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Edgelit

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Edgelit/Borde.de.luz

Adagio de Habanoni


Fotografías de Silvia Corbelle y Orlando Luis Pardo

mi habanemia

La Habana puede demostrar que es fiel a un estilo.

Sus fidelidades están en pie.

Zarandeada, estirada, desmembrada por piernas y brazos, muestra todavía ese ritmo.

Ritmo que entre la diversidad rodeante es el predominante azafrán hispánico.

Tiene un ritmo de crecimiento vivo, vivaz, de relumbre presto, de respiración de ciudad no surgida en una semana de planos y ecuaciones.

Tiene un destino y un ritmo.

Sus asimilaciones, sus exigencias de ciudad necesaria y fatal, todo ese conglomerado que se ha ido formando a través de las mil puertas, mantiene todavía ese ritmo.

Ritmo de pasos lentos, de estoica despreocupación ante las horas, de sueño con ritmo marino, de elegante aceptación trágica de su descomposición portuaria porque conoce su trágica perdurabilidad.

Ese ritmo -invariable lección desde las constelaciones pitagóricas-, nace de proporciones y medidas.

La Habana conserva todavía la medida humana.

El ser le recorre los contornos, le encuentra su centro, tiene sus zonas de infinitud y soledad donde le llega lo terrible.

Lezama

habanera tú

habanera tú
Luis Trapaga

El habanero se ha acostumbrado, desde hace muchos años, a ese juego donde silenciosamente se apuestan los años y se gana la pérdida de los mismos.

No importa, “la última semana del mes” representa un estilo, una forma en la que la gente se juega su destino y una manera secreta y perdurable de fabricar frustraciones y voluptuosidades.

Lezama

puertas

desmontar la maquinaria

Entrar, salir de la máquina, estar en la máquina: son los estados del deseo independientemente de toda interpretación.

La línea de fuga forma parte de la máquina (…) El problema no es ser libre sino encontrar una salida, o bien una entrada o un lado, una galería, una adyacencia.

Giles Deleuze / Felix Guattari

moi

podemos ofrecer el primer método para operar en nuestra circunstancia: el rasguño en la piedra. Pero en esa hendidura podrá deslizarse, tal vez, el soplo del Espíritu, ordenando el posible nacimiento de una nueva modulación. Después, otra vez el silencio.

José Lezama Lima (La cantidad hechizada)

Medusa

Medusa
Perseo y Medusa (by Luis Trapaga)

...

sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir;
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.

la maldita...

la maldita...
enlace a "La isla en peso", de Virgilio Piñera

La incoherencia es una gran señora.

Si tú me comprendieras me descomprenderías tú.

Nada sostengo, nada me sostiene; nuestra gran tristeza es no tener tristezas.

Soy un tarro de leche cortada con un limón humorístico.

Virgilio Piñera

(carta a Lezama)

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Luis Trápaga

ay

Las locuras no hay que provocarlas, constituyen el clima propio, intransferible. ¿Acaso la continuidad de la locura sincera, no constituye la esencia misma del milagro? Provocar la locura, no es acaso quedarnos con su oportunidad o su inoportunidad.

Lezama

Luis Trápaga Dibujos

Luis Trápaga Dibujos
Dibujos de Luis Trápaga

#VJCuba pond5

Pingüino Elemental Cantando HareKrishna

Elementary penguin singing harekrishna
o
la eterna marcha de los pueblos victoriosos
luistrapaga paintings
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Libertad para Danilo

Jun 24, 2010


los adictos maquínicos

Los Adictos Maquínicos*
Félix Guattari

Habría que partir de una definición amplia de la droga; las adicciones, para mí, son todos los mecanismos de producción de subjetividad “maquínica”, todo lo que contribuye a proporcionar el sentimiento de pertenecer a algo, de estar en alguna parte; y también al sentimiento de olvidarse. Los aspectos existenciales de lo que yo llamo las experiencias de drogas maquínicas no son fácilmente detectables; sólo percibimos su superficie visible a través de ciertas prácticas como el esquí de fondo, los vuelos ultralivianos, el rock, los videoclips, toda esta clase de cosas. Pero el alcance subjetivo de estas adicciones no está necesariamente en relación con la práctica en cuestión… Es el funcionamiento de conjunto lo que interesa.

