Imagina tu peor pesadilla.
Imagina que se materializa en tiempo real, lo que has intuido tantas
veces, pero ya no se trata de un sueño lúcido: ahora es pura y
dura realidad.
Fría y concreta.
El ser más despreciable, ese al que te has dedicado a denunciar
porque responde a un aparato represivo encargado de aplastarte por
decir la verdad y de perseguirte por defender la libertad, imagínalo
multiplicado en un ejército de agentes anónimos, un
ejército de ratas dispuestas a colarse en tu casa y a hurgar en tus
cosas con el afán roedor.
Es la nauseabunda escena de tu vida: tu privacidad, tus recuerdos,
todas tus memorias conservadas tras el paso de los años en pequeños
soportes digitales, discos, toda tu vida en manos de esbirros
entrenados en destruir toda tu obra, todo tu trabajo de años, tus
archivos personales y finalmente confiscarlo todo en bolsas de nylon
donde se lee la palabra: “criminalística”, porque es
precisamente el trato empleado, bajo el débil argumento de que
realizas: “una actividad subversiva o contrarrevolucionaria”.
Si
has leído las novelas el Maestro y
Margarita o Doctor
Zhivago puedes tener una idea más
clara de lo que es ver tus espacios más íntimos invadidos por un
numeroso grupo de personas acusadoras, ávidas de inmiscuirse hasta
el fondo de tu vida privada.
Es un derecho demasiado individualista que el comunismo concede solo
a la familia real: esa sí puede protegerse de las miradas
ajenas.
En
tu completa indefensión, quedas expuesta, aunque te hayas esforzado
tanto siempre por evitar tener secretos, dadas las circunstancias,
has sido incluso más atrevida en mostrarte exhibicionista,
tremendamente narcisista en un acto de protesta irreverente.
No importa cuánto empeño pongas en tratar de convencerlos de que no
tienes nada que ocultar, que para colmo lo publicas todo.
Que has seguido la rima colectivista de no considerar tu privacidad
como un tesoro tan valioso, pues hay que compartir hasta tus más
íntimos deseos y tus más preciosos sueños. Tu voluntad queda
reflejada en tus actos.
Tus movimientos son bastante descuidados porque nunca has tenido
mucho éxito, o no ha sido tu verdadera intención, conspirar por “la
causa” pues piensas que debe ser la misma para los pocos
conscientes, lúcidos, claros amigos que te quedan.
Te has ido de todos los grupos porque no encuentras coherencia,
humildad, transparencia o simplemente la amistad real que has estado
buscando por todas partes.
Mucho has visto.
Mucho tramo has recorrido para llegar al mismo punto, una y otra vez.
Has
vivido el odio y la humillación de ese gobierno enfermo, parásito y
aún ciego de poder.
En el tránsito se fue tu confianza y gran parte de la fe en la
gente, contaminada de egoísmo y de competencia en la marcha ridícula
de un círculo vicioso.
Tu dignidad y tu esperanza se asoman tímidas por encima de tu
mirada, ya no tan inocente, ya no tan limpia como antes.
Delante de ti el camino no se bifurca: hay una sola línea recta
indicando la salida, la ves claramente pero tus pies te pesan y tus
sentidos no responden.
Sobre la mesa donde antes invertiste tus horas en la laptop que
llegaste a considerar una extensión de tu mente, está la página
que llenas a mano con paciencia intentando respirar y conservar algo
de calma.
En alguna oficina oscura de Villa Marista están todos tus proyectos
aguardando (a lo peor) un formateo rápido, un aniquilamiento, una
eliminación minuciosa que solo puede dolerte a ti.
Pero eres una víctima más, nada te distingue de las anteriores,
quizás más humilladas ante un ultraje más sufriente.
Ahora solo debes levantarte de nuevo y agarrar ese camino sin mirar
atrás.
La Habana 4 de febrero de 2018
No comments:
Post a Comment
déjame un guiño...