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Jun 10, 2015

Artivismo

Fotos: Asistentes al performance de Tania Bruguera 100 horas de lectura "Los orígenes del totalitarismo" Hannah Arendt. Durante la XII Bienal de La Habana.

Tania es una artista que toma riesgos. Como buena temeraria se sabe transgresora.
Tania es una artista que no ha dejado de creer en el arte, y ha corrido con suerte, pues museos y galeristas siguen interesados en su obra, que cada día se vuelve más arriesgada y juega con los límites de no retorno que supone meterse con los mecanismos de poder del gobierno cubano, empujar a ver quién suelta primero soga, en este sentido, muchos espectadores (en su mayoría artistas acomodados en su limbo del mercado seguro) esperan que la artista se asfixie y la soga se rompa más temprano que tarde.
Tania se cataloga a sí misma de observadora, de estar en un aprendizaje perpetuo. Siendo así, la represión desmedida que ha visto volcarse contra ella, las Damas de Blanco, Danilo Maldonado El Sexto, etc, viene a cubrir sus expectativas experienciales en una Habana que se derrumba pero aún así cubre calles con banderolas vistosas que anucian la Bienal de La Habana. Nunca antes la Bienal había causado tanto interés, y los del Departamento de la Seguridad del Estado encargados de velar por su transcurso sin “manchas” ni aspavientos les dejaron ver/sentir su terror ante cualquier percance, tanto a ella como al músico contestatario Gorki Luis Águila, líder de la banda de punk'rock Porno Para Ricardo, quien se atrevió a colgar un lienzo con el rostro del grafitero preso hace más de 6 meses en el Museo de Bellas Artes, minutos antes que a Tania no la dejaran cruzar la entrada de esa institución que guarda en sus paredes sus primeras obras. A los dos los cargaron. A los dos los interrogaron. Tiene que quedarles claro que en la Bienal no puede pasar nada que rompa el orden.


Los artistas van y vienen y se asoman sigilosos (los que se atreven) a Tejadillo 216, a cuadra y media del Museo, donde la temeraria Tania construye lentamente su Instituto de Artivismo Hannah Arendt. Hace tiempo la idea de que los artistas que no creen en sí mismos solo cumplen una mímesis representativa le ronda la cabeza. Arte y activismo, 50 y 50. “La política es demasiado sexy para dejarla en manos de los políticos”, dice Karla, personaje cartunesco de la artista Lizabel Monica en un dibujo de Luis Trápaga. “Karla, abre las entendederas”, le dicen a la muchacha mientras ella se traga el micrófono placenteramente.
En las 100 horas de lectura de los Orígenes del Totalitarismo no hace falta casi nada. Todo empieza cuando la primera persona (la propia Tania) ocupa el único mueble del set: un sillón tradicional cubano en una sala vacía, un micrófono y un mini ampli que da a la calle, donde todo transcurre como siempre en la Habana Vieja. El borracho de la esquina escucha el ritmo acompasado de la lectura mientras se lee las palabras introductorias del catálogo, donde explica la primera accción del primer instituto de artivismo en Cuba.


Todo lo que pase entre esa primera balanceada del sillón y la última página del libro forma parte de la obra. Los policías llegando, circundando el lugar, los "factores" del CDR que advierten casi amables, los artistas de Brasil que piden solidaridad entre colegas, críticos de arte traviesos, alumnos de antaño de la Cátedra de Arte de Conducta.
Tania sigue empujando los límites de la tolerancia. Reventar el espacio público si la dejan, quiere explotar la tensión contenida entre cómplices y verdugos, víctimas y representadores: el teatro infeliz del absurdo cubano.
Hay un capítulo entero dedicado al proceder de la policía política en los regímenes totalitarios. Los vecinos empiezan a interesarse más en lo que sucede en esa casa de la “profesora” que está alterando la cotidianidad.
Todo se filma y se graba. El testimonio queda. Cualquiera es bienvenido para tomar el libro y leer entre sus páginas el significado tremebundo del totalitarismo según Hannah.



Alguien aparece con una maleta llena de libracos de historia antigua. Se tira al piso y los abre.
Tania aún no ha dejado de creer en el arte como herramienta indiscutible para cambiar la sociedad.
Gorki aún no ha dejado de creer en el poder de una canción para fomentar cambios sociales.
Danilo persiste en sus dibujos detrás de los muros que lo encarcelan. Su vuelo los rebasa.
Ellos tres son más fuertes que cualquier mecanismo represivo de un poder totalitario.

Ellos tres trascienden los límites de lo posible. Juntos desmontan la mentira totalitaria, la desnudan.

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