El ejemplo de Japón, considerado a gran escala, es significativo. Los japoneses se ajustan a una estructura arcaica, digamos más bien, pseudo-arcaica. Esta es la contraparte de sus adicciones maquínicas para que la sociedad no se haga trizas… Ellos reestructuran una territorialidad feudal a partir de la tradición, perpetuando la condición alienada de la mujer, entregándose a trabajos repetitivos entre máquinas… Estas son también conductas para posicionarse subjetivamente, o a fin de cuentas, no exactamente “para”, pero el resultado es ese: ¡que funcione! Los japoneses estructuran su universo, ordenan sus afectos en la proliferación y el desorden de las máquinas, aferrándose a sus referencias arcaicas. Pero, antes que nada, están locos por las máquinas, por adicciones maquínicas. ¿Sabían ustedes, por ejemplo, que la mitad de las personas que escalan el Himalaya son japoneses?

Adicción. Droga. ¿Se trata acaso de una simple analogía? Parece que, según las investigaciones más recientes, no es del todo una metáfora. Los dolores repetidos, algunas actividades bastantes “agarradoras”, incitan al cerebro a secretar hormonas, las endorfinas, drogas mucho más “duras” que la morfina. ¿Acaso por ese medio no se llega a una autointoxicación? En La Borde, he observado hasta qué punto los anoréxicos se asemejan a los drogados. La misma mala fe, la misma forma de tomarle a uno el pelo prometiendo detenerse… La anorexia es una adicción mayor. También el sadomasoquismo. Y cualquier otra pasión exclusiva que provoque descargas de endorfina. Uno se “droga” con la estridencia del rock; con la fatiga, con la falta de sueño, como Kafka; o golpeándose la cabeza contra el suelo, como los niños autistas. Con la excitación, el frío, los movimientos repetitivos, el trabajo forzado, el esfuerzo deportivo, el miedo. ¡Descender esquiando una pendiente vertical, efectivamente transforma los datos de la personalidad! Una manera de fabricarse, de encarnarse personalmente, mientras el fondo de la imagen existencial permanece difuso.

Lo repito, el resultado de la adicción y su representación social son susceptibles de ser completamente desplazadas. La adicción pone en juego procesos que escapan radicalmente a la conciencia, al individuo, produce transformaciones biológicas de las cuales el individuo experimenta confusamente –aunque de manera intensa– su necesidad. La “máquina-droga” puede desencadenar el éxtasis colectivo, la gregariedad opresiva; no por ello constituye menos una respuesta a una pulsión individual. Lo mismo ocurre con las adicciones menores: el sujeto que regresa a su casa hecho pedazos, extenuado tras una jornada agotadora, y que pulsa mecánicamente el control de su televisor. Este es otro medio de reterritorialización personal por medios totalmente artificiales.

Estos fenómenos de la adicción contemporánea me parecen, pues, ambiguos. Hay dos entradas: la repetición, la güevonada, como en el caso de la monomanía de los flippers1 o en la intoxicación de los videojuegos. Y también la intervención del proceso “maquínico”, que no es baladí y nunca es ingenua. Hay un Eros maquínico. Sí, los jóvenes japoneses, saturados, se suicidan a la salida del colegio; sí, miles de hombres, desde las 6:00 a.m., repiten en coro los movimientos del golf en un parqueadero de cemento; sí, jóvenes obreros duermen en pabellones y renuncian a sus vacaciones… ¡Chiflados por las máquinas! Pero, a pesar de todo, hay en Japón una especie de democracia del deseo, incluso en la empresa. Una especie de equilibrio. ¿A causa de la adicción?

