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Edgelit

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Edgelit/Borde.de.luz

Adagio de Habanoni


Fotografías de Silvia Corbelle y Orlando Luis Pardo

mi habanemia

La Habana puede demostrar que es fiel a un estilo.

Sus fidelidades están en pie.

Zarandeada, estirada, desmembrada por piernas y brazos, muestra todavía ese ritmo.

Ritmo que entre la diversidad rodeante es el predominante azafrán hispánico.

Tiene un ritmo de crecimiento vivo, vivaz, de relumbre presto, de respiración de ciudad no surgida en una semana de planos y ecuaciones.

Tiene un destino y un ritmo.

Sus asimilaciones, sus exigencias de ciudad necesaria y fatal, todo ese conglomerado que se ha ido formando a través de las mil puertas, mantiene todavía ese ritmo.

Ritmo de pasos lentos, de estoica despreocupación ante las horas, de sueño con ritmo marino, de elegante aceptación trágica de su descomposición portuaria porque conoce su trágica perdurabilidad.

Ese ritmo -invariable lección desde las constelaciones pitagóricas-, nace de proporciones y medidas.

La Habana conserva todavía la medida humana.

El ser le recorre los contornos, le encuentra su centro, tiene sus zonas de infinitud y soledad donde le llega lo terrible.

Lezama

habanera tú

habanera tú
Luis Trapaga

El habanero se ha acostumbrado, desde hace muchos años, a ese juego donde silenciosamente se apuestan los años y se gana la pérdida de los mismos.

No importa, “la última semana del mes” representa un estilo, una forma en la que la gente se juega su destino y una manera secreta y perdurable de fabricar frustraciones y voluptuosidades.

Lezama

puertas

desmontar la maquinaria

Entrar, salir de la máquina, estar en la máquina: son los estados del deseo independientemente de toda interpretación.

La línea de fuga forma parte de la máquina (…) El problema no es ser libre sino encontrar una salida, o bien una entrada o un lado, una galería, una adyacencia.

Giles Deleuze / Felix Guattari

moi

podemos ofrecer el primer método para operar en nuestra circunstancia: el rasguño en la piedra. Pero en esa hendidura podrá deslizarse, tal vez, el soplo del Espíritu, ordenando el posible nacimiento de una nueva modulación. Después, otra vez el silencio.

José Lezama Lima (La cantidad hechizada)

Medusa

Medusa
Perseo y Medusa (by Luis Trapaga)

...

sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir;
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.

la maldita...

la maldita...
enlace a "La isla en peso", de Virgilio Piñera

La incoherencia es una gran señora.

Si tú me comprendieras me descomprenderías tú.

Nada sostengo, nada me sostiene; nuestra gran tristeza es no tener tristezas.

Soy un tarro de leche cortada con un limón humorístico.

Virgilio Piñera

(carta a Lezama)

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Luis Trápaga

ay

Las locuras no hay que provocarlas, constituyen el clima propio, intransferible. ¿Acaso la continuidad de la locura sincera, no constituye la esencia misma del milagro? Provocar la locura, no es acaso quedarnos con su oportunidad o su inoportunidad.

Lezama

Luis Trápaga Dibujos

Luis Trápaga Dibujos
Dibujos de Luis Trápaga

#VJCuba pond5

Pingüino Elemental Cantando HareKrishna

Elementary penguin singing harekrishna
o
la eterna marcha de los pueblos victoriosos
luistrapaga paintings
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Libertad para Danilo

Oct 16, 2009

"comrade" and "voices", by Adrienne Rich

pic by Ricardo Villares, 2009

comrade

Little as I knew you I know you: little as you knew me you
know me
-that’s the light we stand under when we meet.
I’ve looked into flecked jaws
walked injured beaches footslick in oil
watching licked birds stumble in flight
across your own oceans in visionary pain and in relief
lour city’s wounds ancient and fertile
listening for voices within and against.
My testimony: yours: Trying to keep faith
not with each other exactly yet it’s the one know and
unknown
who stand for, imagines the other with whom faith could be
kept.

