Gremio
El Albatros no es un mal sitio, aunque tiene la apariencia y el olor y hasta el aura de los mataderos. Pero este bar del puerto no es un mal sitio. putas tristes, cansadas, con el rímel corrido o moretones en la piel. Chulos como buitres mojados. Estibadores, choferes, electricistas, los operarios de las grúas, remolcadores y montacargas, todos con los mismos overoles y el rostro sucio y remendado. Pescadores. Carteristas y rateros de poca monta. Algunos músicos y pintores –el Albatros también le da cobija a cierto tipo de bohemia, ni mejor ni peor. Un verdadero gremio de búfalos que rumia entre volutas de tabaco negro , rubio. Bajo el vaho en el que se mezclan el olor del semen seco, halitosis, chicles de canela o menta y falsos perfumes caros. Rumian mientras respiran el hedor del carburante derramado en la bahía –como fantasmas, estos efluvios entran y cruzan el salón-. Una manada de búfalos grises, con números marcados en el lomo, atraviesa el portón del Albatros. Búfalos que avanzan con paso lento camino al matadero, ojazos que han visto el tolerable color de la derrota. Atraviesan el portón, algunos tararean el estribillo que desgrana una jazz band en la juke box.
He cruzado el umbral del Albatros una o dos veces por semana. Sé de esos búfalos, de su mansa mirada, de los números marcados en el pellejo con acero al rojo vivo. Sé de esos búfalos. Varias rondas después (cuando el párpado y la lengua pesen como piedras por tanto alcohol en las venas), nos sorprenderá una fuerte descarga eléctrica. Sé que entiendes. Es una aséptica y expedita forma de envejecer. En ocasiones la descarga no es rotunda. A casi todos nos irá desollando –despacio, vivos-. Como en un matadero.
Haiku
En El Albatros me he apuntado a la sien decenas de veces. Seis botellas de Beck´s y medio litro de Bacardí, en un estómago vacío, es jugar a la ruleta rusa con seis balas en el revólver. Aunque sea el cumpleaños de un viejo amigo. Aunque salga del bar sin la ayuda de nadie. Puedo darme con un canto en el pecho y gritar que todavía sigo muerto. Ayer puse el cañón del Colt en mi boca. Y apreté el gatillo. La verdadera noche de un día difícil. Oriné las patas del jeans y vomité la hiel sobre mi vieja chaqueta militar y las faldas de una puta albina. El negro que andaba con aquella preciosura intentaba meterle la mano entre las piernas justo en el momento en que largué mis intestinos. Y con la misma mano me dio un upper cut, o un jab. Cómo saberlo si no entiendo nada de boxeo. Cómo saberlo si tenía seis Beck´s y medio litro de Bacardí en las venas. El negro no hizo diana en mi ojo sano, pero sí en el pómulo. Bastó un golpe. No me preguntes por qué crucé la Avenida del Puerto. No preguntes cómo lo hice. Lo cierto es que vi un bulto, blancuzco, junto al muro del litoral. Un perro (pensé). Un labrador muriéndose de frío (pensé). Podía ganar dinero si vendía el labrador, o podía criarlo (pensé). Medio litro de Bacardí y seis Beck´s en un estómago vacío no garantizan muchas alternativas. Pero no era mi día de suerte. O sí. pude haber terminado con una mordida en la pierna de no ser aquel bulto una mujer desnuda, con varios moretones y medio drogada. Lo triste es que por una mujer desnuda, con moretones en el pellejo y medio drogada no te ganas ni siquiera un centavo. Le di un suave puntapié en el culo. La ayudé a sentarse en el muro del paseo marítimo. Lucía como la mierda (le dije). Y le di mi chaqueta. El aire de mar la despejaría. Su cara era un maldito poema (también se lo dije). Sin vellos en el pubis. Hueles como la mierda (dijo). Si sólo encuentras mujeres como yo, desnudas en medio de la calle y molidas a palos, entonces tú sí eres un maldito poema (dijo). ¿Y qué sabes tú de poesía? (Dijo.) un gesto de dolor en su rostro. Ella tenía razón. Creer en los tipos atormentados no es saber de poesía. Pero medio litro de Bacardí y seis Beck´s en un estómago vacío tampoco es una impedimenta para lograr un par de buenas asociaciones: mi dedo, un moretón alrededor del ojo (el ojo de esa mujer). Mi dedo índice señalando el hematoma.
En el moretón está el poema.
Ahmel Echevarría Peré (La Habana, 1974)
Ha publicado dos libros de cuentos: Inventario (premio David 2004)
y Esquirlas (premio Pinos Nuevos 2005).
Su novela Días de entrenamiento obtuvo en 2007 la Beca de creación Fronesis.
Con Las espirales del tiempo (cuento) ganó la Beca de creación Razón de Ser 2008.
Los textos que publicamos pertenecen a su libro en preparación Pastel para pit bulls.
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