Entre nosotros, las adicciones maquínicas funcionan más bien en el sentido de un retorno a lo individual; pero parecen sin embargo indispensables para la estabilización subjetiva de las sociedades industriales, sobre todo en los momentos de mayor competitividad. ¡Si uno no tiene al menos esta compensación, no tiene nada! Está llevado… La subjetividad maquínica molecular permite ser creativo, sin importar en qué dominio. Créanlo. ¡Los jóvenes italianos, más bien desestructurados políticamente después del hundimiento de los movimientos contestatarios, no hacen otra cosa! ¡Arreglándoselas cada uno como pueda! Una sociedad que no fuese capaz de tolerar, de manejar sus adicciones perdería su vigor. Sería aplastada. Es preciso que ella se articule, quiéralo o no, al aparente desorden de las adicciones, incluso y sobre todo de las que dan la impresión de ser escapatorias improductivas. Los norteamericanos son los campeones de las adicciones: tienen miles, las inventan todos los días. Y les sale muy bien. A los rusos, por el contrario, no les queda sino la adicción al antiguo bolchevismo… Es la subjetividad “maquínica” la que engendra grandes ímpetus como Silicon Valley.

¿Y en Francia? La sociedad francesa no está irremediablemente perdida. Los franceses no son más idiotas que otros, ni más pobres en libido. Pero no están “a la moda”. Las superestructuras sociales son, por así decir, más bien molares. Apenas si hay entre nosotros instituciones que dejen lugar a los procesos de proliferación “maquínica”. Francia, se lo repite hasta el hartazgo, representa la tradición, el Mediterráneo, los inmortales principios de esto o de aquello. Y en el momento en que el planeta está siendo atravesado por mutaciones fantásticas, vemos con malos ojos las grandes adicciones “maquínicas”. La explosión universal está “out”. ¿Los Juegos Olímpicos? Y el Centro Pompidou, que al comienzo tuvo su gracia, se ha quedado atascado con sus sucesivas exposiciones permanentes y relativamente parásitas. En suma, es la anti-adicción. ¿Se pretende japonizar a Francia enviando las delegaciones a Tokio? Eso es verdaderamente gracioso… ¡Fuera la endorfina!

Parece que Francia no ha tenido un buen comienzo. Tampoco Europa. Los procesos “maquínicos” exigen tal vez grandes espacios, un gran mercado o una gran potencia real, como en la antigüedad. Y/o también, como lo sugiere Braudel, una concentración de medios semiológicos, monetarios, intelectuales, un capital de saber. New York, Chicago, California con toda América detrás. O Ámsterdam en el siglo XVII. Solamente eso posibilitaría entidades viables. ¡Las megamáquinas!

Aquí la adicción corresponde al club más o menos privado, no es más que un escampadero. La gente se subjetiviza, se rehace territorios existenciales con sus adicciones. ¡Pero la complementariedad entre las máquinas y esta clase de escampaderos no está garantizada! Si la adicción falla, si fracasa, hay implosión. Existe un umbral crítico. Si no se desemboca en un proyecto social, en una gran empresa a la japonesa, en una movilidad a la americana, pereceremos. Por ejemplo Van Gogh, Artaud. El proceso “maquínico” del cual no pudieron salir los destruyó. ¡Cual verdaderos adictos! ¿Mi existencia arrastrada a un proceso de singularización? ¡Perfecto! Pero si se detiene, listo, se acabó, la catástrofe es inminente. Falta de perspectivas, de una salida micropolítica. Hay que existir “en” el proceso. ¡La repetición vacía de la adicción, eso es terrible! Cuando uno se da cuenta de eso, cuando uno termina por decirse: “no era nada…”. La contracultura de los años sesenta, el tercermundismo, el marxismo-leninismo, el rock: son muchas las adicciones que han hecho más daño cuando se tornaron caducas…

