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de Mario y el mago, de Thomas Mann





¿Os place esto? ¿Podéis gustar de ello durante semanas? Es el Sur, qué duda cabe; el tiempo clásico y el clima que viera florecer la civilización humana; es el sol de Homero, etc.... Sin embargo, al cabo de cierto tiempo, soy incapaz de evitar que encuentre ese clima estúpido. El ardiente vacío del cielo se me hace pesado, a la larga; bien es verdad que la vivacidad de los colores, la inmensa candidez de la luz y su integridad despiertan sentimientos alegres, inspiran despreocupación y nos confieren independencia frente a los caprichos y sorpresas del tiempo. Pero, sin que lo percibamos en un principio, aquella claridad deja insatisfechas otras necesidades más profundas y complejas, del alma nórdica, acabando por inspirar algo semejante a menosprecio.

«Lo que nos retiene en las situaciones penosas —dijo el poeta— es la pereza»

(...)pues una voluntad que pretende la libertad absoluta se contradice y cae en el vacío.

La facultad —decía— de desprenderse de su propio yo, para transformarse en mero instrumento y obedecer en el sentido más absoluto y perfecto, no era más que el reverso de aquella otra de querer y mandar; tratábase de una y la misma facultad; mandar y obedecer, ambas cosas forman un solo principio, una sola unidad indisoluble; quien sepa obedecer, sabe igualmente mandar, y viceversa; la mismísima idea está involucrada en una como en otro, tal como nación y jefe de Estado.

En el amor suele haber malas inteligencias; podríamos decir, incluso, que en ninguna otra cosa surgen con tanta frecuencia las malas inteligencias como en él.