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May 8, 2009

mouvements: henri michaux


mouvements: henri michaux
Cargado originalmente por lia villares
No sé muy bien qué son estos signos que he hecho. Cualquiera que no sea yo,
podría hablar mejor de ellos. He llenado doscientas páginas y no veía ahí
más que flujos, cuando René Bartelé se apoderó de ellos, titubeando y
reflexionando, descubrió allí especies de secuencias... y el libro que está
aquí ahora, es más su obra que la mía.

¿Pero y los sognos? Ahí están: me estimulaban a repetir mis composiciones de
ideogramas, muchas veces ya retomadas desde hace veinte años y abandonados
por falta de éxito, designio que se presenta efectivamente en mi destino,
sólo como el señuelo y la fascinación.

Intentaba de nuevo, pero progresivamente las formas “en movimiento”
eliminaron las formas pesadas, los caracteres de composición. ¿Por qué?
Ellas incitaban a regodearme más. Su movimiento me convertía en mi
movimiento. Más había, más existía. Más quería. Haciéndolas, me convertía en
otro. Invadía mi cuerpo (mis centros de acción, de reposo). Mi cuerpo, a
menudo está un poco lejos de mi cabeza. Lo tenía excitado, eléctrico. Lo
tenía como un caballo al galope con el que uno sólo se siente uno. Estaba
poseído por movimientos, muy tenso por esas formas que me llegaban a toda
velocidad, y rítmicamente. Un ritmo a menudo comandaba la página, a veces
muchas páginas en hilera y más signos llegaban (un día cerca de cinco mil),
más vivos eran.

Aunque esta -¿debo decir experiencia?- pudiese ser retomada por mucha gente,
quisiera advertir al amante de explicaciones personales, que veo aquí la
recompensa de la pereza.

La mayor parte de mi vida, acostado en mi cama, durante horas interminables
de las que no me cansaba, animaba una, dos o tres formas, pero siempre había
una más rápida, más favorita y diabólicamente rápida que cualquier otra. En
lugar de perfeccionar mi trabajo, enriquecerlo, darle felicidad y ventajas
terrenales como se dice, le daba -debiese quedar ella muy infeliz por
cierto-, le infundía una inaudita movilidad, de la cual era el doble y el
motor, aunque inmóvil y ocioso. La ponía bajo tensión mientras que yo era la
desesperación o el desdén de personas activas.

No habría hecho aquí sino repetir, mal que bien, sobre papel, en tinta
china, algunos de los innumerables minutos de mi vida inútil...

R.B. Me ha señalado que en este libro el dibujo y lo escrito no son
equivalentes, el primero más liberado, el segundo más cargado.

¿Qué tiene de extraño? Ellos no tienen la misma edad. Los dibujos son muy
recientes para mí, sobre todo aquellos, verdaderamente en estado naciente,
en estado de inocencia, de sorpresa; las palabras, venidas después, después,
siempre después... y después tantas otras. ¿Liberarme ellas? Al contrario,
por haberme liberado de las palabras, esos pegajosos interlocutores, es
precisamente que los dibujos se han abalanzado y, casi gozosos, sus
movimientos se han hecho con soltura, aun cuando están exasperados. También
veo en ellos, nuevo lenguaje, dándole la espalda a la expresión verbal, de
los libertadores.

Quién, habiendo seguido mis signos fuese inducido por mi ejemplo, a obrar el
mismo según su ser y sus necesidades, irá, o me equivoco considerablemente,
a una fiesta, a un paro aún desconocido, a una desincrustración, a una nueva
apertura, a una escritura inesperada, aliviadora, donde podrá finalmente
expresarse lejos de las palabras, de las palabras, de las palabras de los
otros.

Henri Michaux

Mouvements, 1952

Etiquetas: poesía art-S

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