Esto es o el hundimiento lamentable, o la creación de universos insólitos. Las formaciones subjetivas minuciosamente trabajadas por las adicciones pueden relanzar el movimiento, o por el contrario, hacerlo extinguir lentamente. Detrás de todo esto, hay posibilidades de creación, de transformación de la vida, de revoluciones científicas, económicas, incluso estéticas. Horizontes nuevos, o nada. No pienso aquí en las viejas cantinelas sobre la espontaneidad como factor de creación. ¡Absurdo! Sino en la inmensa empresa de estratificación, de serialización que oprime a nuestras sociedades, en la que acechan formaciones subjetivas aptas para volver a lanzar la potencia del proceso y para promover el reino de las singularidades mutantes, de las nuevas minorías. Los sectores visibles de adicción no deberían ser defensas de territorios conquistados; los cristales residuales que constituyen las adicciones maquínicas podrían atravesar el planeta entero, reanimarlo, relanzarlo. Una sociedad aprisionada a tal punto tendrá que habérselas con esto, o perecerá.
* 1984 – “Les défoncés machiniques”.
Conversaciones recopiladas por Jean-Fancis Held, Les nouvelles, entre el 12 y el 18 de abril de 1984.
Traducción: Carlos Enrique Restrepo
Fuente: http://www.revistaeuphorion.org/numeros/numeros/articulos/numero5/adictos.html

NOTAS:
1.- Nombre con el cual se conocen algunas máquinas de pinball en Alemania y en Francia [N. del T.]

Jun 17, 2010

derretimiento liístico

(primera entrega para cánnabis)



Qué irónico. Paso un siglo antes de decidirme a teclear y el Word me sorprende en ruso; siempre tan original. Y siempre tan difícil empezar. Romper no el hielo sino la hoguera.

Evadir la exquisita vagancia y sentarse lo más recto posible. Aún cuando la columna proteste y chille.
Mucho más fácil permanecer un rato más en esta inmovilidad no ya lezamiana, sino mutante al devenir ahora nada menos Cronemberg: sí: una especie de enceramiento cronembergiano, si es que tal cosa puede concebirse.

La calle es un infierno y mientras, no puedo sino despojarme de cada una de las telas que llevo encima y salir desnuda al balcón, que es como la calle misma, y donde único se puede romper de una vez y escribirte un poco de esto frente a un flamboyán completamente florecido, inmutable por la no brisa.
Mi devenir cera a lo Cronemberg es la justa sensación de que cada poro de mi piel se va derritiendo. Nada menos.

En lo que la luna mengua toda amarilla grandota de Cheshire y se esconde detrás del edificio horrendo más conocido como la Maléfica, donde posiblemente un grupo de residentes latinoamericanos estén practicando autopsias y haciendo electrocardiogramas en un cuerpo de guardia, con o sin órganos.

Todo lo que me pasa en este momento se diluye como la mantequilla al fuego. El tiempo es butter, no deja de decirme en la cabeza la voz de un amigo distante en las 90 millas. La miel es más dulce que la sangre, me reitera Gala y mis coágulos se espesan y aceleran su flujo cada vez más intenso.
Mi desfallecimiento es tal que podría caerme incluso cuando la baranda del balcón no es tan insegura como lo aparenta. Caerme con laptop incluida. Reventarme el cráneo en pleno concreto negro acabado de asfaltar, de lo más bonito. Y si después llegara a recuperarme la pérdida irreparable de este artefacto me llevaría a recurrir a la búsqueda –toda ansiedad queda descartada- de la pluma de ganso de Gunter Grass Vs new tecnología.

Lia against the machine. Los relojes de Dalí se derriten sin parar. 
No hay descanso en esto.There is no scape in here, grita Mallory.

Frank Zappa me recuerda que una nación no es tal a menos que posea una cerveza, una aerolínea y un arma de destrucción masiva; los aspectos nucleares podrían ignorarse: la cerveza es sin embargo absolutamente indispensable. Es lo menos a lo que puede aspirar el candidato al derretimiento progresivo de todas sus neuronas, one by one.


Cuando la luna persiste en su maléfico escondite -que debería ser prioritariamente fulminado por una AMD o una bomba común y corriente, siempre y cuando la impresionante planta de gas no explote antes en el curso natural del desastre cotidiano (¡de 35 a 50 mil barriles de petróleo crudo se desbordan a diario en el fondo del Golfo y las especies más insólitas migran al Caribe, para completar!) y media Habana vuele por los calientes aires como la ingrávida pelota de Sudáfrica, aunque allí el clima esté perfecto. ¿Será posible?-; me entretengo en esparcir más la mantequilla dibujando abstractos más que formas con ella y la camarita.

