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Feb 5, 2018

Defender la libertad no es un oficio


foto Maria Matienzo

El golpe bajo de un registro súbito a un disidente, orquestado por efectivos de la contrainteligencia "con el objetivo de ocupar objetos de procedencia ilícita" y acusarnos así con un cargo o delito común ("actividad económica ilícita") aunque se trate únicamente de motivos políticos, es solo un escarmiento a los más cercanos, involucrados o no en esa "actividad subversiva" que ellos dicen que realizas "ilegalmente", -que todo tu trabajo se basa en "material de contenido CR" ("contrarrevolucionario")- y es además una burla descarada/descarnada a todas aquellas manos solidarias que pese a todo nos siguen ayudando.

Defender la libertad no es un oficio, es un principio. Elevar nuestra dignidad pisoteada y continuar el camino, y hacerlo además con la ayuda desinteresada de personas comprometidas con los derechos humanos, con la verdad, la libertad y la democracia, con los principios más básicos de humanidad, no es cuestión de discursos bonitos ni alegatos políticos: vivir siendo perseguidos y atacados por un aparato de contrainteligencia represivo, es el sacrificio que nos toca pagar de manera compartida por aspirar a esa libertad más fundamental, con la conciencia limpia frente a la aparente ventaja de la impunidad y la prepotencia del esbirro.

La ignorancia o la incomprensión, el temor, los prejuicios, nos han hecho una sociedad conforme e inferior, con una estructura económica esclavizada, dependiente, con la herencia colonial que nos hizo débiles y cobardes: una mentalidad hecha para el servilismo. Contados somos los que resistimos y nos pronunciamos abiertamente en contra de un sistema que se disfraza de izquierda socialista en nombre de la soberanía nacional y no hace otra cosa que aplastar con la injusticia más atroz a sus propios ciudadanos, negándoles todo sueño de prosperidad y de futuro.

Es el precio. Para vivir en tu hogar, sin la tranquilidad que un concepto de hogar debe llevar: pues de pronto es invadido por esos personajes oscuros, esos esbirros ávidos de hurgar minuciosamente en cada detalle íntimo de tu vida, trasladando el operativo excesivo que te han hecho numerosas veces -sitiándote, acosándote y amenazándote por tratar de vivir plena y libremente, por respirar, por existir casi- todo eso ahora dentro de tu casa: un desfile de ajenos despreciables transitando tus espacios privados, revolviendo y fotografiando cada apunte, cada papel hallado, no importa si es tu literatura, tus diarios, tu correspondencia personal; cada rincón es allanado y vaciado con despotismo y prepotencia, con toda la impunidad del que se sabe poderoso y con la falta de ética y de respeto más radical.

Ese hogar ahora ya te resulta inhóspito, te da asco hasta descansar donde antes manos invasoras "ocuparon" todas tus cosas, tus medios para expresarte a través del arte, tus proyectos creativos hechos polvo, eso que ellos insisten en llamar "proyecto enemigo en contra de los intereses generales de la nación", porque tú no eres pueblo, no eres nada (como le decía la pueblerina Daisy Granados al Sergio de Memorias del subdesarrollo), estás siendo expulsada de esta isla bajo el pretexto incluso, cobarde justificación, de una "restricción de salida" desde hace nueve meses, aunque desde hace años violan uno tras otro todos tus derechos, y ahora por último te roban tu intimidad y te inmovilizan todavía más, hasta el fondo de ese laberinto ya totalmente recorrido tantas veces hasta la extenuación.

Los totalitarismos no admiten críticas, ni desafectos, ni partidos que hablen de pluralidad e inclusión. Ni mucho menos personas interiormente libres. Por eso nos hacen al final protagonistas incuestionables de los tiempos críticos, infinitamente oscuros.

Víctimas de su propio infantilismo con sus eufemismos lingüísticos, se ridiculizan ellos mismos y escriben cosas como "20 folletos con dibujos de dos cerdos subversivos" y hacen constar con la más absoluta desfachatez el objetivo real de su afanosa búsqueda, de su perruno rastreo.

No contentos con la humillación "positiva" que los deja medio satisfechos, nos encierran en calabozos donde escriben "CR" en el motivo del acta de detención, todo ejecutado de la manera más arbitraria, esgrimiendo estar actuando bajo los estatutos de una supuesta legalidad, bajo el amparo de una ley absurda y ridícula que demuestra su insensatez con cada preso de conciencia, con cada persona injustamente encarcelada.