In city your mind burns wanes waxes with hope
(no stranger to bleakness you: worms have toothed at your
truths
but you were honest regarding that).
You conspired to compile the illegal discography
of songs forbidden to sing or to be heard.
If there ethical flowers one would surely be yours
and I’d hand it to you headlong across landmines
purposefully, with love, a hand trying to keep beauty
afloat
on the bacterial waters.

When a voice learns to sing it can be heard as dangerous
when a voice learns to listen it can be heard as desperate.
The self unlocked ward from solitary from preventive
detention
sees in her thicket of hair her lost eyebrows
whole populations.
One who discharged from war stares in the looking-glass of
home
at what he finds there, sees in the undischarged tumult of his
own eye
how thickskinned peace is, and those who claim to promote
it.



voices (final fragment)

“In the heart of the capital of Capital
against banked radiations of azalea
I found a faux-marble sarcophagus inscribed
H E R E  L I E S  T H E  W I L L  O F   T H E  P E O P L E
I had been wondering why for so long so little
had been heard from that quartet.
I found myself there by deepest accident
wandering among white monuments
looking for the Museum of Lost Causes.

A strangely focused many-lumened glare
Was swallowing alive the noon.
I saw the reviewing stand the podium draped and swagger
The huge screen all-enhancing and all-heightening
I heard the martial bands the choirs the speeches
amplified in the vacant plaza
swearing to the satellites it had been a natural death.”


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Oct 15, 2009

"La realidad cubana es más dura que cualquier película"

ENTREVISTA: ALMUERZO CON... LUIS ALBERTO GARCÍA

"La realidad cubana es más dura que cualquier película"

MAURICIO VICENT

En La Cocina de Lilliam hoy no hay garbanzos fritos, uno de los platos
preferidos de Luis Alberto García. Pero da igual. Elegimos esta afamada
'paladar' de La Habana por otra razón: este restaurante privado fue la casa
de Minin Bujones, una de las primeras actrices que tuvo Cuba, y hoy nuestro
propósito es hablar de cine... Bueno, de cine y -como siempre- de
política... "Es una maldición. Cuando te entrevistan o sales de Cuba te
preguntan antes por Fidel Castro que por tu última película", dice el actor.

El actor y director cubano seguirá con sus personajes incómodos

A sus 47 años, el cine y el teatro están en el centro de su vida. Su padre
era un conocido actor cubano y él ha trabajado en más de 30 largometrajes y
otros tantos cortos, además de participar en numerosas series televisivas y
de dirigir un documental. "Me gustan los personajes negativos: tienen más
sustancia, más hueso", dice.

Pide una cerveza fuerte y comenta que sus últimos papeles reflejan
realidades antes nada frecuentes en el cine cubano: un policía corrupto en
una película que habla sobre la prostitución masculina; un padre
maltratador; el ciudadano Nicanor O'Donnell, un antihéroe protagonista de
una saga de aventuras cortas que critican con mordacidad la realidad
socialista.

"Cada vez en el cine hay más vocación de riesgo y un mayor compromiso con la
verdad", afirma. Los argumentos están más pegados a la realidad y "la
realidad es más dura que cualquier película". Cree que el auge del cine
independiente en Cuba ha contribuido a derribar muros, aunque a veces hay
que pagar un precio por la irreverencia.

Lo sucedido con la saga de Nicanor lo demuestra... En el primer corto,
llamado Monte Rouge (2004), dos agentes de la policía secreta se presentan
en casa del protagonista y le piden permiso para instalar unos micrófonos y
grabar sus conversaciones "contrarrevolucionarias". La divertida parodia
sentó tan mal que Luis Alberto y los demás participantes estuvieron meses
vetados en televisión. "Casi nos transforman en traidores a la patria",
afirma. "En otros lugares nos querían presentar como los líderes disidentes
que no éramos", y hasta hubo quienes dijeron que el corto lo había mandado
hacer el Gobierno para dar una falsa imagen de apertura. "En fin, da risa,
pero es lamentable".

La séptima entrega de Nicanor (Pas de Quatre) acaba de salir. "Ante lo fatal
que está el transporte, Nicanor decide hacer algo por cuenta propia para
ayudar a los demás... Pero hasta eso levanta ronchas y termina con un
batacazo en la cabeza".