Dibujo una espiral, un ocho, una risa macabra, un garabato de mis siete años, una florcilla agonizante.
La cámara se queda sin pilas y yo me aburro sin remedio. Y mi derretimiento sigue siendo progresivo.
Cuánto falta aún para mi habitual y trastocado horario de sueño. Poco más de cuatro horas.
Mis ojos arden y mi cabeza refugia a un dragón chino insoportable. Vacío el termo de café. (La abstinencia etílica nunca acarrea nada bueno, y mi balcón luyanero es un autorehab vitamínico y tortuoso).

Por hoy está bueno ya. Me despido del flamboyán maravilloso y me retiro a mi sanctuarium, donde las aletas del ventilador echan vapor por aire como las narices de mi dragón cerebral.


Espero poder detener esto del derretimiento y atardecer en una pieza. 

Chau-hasta-mañana!

Jun 15, 2010

moi matinal

au café literaire!

Luis Trápaga


Visión del escribiente

El hombre, ese ser social, no siempre  sociable, y en ocasiones nada humano siente en este ambiente finisecular la necesidad de unirse a sus semejantes como una salida a la soledad que lo aqueja.
Trápaga, se inclina por los blancos y los negros, las figuras delineadas  con trazo, correcto, con un aliento irónico que lo acerca al comic.
Pretende ocupar la casi totalidad del espacio en el lienzo, en el que ahora permite la aparición de elementos de fondo. Aquí, los agrupados, están enlazados por una suerte de complementación. Hay cierto humor en la imagen del burócrata escribiente y el servil hombrecillo en que se apoya.
Virginia Alberdi

 Verdugo (acrílico/lienzo)

 
Redención de Horus


Pushkin

)))

Las abstracciones paródicas de Luis Trápaga

I
Algunas exposiciones y proyectos de curaduría realizados en los últimos años han venido a demostrar no sólo que la pintura abstracta en Cuba conserva, desde su aparición a principios de los años cincuenta, una notable vitalidad, sino que existe una continuidad entre la obra de los jóvenes pintores y la que realizaron figuras como Julio Girona, Raúl Martínez, Fayad Jamís y Antonio Vidal.
Quedan, sin embargo, otras vindicaciones por hacer al medio siglo de arte abstracto en Cuba. Por ejemplo, habría que preguntarse si  –tal como y la interpretó toda una crítica radical que va desde Juan Marinello en su Conversación con nuestros pintores abstractos (1955) hasta los artistas y críticos que se adscribieron al proyecto Es sólo lo que ves  (1989)– la abstracción fue necesariamente una aventura formalista y ajena a la realidad política, casi siempre tensa, por la que ha atravesado el país desde la segunda mitad del siglo XX.  La exposición Marca con una X (1993) de Rodolfo Llópiz, y el lienzo Panóptico de Vladimir León, presentado en el Salón Juan Francisco Elso (1995), podrían corroborar que la abstracción puede tener  –y de hecho tuvo– una postura polémica frente al orden imperante.

Otro de los problemas que, en mi opinión, no han sido suficientemente atendidos, es el del espacio que ocupó la abstracción en la muy plural y controvertida década de los 80. Si se descuenta a Carlos Alberto García, el resto de los jóvenes pintores abstractos fueron, en sentido general, ignorados. Casi ningún crítico de arte apostó por ellos. Trabajaron en solitario y a contracorriente de los acontecimientos artísticos del momento. La abstracción fue excluida (cuando no condenada como en el proyecto Es sólo lo que ves) del “nuevo” arte cubano. Baste recordar que en el minucioso, si bien a todas luces arbitrario, libro de Luis Carmnizer, New Cuban Art, apenas se hace referencia a la abstracción como una vertiente significativa en el panorama del arte de los ochenta y comienzos de los noventa. Ahora, con la distancia de más de una década, tal vez sea oportuno reparar en el hecho de que, durante esos años, no sólo los jóvenes pintores acogieron con entusiasmo la hasta entonces poco conocida obra de Julio Girona, sino que, al mismo tiempo, numerosos pintores se interesaron en la abstracción. Entre los jóvenes que incursionaron  en la pintura abstracta cabe mencionar a Carlos Alberto García, Gustavo Pérez Monzón, Dania del Sol, Miguel Cerejido, Erenesto Ocaña, junto a artistas que, hoy po hoy, casi nadie recuerda o conoce, como Rodolfo Llópiz, Ángel Hernández, Juan Carlos Sánchez y Luisa Correa. La lista puede ser aún más larga.

