio porque su ambición
está cubierta. Nosotros que estamos estudiando las generaciones
anteriores, nos damos cuenta de que pocos intelectuales asumían una
postura crítica o de enfrentamiento al sistema totalitario que no
sólo reprime sino llega a matar y es realmente de una valentía
extrema que algunos definen como locura, el enfrentarse directamente
al gobierno.
Si un gremio son alrededor de
diez personas, entonces considero que eso es lo que tenemos ahora
mismo. Si a nosotros nos metieran presos mañana, solo nuestra
familia nos iría a apoyar.
YN:
Igual está muy disperso, porque la paranoia es fuerte, no hay
comunidad verdadera. Hay demasiada desconfianza incluso entre
cercanos, y una costumbre de fingimiento y pretensión.
Hay muy pocos espacios de
reunión abiertos a todo tipo de personas, que es un poco lo que
estamos proponiendo, que tanto los más radicales y disidentes como
los neutrales y oficialistas puedan ir a intercambiar sus puntos de
vista.
LM:
En el arte existe algo muy importante que es el ego de los artistas.
Muchos se niegan a apoyar un proyecto porque piensan que los otros se
beneficiarían con el sacrificio propio. Así se dividen miles de
estructuras sociales y políticas porque cada persona quiere ser el
líder y nadie quiere sumarse a la causa de nadie porque todos llevan
su propia bandera. Esto favorece al aislamiento que el sistema ya de
por sí tan cerrado fue propiciando. En el caso de los grupos es bien
difícil llegar al consenso: ese nuevo espacio de la nación al que
todos aspiran.
Los artistas políticos
históricamente han sido acusados de manipulación, de oportunismo.
Tania y El Sexto fueron acusados por los demás artistas de
oportunistas. Lo que hay que mirar aquí es el gran poder que reprime
a estas personas por expresarse: yo creo que tanto si fueran
oportunistas, vale, porque con un millón de oportunistas como esos
harían el cambio y podríamos formar la neonación que queremos.
Ojalá existieran más!
Nunca pensamos que sería mucha
gente la que vendría a darnos cierto apoyo. Yo no cuestiono mucho a
la gente con las posturas que eligen. Fui a lo de Danilo, fuimos a
casa de Gorki, hablamos con todos, somos amigos; fuimos a la Plaza
con Tania. Pero siempre hemos ido bajo la responsabilidad de nuestra
propia conciencia, también tenemos miedo, no somos héroes, pero
queremos sentirnos más libres y relajados. Porque para mí la
libertad es un espacio indiscutiblemente de satisfacción,
impenetrable, que no debe ser alterado con la represión externa.
Lo demás es sentir que estamos
haciendo algo que nos mueve: estamos en este espacio-vida con un
propósito más allá de automatizarnos porque así solo se consigue
llegar a un estado suicida: nosotros tenemos un motivo, que viene
desde nuestra conciencia.
Si
el gobierno los califica a todos de revolucionarios y
contrarrevolucionarios, ¿cómo
ustedes se autocalifican?
YN:
A
mí ya dejó de gustarme la palabra “revolucionario”. Y con
“contrarrevolucionario” les estaría dando la razón. Yo soy
simplemente un ser humano. Que se siente útil a la sociedad pero no
me gustan las calificaciones de ningún tipo. Soy una persona que
trata de expresar lo que siente de la manera más sincera posible y
no se quiere dejar incluir en términos acuñados por otros.
LM:
“Revolucionario” es otro concepto estigmatizado por el gobierno
cubano. Como “disidente”.
Todos disentimos con nuestras
madres cuando somos niños y no queremos hacer lo que se nos manda,
como comernos la comida o portarnos bien. Las madres se sienten mal
porque piensan que no es justo porque nos educaron bien y pasaron
trabajo para conseguir la comida que les despreciamos porque no lo
hemos entendido así.
Un verdadero revolucionario es
protagonista de cambios importantes, no unos octogenarios (ya
nonagenario) pegados al poder. Aquí te lo pintan todo en blanco y
negro, y te tienes que pegar a uno de los extremos: o eres una cosa o
la otra. Los espacios intermedios han desaparecido. Tengo amigos míos
que critican todo el tiempo al sistema pero no se quieren llamar a
ellos mismos disidentes por toda la descalificación ideológica y
fuerte estimatización que acarrea el término en la sociedad cubana:
que si están pagados por los americanos, que son vendidos y demás,
cuando buscas y te das cuenta que todas las revoluciones se han hecho
con dinero del exilio.
Martí
le pidió el dinero a los tabacaleros de Tampa, o ¿Fidel
Castro compró el yate Granma con su dinero?, etc. Si quieres cambiar
algo necesitas dinero y a veces no puedes estar mirando mucho de
dónde viene, aunque eso mucha gente lo vea como una cuestión de
falta de integridad.
Entonces tenemos todos esos
calificativos de “gusano” y “contrarrevolucionarios”,
“apátridas” “en contra de la ideología del pueblo”, etc, al
lado del extremo “puro” del “revolucionario íntegro”.
Muchas buenas ideas se
malinterpretan en el camino. Muchos se pierden en confusiones
insustanciales, son personas que se quedan deambulando en una especie
de limbo y aislamiento social. Hay gente que no admite ser arrastrada
a ningún radicalismo. Tabúes, conflictos de intereses, gente que
dejó de sentirse identificada con nada porque todo lo que existe es
ese imaginario extremista. Mi generación no se preocupa mucho en lo
que había antes y por tanto tampoco lo hace en lo que vendrá
después. Yo tengo en mi cabeza la noción vaga de mis derechos.
Necesito educarme a mí mismo en cuanto a los verdaderos significados
de palabras tan trilladas que han perdido todo el sentido. Yo le huyo
a los estigmas porque siempre generan más estigmas.
Queremos ser los que no se
dejaron estigmatizar, y desde esa tranquilidad hacer algo por esta
sociedad, generando mi propio espacio de libertad.
Por
qué el Museo está pensado como espacio virtual y no físico?
YN:
En parte por lo difícil que es tener, mantener y conservar un
espacio físico y en parte por las facilidades que brinda el espacio
virtual como tener mayor alcance (aunque en Cuba apenas existen
condiciones favorables para un uso libre de Internet) internacional y
de público. Nuestro principal objetivo era que funcionara como un
archivo y también como un foro abierto. Además pensamos hacer
funcionar el Museo no solo online, sino de manera interactiva en la
calle: tenemos pensado generar más proyectos culturales, producir
exposiciones, producir obras de artistas, eventos públicos: esta es
la parte más dinámica del Museo como proyecto vivo.
El espacio virtual brinda
cierta protección. Las autoridades cubanas pueden venir a mi casa y
echarla abajo, mientras que Internet se rige por su propia ley bajo
la premisa es la libertad de expresión y la censura es mucho más
difícil de aplicar. Para mí es el espacio más “democrático”
que existe, de más libertad, de acceso casi total a infomación
variada de cualquier parte del mundo, esté donde esté, en
fracciones de segundos. Además nos da el espacio de debate y diálogo
que queríamos, desde esa seguridad y diversidad.
(Fin
primera parte)
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