Pide un postre bien cubano, cascos de guayaba con queso. Dulce y salado.
Luis Alberto recuerda que Minin Bujones se fue de Cuba nada más triunfar la
revolución. Como la mayoría de los cubanos de su generación, él tiene muchos
amigos fuera del país. "Demasiados", sentencia. Cree que la única forma de
que los jóvenes no sigan marchándose "es que sientan que pueden tener un
futuro aquí, y eso no se consigue con consignas". De los famosos y esperados
cambios, mejor ni hablar...

Antes del café Luis Alberto García lo dice bien claro: no se va a largar de
su país, ni va a abandonar los "personajes incómodos". Y amén.

La Cocina de Lilliam

- Punta de filete, 15 CUC (peso convertible).

- Cascos de guayaba, 3.

- Filete a la Dutch, 15.

- Cerveza, agua, cafés 14,85.

(Texto publicado el 13/10/2009 en El País)
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Oct 14, 2009

viernes a las 5 en Casa

ÓPTICO´70. ENSAYOS DESDE EL DISEÑO GRÁFICO CUBANO

cid:010401ca490d$dc233da0$4119a8c0@casa.cult.cuEste viernes 16, a las 5 de la tarde, quedará inaugurada en la Casa de las Américas la exposición Óptico´70. Ensayos desde el diseño gráfico cubano, integrada por carteles, portadas de discos, revistas, ilustraciones y una animación realizada por Raúl Valdés (Raupa) sobre los diseños del Grupo Cubano de Arte Óptico.

La muestra se inscribe dentro del Año Cinético de la Casa de las Américas, y comprende piezas gráficas realizadas durante la década de los setenta para la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y la institución fundada por Haydee Santamaría.

La propuesta curatorial toma en cuenta el grado de actualización que poseían los diseñadores gráficos cubanos de ese período en torno a las corrientes óptico-cinéticas entonces en boga en el ámbito internacional.

Trabajos realizados por casi una veintena de diseñadores gráficos se incluyen en la exposición, entre ellos, los de muy reconocidos representantes de esa manifestación en la Isla como Julio Eloy, Rafael Morante, Umberto Peña y Alfredo Rostgaard.

 

 

Oct 13, 2009

más de Svankmajer...



mas de Svankmajer..., originalmente cargada por lia villares.

Raúl Flores: Balas

Raúl Flores: Balas, originalmente cargada por lia villares.
BALAS

A todos nos ha golpeado alguna vez bala de salva. Muchos no parecen
acusarlo, pero así es. Apostados escuadrones enteros en cima de edificios
poco altos, casa de vivienda, comercio y vaquería, armados con fusiles de
repetición y mirilla telescópica. Disparan al tuntún, a ver qué pasa. Por
suerte, bala de salva.
No en balde anda el pueblo a paso rápido, cabeza gacha. No vaya a ser que
disparen por error sobre uno, a ojo de buen cubero, o por diversión.
Las viejas van con revólver y pistola automática a la bodega. Le disparan al
bodeguero en la cabeza si son mal atendidas. Solo pólvora seca, pero a tres
pies de distancia pica como bofetada. A nadie le gusta ser abofeteado, creo
yo.
Las cobradoras de multas ya no multan. Te disparan. Por una falta grave,
pueden llevarte hasta el pelotón de fusilamiento instaurado para tales
fines.
Tanta explosión de pólvora puede cegar. Esta es una secuela a ser tomada en
cuenta. Se han disparado astronómicamente las ventas de espejuelos oscuros.
Las chicas van por ahí como estrellas de cine. A nadie le gusta quedarse
ciego, creo yo.
(Vigilar y castigar de Foucault constituye un discreto best-seller en los
marcos de esta ciudad. No obstante, a pocos aquí les gusta leer. No parecen
acusarlo, pero así es.)
Si te llevan al pelotón de fusilamiento puedes pasarlo mal. Todo el proceso
es filmado y después televisado. Para edificación de futuros infractores,
para cosmovisión de los no-ajusticiados. Puedes quedar ciego frente a cámara
de televisión, frente a todo el país. A la gente parece gustarle el asunto.
Las chicas de espejuelos oscuros, como estrellita de cine. Los fusiles pum
pum pum y flores de fuego salen del extremo de los cañones. Los
fusilamientos se hacen en la noche, por eso se ven de esa manera. De día no
se vería flor de fuego.
(Las viejas les disparan a los bodegueros a cualquier hora; pólvora seca
bofetada en el rostro.)
A los presos comunes les disparan con balas trazadoras. Brilla más y da
lustre, dice la Academia. Estos fusilamientos también son televisados y no
es flor de fuego saliendo de los cañones de las armas, sino pequeño sendero
de luz.
No se ve caer a los presos. Los amarrarán a postes, creo yo.
Espejuelos oscuros y Foucault en el bolsillo para lo que pueda suceder. Paso
rápido, cabeza gacha. Las balas de salva están llegando a su fin, corre el
rumor por ahí. No se sabe que vendrá después. Nadie quiere ser golpeado por
bala trazadora, creo yo.

