SEYRIG-HISS
Hablan. Forman las palabras en el interior de sus bocas, las hacen -en el interior- y luego, a continuación, las dejan salir de allí sin esfuerzo. La palabra, salida de allí, está al principio, como obstaculizada, privada de significación, sola. Luego, cobra vida, en un abrir y cerrar de ojos, y tiembla a causa de ello.
Vuelvo a empezar: Hablan, las palabras están primero contenidas en sus bocas, pero sin respiración autónoma, no separadas de ellas. Luego, ellas las dejan salir en un deslizamiento sin obstáculos: el paso se capta, fácil, indoloro. La palabra está aún dormida cuando sale. Dormida se encuentra en el aire libre. Sólo entonces, se despierta: el sufrimiento se oye. La palabra se despliega, respira y grita. Su sentido eventual es aún futuro. Antes de esto, es necesario que esta primera palabra grite de sorpresa: es ruido que sale, grito. Lo que primero se oye es el sufrimiento del contacto exterior. Cogido por sorpresa, la palabra-niña se niega a separarse de ellas. Tomada en falta tan pronto, en un sentar la cabeza doloroso, se propone a nosotros. Y solamente entonces, el sentido llega y la reviste, la viste, la embarca en la frase en la cual se empotrará, se inmovilizará y morirá.
Vuelvo a empezar: Hablan. Dicen: «Os amo hasta no ver otra cosa ni oír otra cosa. Morir.» O bien: «Quisiera estar en su lugar, llegar aquí por primera vez durante las lluvias.» Escucho. Cien veces. Las voces silenciosas que ellas nunca tienen excepto conmigo (lo creo), de las que ellas no saben nada, provisión de la cual aún no se había tocado nada, intacta, entera, mortal. Portadoras de estas voces, estas dos mujeres que vampirizan –para mi mayor dicha- todo predominio relacionado con un sentido cercado, privado y privilegiado. En Os amo… y Quisiera llegar aquí, aquí ondea y se desplaza, continente flotante, por dondequiera que pueda atracar, se vuelve general.
Sorcières ©1976
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