En los calabozos somos despojados ahora ya hasta de los anillos, aretes y cordones de zapatos. Aquí ya ahora sí no tenemos nada más que perder. No tenemos necesidad alguna de alimento o líquido pues nos sigue alimentando e hidratando nuestro sentido humano de libertad interior, nuestra fuerza de espíritus libertarios y transparentes. Nuestra entrega al deseo más fuerte de todo ser humano. Al grito desgarrado pero verdadero de seres libres, cuya verdad queda reflejada justo tras esos barrotes, incapaces de contenernos.

La Habana
Febrero 5 2018

Feb 4, 2018

Imagina tu peor pesadilla



Imagina tu peor pesadilla.
Imagina que se materializa en tiempo real, lo que has intuido tantas veces, pero ya no se trata de un sueño lúcido: ahora es pura y dura realidad.
Fría y concreta.
El ser más despreciable, ese al que te has dedicado a denunciar porque responde a un aparato represivo encargado de aplastarte por decir la verdad y de perseguirte por defender la libertad, imagínalo multiplicado en un ejército de agentes anónimos, un ejército de ratas dispuestas a colarse en tu casa y a hurgar en tus cosas con el afán roedor.
Es la nauseabunda escena de tu vida: tu privacidad, tus recuerdos, todas tus memorias conservadas tras el paso de los años en pequeños soportes digitales, discos, toda tu vida en manos de esbirros entrenados en destruir toda tu obra, todo tu trabajo de años, tus archivos personales y finalmente confiscarlo todo en bolsas de nylon donde se lee la palabra: “criminalística”, porque es precisamente el trato empleado, bajo el débil argumento de que realizas: “una actividad subversiva o contrarrevolucionaria”.
Si has leído las novelas el Maestro y Margarita o Doctor Zhivago puedes tener una idea más clara de lo que es ver tus espacios más íntimos invadidos por un numeroso grupo de personas acusadoras, ávidas de inmiscuirse hasta el fondo de tu vida privada.
Es un derecho demasiado individualista que el comunismo concede solo a la familia real: esa sí puede protegerse de las miradas ajenas.
En tu completa indefensión, quedas expuesta, aunque te hayas esforzado tanto siempre por evitar tener secretos, dadas las circunstancias, has sido incluso más atrevida en mostrarte exhibicionista, tremendamente narcisista en un acto de protesta irreverente.
No importa cuánto empeño pongas en tratar de convencerlos de que no tienes nada que ocultar, que para colmo lo publicas todo.
Que has seguido la rima colectivista de no considerar tu privacidad como un tesoro tan valioso, pues hay que compartir hasta tus más íntimos deseos y tus más preciosos sueños. Tu voluntad queda reflejada en tus actos.
Tus movimientos son bastante descuidados porque nunca has tenido mucho éxito, o no ha sido tu verdadera intención, conspirar por “la causa” pues piensas que debe ser la misma para los pocos conscientes, lúcidos, claros amigos que te quedan.
Te has ido de todos los grupos porque no encuentras coherencia, humildad, transparencia o simplemente la amistad real que has estado buscando por todas partes.
Mucho has visto.
Mucho tramo has recorrido para llegar al mismo punto, una y otra vez.
Has vivido el odio y la humillación de ese gobierno enfermo, parásito y aún ciego de poder.
En el tránsito se fue tu confianza y gran parte de la fe en la gente, contaminada de egoísmo y de competencia en la marcha ridícula de un círculo vicioso.
Tu dignidad y tu esperanza se asoman tímidas por encima de tu mirada, ya no tan inocente, ya no tan limpia como antes.
Delante de ti el camino no se bifurca: hay una sola línea recta indicando la salida, la ves claramente pero tus pies te pesan y tus sentidos no responden.
Sobre la mesa donde antes invertiste tus horas en la laptop que llegaste a considerar una extensión de tu mente, está la página que llenas a mano con paciencia intentando respirar y conservar algo de calma.
En alguna oficina oscura de Villa Marista están todos tus proyectos aguardando (a lo peor) un formateo rápido, un aniquilamiento, una eliminación minuciosa que solo puede dolerte a ti.
Pero eres una víctima más, nada te distingue de las anteriores, quizás más humilladas ante un ultraje más sufriente.
Ahora solo debes levantarte de nuevo y agarrar ese camino sin mirar atrás.


La Habana 4 de febrero de 2018