“El pasado no sólo está incorporado en el presente, también es construido
por este”.
Michel Rautenberg
La ruptura patrimonial
Por: Isbel Alba Duarte
(Washingon, DC)
Entre el 12 y 13 de Julio pasados, en el marco de la Acción mundial 'Una
luz por los míos', convocados por Estado de SATS para conmemorar el veinte
aniversario de la masacre del hundimiento del transbordador '13 de Marzo' (La
Habana, Cuba) —donde murieron 41 cubanos, 10 de ellos menores de edad—, un
grupo de amigos y activistas realizamos una instalación artística en Estados
Unidos. Los lugares elegidos fueron National Marina Harbor, en Georgetown y
National Mall Reflecting Pool, ambos en Washington DC. El único criterio que
nos llevó a elegir estos sitios fue la existencia de agua —pues así lo exigía
el concepto de la instalación— y el fácil acceso a la misma.
En una primera fase, la presencia de un público diverso nos hizo
inclinarnos por la marina. Nos habría gustado sumar a los presentes a nuestro
homenaje. De esa forma habríamos podido cumplir un doble objetivo: integrarlos
a la acción colectiva y ponerlos al tanto sobre un triste suceso de nuestra
reciente historia nacional. Un hecho que el gobierno cubano —que tan hábilmente
se desliza en los recintos académicos y se esmera en brillar en los medios de
comunicación con su desfasado marketing— no ha logrado ocultar del todo. No es
el caso de la masacre del río Canímar, por ejemplo y otras tantas víctimas que
yacen sepultadas en el mar bajo un velo de siniestra confabulación orquestada
desde el poder.
No contamos con las difíciles condiciones climáticas. Esa noche el viento
—testigo mudo de la masacre veinte años atrás— estaba muy agitado. Eso nos
llevó a culminar nuestro trabajo en The Reflecting Pool, lugar que aportó un
efecto visual de mayor impacto y simbolismo a nuestra obra.
Maravillas del poder de convocación de las redes y la pasión de compartir
un objetivo común, sin planearlo previamente los participantes de esa acción
—como podrán apreciar en el video— resultamos ser representantes de diferentes
tendencias ideológicas dentro del movimiento disidente cubano.
El impacto de los medios y las redes sociales en la
construcción memorial
Desde el sábado pasado he seguido las redes sociales con atención. Son
incontables las muestras de solidaridad de cubanos que desde todas partes del
mundo encendieron una vela por el alma
de los desaparecidos aquella nefasta madrugada del 13 de julio de 1994,
tal como pedían los carteles de Estado de SATS. Los blogs, las plataformas de
la información y diarios virtuales que abordan el tema de Cuba también se
hicieron eco de la acción. Incluso la prensa internacional (BBC Mundo, El Nuevo
Herald, entre otros) publicó artículos que subrayan la impunidad —tras veinte
años— de quienes cometieron esta masacre denunciada por Amnistía Internacional
y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Algunos comentarios en estas plataformas vuelven una y otra vez sobre el
mismo tema: con fotos y acciones “bonitas” no vamos a lograr un cambio de
gobierno. Tienen mucha razón, hasta cierto punto.
Es preciso aclarar que el objetivo de estas acciones es uno muy diferente.
Se trata de un ejercicio de memoria. Un ejercicio que curiosamente en otros
momentos históricos —véase las dos Guerras mundiales, la Guerra civil española,
la caída del fascismo, el fin de algunas dictaduras latinoamericanas e incluso
la caída del socialismo en la Europa del este— también ha requerido de un plazo
de aproximadamente 20 años para comenzar a abordar el proceso de reconstrucción
memorial. Un proceso doloroso e inexorable que está estrechamente vinculado a
la construcción del patrimonio de cualquier nación o grupo étnico.
El tema ha sido muy discutido a lo largo de los últimos años. No es un
fenómeno exclusivo nuestro, pues como afirma el etnólogo francés Michel
Rautenberg (2003), “para existir como tal, el patrimonio nace de una ruptura
que resulta de un trabajo de duelo en el sentido freudiano, pero también de una
operación fundamental de la memoria colectiva” .
La era de Internet: un cambio de paradigma
Sin embargo, es necesario entender que si bien no ha ocurrido el ansiado
cambio de sistema socio político, el momento histórico actual cubano difiere
profundamente al de veinte años atrás. Así me lo ratificó el escritor y editor
Orlando Luis Pardo Lazo —quien tiene una experiencia mucho más vívida de la
Cuba actual que yo—. Durante nuestra acción plástica, Orlando —a quien hasta
ese momento conocía solo a través de Internet— sacó a colación diferentes
momentos en los que el incipiente uso de las nuevas tecnologías en la isla
había posibilitado que se divulgaran acciones similares dando lugar a una
sinergia sin precedentes antes de la era de Internet.
He aquí otra muestra de lo difícil que resulta delimitar un territorio en
la era global donde muchas veces es complicado definir cómo se construye la
identidad y el patrimonio —memorial e inmaterial en este caso— de seres que
comparten una identidad colectiva plural: la de su lugar de origen (Cuba) y la
del del nuevo país que los acoge.
Resulta innegable que el acceso a la información marca una pauta importante
en el caso de Cuba. No es primera vez que escucho a personas de la generación
de los 80 que al salir de la isla manifiestan sin tapujos su ignorancia en lo
que respecta la historia reciente de nuestro país de origen. Siempre me hacen
pensar en el proverbio: estar en el pueblo y no ver las casas. Para ellos el
acceso a la información plural muchas veces provoca un shock que para los que
llevamos algún tiempo viviendo en el exterior resulta comprensible.
Para concluir, me gustaría señalar que el caso de Cuba es singular donde
los haya desde varios puntos de vista. Desde la perspectiva de la construcción
del patrimonio y la identidad colectivas asistimos a un caso sin precedentes.
Ya no se trata del patrimonio establecido desde las políticas institucionales
—museos, monumentos, historia oficial, entre otros—, sistema patrimonial que
tiene como objetivo primario validar y perpetuar una ideología, la del gobierno de turno.
Triste gloria de la dictadura más larga de América latina.
El caso que aquí nos ocupa es un proceso natural que desborda y echa por
tierra el paradigma de los veinte años de duelo colectivo para comenzar a
reconstruir la memoria tras sucesos profundamente traumáticos y, generalmente,
posteriores a un cambio político societal.
Lo que estamos viviendo con estas acciones ha sido catalogado por algunos
estudiosos como ‘clínicas de memoria’. Tal como sucede con un paciente en
recuperación psicológica a nivel personal, este es un ejercicio que debe
conducir a una reconciliación, a la aceptación y saneamiento para poder seguir
adelante en una nueva etapa.
El acceso a las nuevas tecnologías en la era de Internet ha puesto en
marcha un proceso de apropiación memorial que está enterrando en vida un
sistema político que se resiste a mutar. Con cada acción de memoria,
instalaciones artísticas, publicaciones e investigaciones publicadas en los
medios y en la red de redes, estamos construyendo pieza a pieza una historia
que no aparecerá documentada en los libros de texto de las escuelas durante el
castrismo. Es esta la parte de la historia colectiva que no necesita un permiso
ni aceptación oficial para circular y “existir”. Sin duda, la que rescatará lo
mejor de nosotros mismos como pueblo.
(En memoria de las
víctimas de la masacre del hundimiento del transbordador '13 de Marzo', sus
familiares y todo el pueblo de Cuba).
Isbel Alba (
chez-isabella)
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