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"in the cellar" (1978), by Jan Svankmajer

Cuando me hablaron de este autor, no antes del año pasado, hice un pequeño
recuento en mi memoria de toda la animación rusa en stop motion que los
niños cubanos tuvimos la suerte o la desgracia de poder consumir, a falta de
mejores alimentos, como la literatura; y sí, repito: afortunadamente para
unos, como yo, pero también harto tediosa para otros, los más. Como
experiencia creativa puedo afirmar con toda seguridad que ha sido una de las
revelaciones artísticas que más han influido en mi expresión y mi manera de
ver y pensar el mundo en toda su fuerza de creación continua.

Pero de Jan Svankmajer aquí nunca se dijo nada. Ni papa. Ni se le mencionó
siquiera. Es una de las críticas más fuertes y jueguetonas, irónicas y
sarcásticas, al comunismo que cabe imaginar. La osadía de este autor apenas
conoció límites. Se burló de la censura cuanto quiso, y su obra resultó ser
maravillosamente peligrosa y molesta para su época. Como artista no le tenía
miedo a las palabras "agitación" o "propaganda" y sí se sentía políticamente
comprometido.

Creció en la Praga manierista y decadente y se desarrolló en la Praga
estalinista de Gottwald por cuarenta años.

Creo que los sistemas despóticos son directamente proporcionales a la
creación artística: a mayor censura y prohibición, pues más arte. En
explosión.

Mientras más cruel sea el régimen, tiene que existir por ley una mayor
búsqueda de libertad.

Así es que la obra surrealista, fantástica o mágica de "el animador de
Praga" está llena de contenido real ideológico y simbólico que ridiculiza y
muestra la descomposición y corrupción del totalitarismo y de los políticos
de esa época. El que haya animado precisamente sólo objetos reales
–personalidades reales en bustos y retratos- deja traslucir claramente su
intención de no querer separar la realidad de lo fantástico. Y si el
espectador no conoce el contexto histórico, pues se pierde todo o casi todo
el sentido. El suyo no es un surrealismo estético sino más bien un concepto
filosófico. Su deliciosa técnica es fácilmente reconocible, porque su estilo
es claro y alarmante, sobrecogedor: ya sea por la música justa o por la
cámara en movimiento o por los objetos animados en sí mismos: todo el
conjunto hace una indiscutible obra única, inmensamente valiosa. Todo el que
haya vivido una dictadura totalitaria tiene un background muy similar en
materia de miseria y represión. Los símbolos surrealistas son una constante
y las regresiones a la infancia que padeciera lo peor construyen una memoria
indisoluble al absurdo irreal y grotesco en el que crecimos.

Espero que puedan encontrar más sobre este director. Hay un documental muy
bueno por ahí, checo. Les recomiendo Dialogue Dimensions (1987), Down in the
cellar y Alice (una versión fiel y completica en stop motion de la Alicia de
Lewis Carroll al estilo oscuro y macabro de Svankmajer).
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¿La novia de mi hermana me quiere matar?