Puede discutirse la relevancia de estos artistas, como mismo tendrá que reconsiderarse la importancia de muchos de los jóvenes que protagonizaron los escándalos y polémicas que caracterizaron a las artes visuales de fines de los ochenta. La tarea de desinflar el llamado “renacimiento cubano” está todavía por emprenderse. Pero lo que me interesa destacar ahora, es que, pese a la escasa atención que le prestó la crítica, la abstracción figuró, con no poca fuerza, entre las inquietudes de los artistas de los ochenta.
Me parece saludable el hecho de que, en la actualidad, los críticos y curadores tengan una actitud menos prejuiciada hacia las manifestaciones del arte abstracto. Tal vez sea el momento de rescatar a algunos de los pintores abstractos de los 80.

             II
Luis Trápaga es uno de esos artistas casi desconocidos que, a mediados de los ochenta, se dedicaron a la abstracción.  Pocas veces en Cuba se ha dado a conocer su trabajo más allá del círculo (reducido) de sus amigos en las exposiciones personales realizadas.
Diría que las abstracciones de Luis Trápaga poseen el don de ser perturbadoras e inusuales. Por un lado, Trápaga ofrece la impresión de ser uno de los artistas cubanos que permanecen más apegados a las búsquedas de la abstracción lírica de los años cincuenta. Su pintura parece enfocarse en efectos expresivos y a menudo poéticos, poderosamente condicionados por la espontaneidad de la pincelada, la grafía ágil, las analogías cromáticas y las tensiones espaciales entre las formas. Sin embargo, en los propios trabajos existe una especie de contrasentido, como si, mediante el sarcasmo, se deshiciesen las preocupaciones formalistas o la inclinación hacia lo ornamental y lo lírico. Las formas puntiagudas, los pequeños triángulos, los colores chillones interrumpen, como si ofreciesen el efecto de un cortocircuito, toda posible pretensión trascendental o esteticista, introducen una mordacidad que, sin apelar a las relaciones entre la palabra y lo pictórico, hace mofa de las propias formas abstractas.
Formas abstractas incompatibles, como si la imagen quedase escindida en fragmentos que, al dialogar, se autodestruyen. Aquí podría hablarse de un sentido paródico que devuelve las abstracciones de Trápaga a nuestra contemporaneidad. Pero un humor que colinda con la angustia, un juego que conduce a una expresión exacerbada y estridente. Una angustia que estalla en una carcajada.


El artista tiene en venta algunas de sus piezas. Para contactar directamente con él en La Habana:
fijo: (053-7)833 6983 email: trapagaprakata@gmail.com
(vídeo tomado del tercer número de la Revista Desliz)

Manolo´s dancing

Como la Cinemateca no tuvo electricidad en 2 o 3 días y Manolo no pudo ver Bird (de Eastwood basada en Charlie Parker), se contentó en posar para mi camarita... no se sabe aún las causas del "problema de la luz", aunque todos los locales aledaños la tenían.


 

Jun 1, 2010

no cultural city for young bloggers o desmontar la maquinaria

Da pena llegar a un cine y ver que la administración y los trabajadores comunes (hasta las taquilleras) son controlados por funcionarios de la seguridad del estado.

Da rabia y vergüenza que paguen justos por pecadores cuando se forma la consabida confusión del segregado –que enseguida quieren ingenuamente reclamar sus derechos civiles y solicitar argumentos en vez de pretextos tontos y justificaciones insípidas- y que muchachos de veinte años que no tienen nada que ver con la escabrosa situación, pero saben, los han adoctrinado de esta forma, que “hay cosas que no tienen explicación, a menos de que se trate de una broma absurda”, y den media vuelta de la manera más rápida y hagan todo lo posible por averiguar lo menos posible:  No es nuestro asunto, allá ellos. No nos interesa demasiado. No teníamos adonde ir y fatalmente nos tropezamos con este circo.

