Es 16 de noviembre y por tanto, entre tantas efemérides universales, el cumpleaños de La Habana, el número 490 y la pura verdad es que yo no tengo nada que decir, que pensar o que sentir por esta ciudad decrépita. Mi estado habanémico se ha vuelto crónico estos últimos días. Mis ganas de andarla, nulas. Un pésame en lugar de una felicitación hipócrita sería lo más adecuado para la ocasión. Pero su agonía no tiene por qué compartirse o celebrarse además lúgubremente, pongámosle un toque de esa tristísima alegría que puede producir saberla apuntalada hasta el alma. Así sea. En el prólogo de J. J. Armas Marcelo a La Habana para un infante difunto de Guillermo Cabrera Infante, encontré esta anécdota que dice que hace unos años, le preguntaron al poeta de Testamento del pez, el magnífico Gastón Baquero, qué diría de Fidel Castro una hipotética Enciclopedia Británica a finales del siglo XXI. El poeta, hurgado en su ingenio, sonrió tras encontrar la solución en su talento, tan desmesurado como su excelente memoria. "Oscuro dictador que vivió en una isla del Caribe en tiempos de Lezama Lima., contestó el sabio Baquero regocijado, sin que nadie pueda decir hoy que fue una respuesta repentina contra la ruindad cainita del olvido. Y sigo con el prólogo: Cabrera Infante recuerda, describe, escribe y al mismo tiempo inventa una ciudad deslumbrante que otros muchos escritores y novelistas (cito a dos, a los que he llegado a conocer como amigos en las páginas de sus libros, Carpentier y Lezama Lima) hicieron suya por otros caminos literarios: Carpentier a través de la reinvención de la historia y la reivindicación de la arquitectura, además, naturalmente, de la música; Lezama Lima mirándose a sí mismo en el espejo de una Habana barroca que, en las páginas de Paradiso, deviene inmoral geografía físicamente poética. Si para Lezama, sin salir de La Habana ni de su biblioteca, "la cosa está en el barroco", y para Carpentier el asunto requiere exquisita y hasta erudita documentación histórica, urbanística y arquitectónica, para Cabrera Infante La Habana es un trasunto iniciático lleno de desmesuras, tesoros y sensualidades, un totem totum revolutum insoslayable, un intemporal paraíso con múltiples luces y alucinaciones que él mismo convierte, en su memoria de escritor futuro, en una fiesta interminable de palabras; el mismo festín desnudo que comienza en el día mismo que el escritor llega a la ciudad, y la descubre y posee hasta hacerla sensual y sexual completamente suya, y termina, en la realidad y para vivir en la ficción de La Habana..., en el instante en que ese mismo escritor huye -y escapa- de la cárcel ruinosa, de rumba y derrumbe a pesar de sus muchas fresas y chocolates, a la que la condena durante casi medio siglo de soledades el bongosero de la historia (así lo llamó Carlos Fuentes, según Edwards en Persona non grata), Fidel Castro, sátrapa cuyas ínfulas de salvador resultan en la realidad habanera inversamente proporcionales a los resultados de la destrucción que se propuso desde los años sesenta. Años que por demás no viví. Ni siquiera los años que se muestran en el libro de Cabrera, donde la Habana iluminada y enviciada podía narrarse y recordarse en su desmesura. Yo sólo tengo la memoria de la ruina. Yo sólo tengo mi habanemia.
Los dejo con la primera parte del famoso monólogo que el joven narrador Jorge Bacallao estrenara en las peñas universitarias de la Talía por el 2003, entero dura siete minutos, por eso lo dividí en dos partes, pero no sé si tendré suficiente conexión como para subir ambas...
Estimada Lía.
ReplyDeleteEstuve en La Habana un par de veces cuando era niña y me deslumbró.
No la conozco sino por fotos, filmes y cuanto he leído sobre ella y me agrada que muchos de los que la describen dicen como has escrito, que es una ciudad sensual y sexual y entonces la hago mía por ser la mujer sensual y sexual que soy.
Espero poder conocerla algún día y, aunque mi vida pornoputánica ha quedado atrás, poder sentir en mi piel su historia, su calor y, claro, su sexualidad.
He colocado en mi blog "Solo Importa Cuba" tu portada y la mía desnuda porque en mucho me siento unida a ti y a la ciudad que es un misterio para mi.
Un abrazo.