Pudiera ser que se hubiera vuelto, no, que estuviera total y jodidamente desquiciada. No en parte, ni algo. Sino totalmente. Maldita loca. Es importante aclarar este punto para que se entienda. Bien. No a ella, ni a mí, sino más bien a la situación, entera. La cosa podría ser, dándole una vuelta pero sin distanciar mucho el ángulo, que sencillamente no me soportase. Y esto, habría que admitirlo, era una postura mutua.
La otra noche trataba dejugar a que me cogía por el cuello y me tiraba contra la puerta de la habitación contigua, la de mi madre. La otra habitación contigua es la de ella precisamente. Si se le da tratamiento de juego a todo el asunto no habría que molestarse en escribir ninguna historia. Pero no se le da. O no se lo doy y punto. No era un juego. Ella me odia. Y yo… no es que la odie pero me cuesta tolerar a las personalidades violentas y agresivas cerca de mí. Es terrible tener a una persona peligrosa rondando por ahí. Y más si se trata de alguien que vive al lado tuyo, puerta con puerta. Mucho se ha dicho de las suegras y de las madrastras pero nadie ha hablado de las nueras. Pues son igual de maquiavélicas. De una malignidad profunda puedo asegurar. O si no, de un desequilibrio pronunciado. Una locura llamativa. Un desajuste alarmante. Está loca, en fin, está absoluta y completamente loca. ¿Es esto lo que ocurre? Pero también me detesta y entonces tengo que admitir, consecuencia o no, que nos detestamos. Esto es casi todo. Cuando estaba contra la puerta y su mano me apretaba con la firme convicción de un asesino o de un loco, me pregunté en qué pararía todo. Si en realidad se atrevería llegar a los extremos, al límite del no reverso. Quizás si no hubiese habido algún testigo. Quién puede asegurarlo. Pero había. Estaba mar presenciándolo todo. Aterrorizada. Fatal como siempre. Enmudecida de espanto etílico. Y la verdad es que yo también estaba muy borracha. No muy pero bastante. Lo suficiente para no asustarme demasiado. Esa no. Pero con tales reacciones no se necesita del alcohol, o en el mejor de los casos, es más prudente que la persona en cuestión permanezca lo más sobria que pueda. Más prudente para los demás. Por supuesto. Para esa lo más aconsejable sería que se controlara si estuviera en sus posibilidades lograrlo. Si no existiera la opción de coger por el cuello a la persona que les saca de quicio o las molesta, como primera demanda.  Si pudiera ser capaz de no ser tan peligrosamente histérica. Y si no tuviera tanto miedo de exponerse a los demás. He de añadir que normalmente esta persona no es afectiva nada más que con unos pocos familiares cercanos y como es lógico con su pareja. Fuera de eso, nunca deja que se le acerquen ni para el habitual saludo del beso en la mejilla y mucho menos del abrazo. 

                                                                                                                                                 
                                                                      *

Mi habitación dejó de ser la acogedora aunque caótica estancia de siempre para convertirse en un burdo campo de batalla. Pequeños vidrios dispersos por el piso hacían imposible que nuestros pies martirizados tuvieran dónde pisar. Todas las cosas que cubrían la superficie de la puerta se habían caído también al piso y por todas partes, entre las latas de cerveza vacías y los restos del whisky derramado cuando el último de los vasitos de cristal se hubo roto, se esparcía un suave perfume de cantina que evaporaba  los restos del incienso de sándalo que había encendido mar  cuando llegamos. Creo recordar que ella sostenía ese último vaso cuando decidió cogerme con la misma mano por el cuello. De alguna forma todos los vasos terminaron hechos añicos por todo el suelo. Y por supuesto que yo fui la única resultante herida. La sábana de la colchoneta cerca del balcón empezó a mancharse de sangre cada vez que pasaba por encima. Mar daba cómicos salticos para llegar a donde yo y evitar que siguiera dando paseos nerviosos por todo el cuarto. Aunque, usualmente, mi cuarto sí parece el campo abandonado no de una batalla campal sino de un concurso alcohólico. Pero no siempre. En esta ocasión había diferentes tipos de bebidas ya consumidas regadas por todas partes, confundiéndose con todo lo demás.
- Si eres de los que prefieren los espacios vacíos, en mi cuarto podrías marearte.-Le acabé de decir con una semi-sonrisa semi-histérica a mar. Los ojos se le querían salir. Pobrecilla. Pero la seguí atormentando un poquito más: -¿Sabías de dónde viene la expresión horror vacui? -y traté de que esta vez no fuera sólo la mitad lo que asomara  de mi sonrisa, menos nerviosa. –Pues de dónde salió, específicamente, no lo sé, pero viene  del manierismo, antes de barroco o si prefieres desde los nazca, en las costas peruanas, pero al sur. Yo se la levanté al Lezama cuando hablaba entre otras tantas mierdas del homo vagus inconstants no me acuerdo cuándo, o sea, dónde lo leí… Y, ¿no eran los incas los que le temían a los retratos? ¿O los mayas? Bueno, alguna cultura indígena de esas le tenía espanto a que les cogieran desprevenidos y les congelaran en un dichoso retrato; justo como ésta tipa, que no soporta que le tiren fotos y es capaz de meterte la cámara por el culo si te haces el chistoso. Sí, la muy freudiana padece miedos irracionales y conductas agresivas injustificadas, de más está decirlo. Pero mar continuaba en el mismo estado. No se había movido ni un centímetro desde que me tenía a su lado y la aprehensión de su mirada fija como un alfiler en los vidriecitos regados por todas partes era más que alarmante. Como ya yo me había tranquilizado lo suficiente, ahora la nueva preocupación de ver a mar  entumecida, congelada ahí en su inmutabilidad hermética, volvía a desestabilizarme.           
– ¡Oye! –la zarandeé un poco para reanimarla, para que por lo menos hiciera un esfuerzo en atender toda mi perorata del vago lezamiano y los aztecas anti polaroids.
Porque si mar no me escuchaba quién coño iba a hacerlo. 
                                                                                                 
