33 Festival Internacional Nuevo Cine Latinoamericano
Conmover, emocionar, incitar la imaginación y con suerte, reflexionar,
son cualidades que se esperan del arte cinematográfico contemporáneo, en
una época marcada por la visualidad del audiovisual -clips, videoarte-
de esencial plasticidad en la imagen pública y la memoria indefensa.
Los discursos desplegados en este 33 Festival no representan ni
interpretan el mundo latinoamericano y caribeño, sino que al mostrar el
tejido, la trama del contexto -el San Martín de Alejandro Gil, en el
bicentenario- liberan la fuerza de una actualidad cinematográfica americana.
El festival sólo se cumple en la mirada del espectador: el respetable
público confronta ese presente incesante, que fluye como río, entramado
de tiempos disímiles, historia cultural de nuestros pueblos.
El juego y el humor, articulan no pocas puestas en escena ¡cómo no! en
este ponerse al día con las obras y autores que marcan hoy la
diferencia. Argentinos, ¡cubanos!, brasileños, chilenos, se atreven con
los límites del sentido -Las acacias, La piscina-.
Aún las escenas son actos puramente verbales -Fábula- porque el cine con
mayúsculas de los 60, tenía la fuerza (o lastre) que heredaba de la
literatura (Bergman, Pasolini, Antonioni).
Hoy lo vivo crece en la mirada de nativos digitales y el arrobo de ver
más, no mejor, es el dilema del ahora creador.
Ese tránsito visionario que constituye la fiesta de la imagen cada
diciembre en La Habana deviene cada vez más en un ritual de encuentro y
celebración nostálgicos: el cine ha muerto ¡viva el cine! Sólo los
extranjeros parecen darse cuenta y por ello disfrutan más de estas
exequias orgiásticas y memorables en que se convierte cada año el
Festival de La Habana.
Sí, es único entre todos los eventos similares del mundo. No importan
los premios, ni la errática voluntad del jurado, ni las estrellas
«internacionales» del patio. Las charlas teóricas, rigurosas e
intelectuales de primer nivel, sólo sirven para constatar la agonía de
la imagen y el quehacer clásicos junto al renacer del cine que vendrá,
que ya está aquí, camaleón y no dragón.
Dichas así las cosas, pensamos que el tsunami cinéfilo que cada
diciembre se desata en La Habana, está llamado a una larga vida, porque
¿quién se resiste a olvidar las salas oscuras y las más oscuras mórbidas
relaciones que ellas propician? Este es un festival muy romano, digno de
Adriano en lo conquistador.
Azucena Isabel
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