Daría nada menos que escalofríos que esta moda para nada reciente fuera a extenderse a cada lugarcillo cultural o de recreación de La Habana o de cualquier capital de provincia en esta islita: habría entonces que adoptar la construcción virtual e inútil de una isla propia al estilo zen.

Habría que admitir voluntariamente la preferible prisión domiciliaria.

Conseguir un proyector, la película en cuestión, verla en la pared interior de tu casa (ya sabemos que la exterior no te pertenece) y anularte como individuo civil social. Conseguir amigos trovadores, que no trancen demasiado, convencerlos y hacer un conciertico muy íntimo privado, sin casi programar nada, sin casi invitar a la gente para que los segurosos no se enteren ni filtren y manden a parar, como ahora con el festival independiente de poesía que estaba armando Reina María Rodríguez para los primeros días de junio, coincidiendo con el oficial Festival Internacional de Poesía que se realiza anualmente según ellos y yo no me había dado por enterada hasta ver una pancartona horripilante por Infanta. (Que si a los muchachos del Isdi les ha dado por diseñar así las cuestiones culturoides no sé que nos puede esperar para la habitual propaganda política oficialista).

Dejarse llevar por la emoción y el acaloramiento inmediatos que produce presenciar cualquier injusticia cometida hacia cualquier persona por las instituciones culturales estatales, más si es uno mismo y tus amigos, en realidad puede llegar a ser contraproducente, y una forma muy pasiva de seguirles el juego y caer en la neurosis colectiva.

Yo me reservo mi derecho de admisión de confrontarme verbalmente con alguno de estos perros funcionarios, de siquiera mirarles su pestífero hocico muy de frente y, sobre todo, de permitir a esos arruinar mi buena energía pese a todas las barbaridades diarias que me tocan padecer.  

Yo no sé si les queda poco, yo no sé dónde coño van a conseguir pincha de ser así, yo no sé si mañana no voy a poder ir al próximo ciclo de Bergman que programe la Cinemateca.

 Ya me haré de toda la colección y de un amigo con proyector en casa y disfrutaré cuanto pueda y me dejen esa paz interior que se supone quede en el hogar cubano, casi al estilo islámico, donde las mujeres apenas salen al exterior contaminante, porque les es prohibido interactuar con la impureza.

Y no se crean que no han pensado nuestras cabecitas femeninas segregadas en disfrazarnos a la manera arábiga con mantos y pañuelos que nos cubran todo el rostro a ver si, más allá de manifestarnos performáticamente, podemos escabullirnos por alguna rendija simpática que no nos reconozca y nos acepte; como cuando el policía holguinero detiene en la Habana Vieja al argelino que va de la mano de alguna muchacha “nacional” pero tan “blanquita” por “acoso al turista” y éste le extiende el pasaporte sin entender ni papa.

Hay que confundirlos, porque, sin ánimo de ofender, ellos, los que se prestan al engaño continuo y a la gran estafa de este gobierno, son más estúpidos.

Me despido con mi eslogan deleuziano, que ahora menos que nunca puedo dejar de lado: crear es resistir!




beso, Lia
crear es resistir!

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Luis Trápaga

El artista tiene en venta algunas de sus piezas. Para contactar directamente con él desde La Habana: telf. fijo: (053-7)833 6983
cell: +53 53600770 email: luistrapaga@gmail.com
para ver más de su obra visita su web

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"De soledad humana"

Los objetos de la vida cotidiana están relacionados con todos los hábitos y las necesidades humanas que definen el comportamiento de la especia.Nosotros dejamos en lo que nos rodea recuerdos, sensaciones o nostalgias, y a nuestra clase le resulta indispensable otorgarles vida, sentido y unidad (más allá de la que ya tienen) precisamente por el grado de identificación personal que logramos con ellos; un mecanismo contra el olvido y en pos de la necesidad de dejar marca en nuestro paso por la vida.La cuestión central es, ¿Cuánto de ellos queda en nosotros? ¿Cuánto de nosotros se va con ellos? (fragmentos de la tesis de grado de Rafael Villares, San Alejandro, enero 19, 2009)

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