                                                                         *

Durante el llamémosle enfrentamiento -sólo que además de falso no describe en absoluto lo que pasó-, la música que se esparcía por el cuarto era también la más apacible. De hecho, yo por lo menos me encontraba envuelta en ella y a lo mejor por eso me fue tan penoso defenderme. Lo único que hice fue vaciarle en la cabeza toda el agua que quedaba en uno de los pomos que aplacaban la sed estimulada por el whisky -que como ya he dicho tampoco había sido tanto-, sólo cuando quedé libre de sus manos asesinas, después de unos quizás cinco o diez segundos. No más. Y propinarle algunos pomazos también en la cabeza pero sin fuerza ninguna, ridículos y tanto que toda la escena, incluyendo la estupefacción de mar en el medio de la habitación sin atinar a moverse y yo gritándole alguna barbaridad incoherente entre pomazo y pomazo a mi declarada enemiga, en la transición del susto a la exasperación; movía más bien a risa. Y eso era precisamente lo que la chiflada aquella empezó a hacer antes de salir del todo. Después que tiré la puerta a sus espaldas no sé si siguió riéndose, pero al poco rato se apareció por el balcón como un fantasmón a mascullar alguna cosa que no entendí porque empecé a gritar de nuevo la primera cosa que se me ocurría, si no muy desconectada, lo bastante mal expresada como para que no se entendiera que me refería a algo referente al territorio propio, la violación de privacidad y otras inconexas frases que nunca terminaban en un punto aunque no estuvieran relacionadas. Terminé cerrando todas las puertas a cal y canto. ¡Qué coño! No podía sentirme segura ni siquiera a las dos horas. Así que le dije a mar que me acompañara al Oro Negro de la esquina a comprar unas cuantas bucaneros. Todavía no amanecía. Era justo este momento del que dicen que es aún más oscuro. El aire se sentía bien, se sentía bien caminar junto a mar, que insistía en no emitir palabra, por aquellas dos cuadras oscuras, loma abajo. Después de la calzada un tren rechinaba y las luces de los semáforos intermitentes pestañeaban sin parar acompasándose a la fija de los carros que esperaban pacientes a que alguna locomotora pasara de largo y los dejase continuar. Compramos seis, pero mar afortunadamente no toma cerveza. Y como estaban en su punto, casi casi congeladas, me las fui tragando de una en una y a la quinta se me empezó a olvidar todo el asunto. Y caí en una somnolencia que el suave jazz ligero y reconfortante que inundaba mi cuarto, unido al sonido constante del ventilador y la mudez persistente de mar, pronto convinieron en un apacible sueño cuando el sol todavía no empezaba a empujar inútilmente sus radiaciones contra la hermética habitación. 

                                                                                                                                                   
                                                                        *

Cuando me desperté mi testigo en mutis había desaparecido. Y no supe en primera instancia si todo habría sido parte de un sueño extraviado en la memoria. Pero después todo fue llegando en relámpagos junto a los pocos rezagos de la resaca aniquilada en las nueve o diez horas que me pasé durmiendo. Ja, con que la novia de mi hermana había querido, no, me había cogido por el cuello y permanecía seguramente bajo el mismo techo, tan tranquila. Vaya. Qué hacer. Me acordé de una conversación con mi amigo alek, acerca de las personas violentas, y se me ocurrió la imagen de un perro que está tirado en algún rincón, y no quiere ser perturbado: pero de pronto viene alguien, probablemente el dueño, y le revuelve las orejas a sabiendas de que al perro no le gusta mucho que le hagan eso cuando está tranquilo, y zas: lo muerde, a su propio dueño. Un perro no debe ser muy consciente de la responsabilidad filial ni un carajo. Por eso la mordida es para comunicarse sin dejar lugar a dudas: no me molestes. Creo que la reacción de mi cuñada fue exactamente la misma. O si no bastante parecida.
Recopilo los extractos de recuerdos que me han permitido conservar el whisky y la cerveza del día anterior. No es mucho. Pero saco a conclusión que cuando ella decidió cogerme por el cuello fue porque la molesté seguramente, no revolviéndole las orejas ni nada por el estilo, pero a lo mejor diciéndole alguna verdad muy grande. O estropeándole algo el orgullo o tocándole en algún punto agudo alguno de sus múltiples complejos. Por supuesto todo esto no es más que pura y vacía especulación. Pero se siente bien formularla, aunque sea.
La cosa había ido por aquí. Ella trataba de extraerme algún tipo de información. No sé bien qué ni con qué propósito, pero su malignidad no tiene límites así que los propósitos tampoco. Hablábamos de Freud, creo, y yo mencionaba sin mucho interés que el tipo estaba frito, que en algún momento llegó a rezagarse tanto que simplemente sus teorías llegaban a ser muy estúpidas. Por supuesto ninguna de mis propuestas estaban bien argumentadas ni mucho menos, sino más bien escupidas de cualquier forma como para ofender al más pinto. Entonces ella empezó con aquello. Algo del inicio. El inicio de todo. De dónde venía. Qué significaba. Cuando me cansé le grité que el inicio no podía existir, partiendo de que todo parte de algún lugar, en donde a su vez ya todo ha empezado; aunque esto en sí se contradecía bastante. El caso es que empezamos una discusión absurda. Y yo ya mostraba síntomas de mi acostumbrada paranoia, exaltada con el alcohol, el que tarde o temprano me la estimula: siempre hay alguien que trama algo contra mí, alguien que me quiere sacar información… y esto del método aristotélico entonces fatal para mí porque los interrogatorios son una de las cosas que más rechazo en este mundo. No tolero que alguien me cuestione mucho nada. Me pongo que crispo, y aquello de las preguntitas filosóficas se había ido un poco de las manos. Terminé expulsándola, botándola de mi cuarto. Y con todo derecho, puesto que no estábamos si no en mi espacio. Y este fue el detonador. Sacarla de ahí. De esa forma. Intentar que se fuera y no de la manera más sutil. Ya sé que no soy una autoridad en materia de diplomacia. Reconozco mi barbarie. Y a cambio obtuve otra. Quizás, pensé más tarde, lo que había tratado de hacer con eficacia era marcar de una vez el inicio de una guerra entre nosotras, definir con exactitud y para siempre la poca simpatía que hasta ese momento me(nos) había(mos) tenido. Aunque bajo aquella descarga de adrenalina se hubiera dicho que nadie podría pensar ni actuar objetivamente. Desperdicio de euforia. Pero, ¿quién había empezado?  Y aún más importante, cuándo.                       
                                 
                                                                         *

Pasaron los días. Las semanas. Los meses. Le había prometido a mar que trataría de poner en palabras escritas toda aquella historia. Si podía. Si me lograba sacar algo en claro. Aquí está mi intento. Escrito en dos largos y únicos intervalos de tiempo. Al final descarté la idea de que tuviera un plan pensado desde hacía rato para eliminarme. La de que estaba loca no. Poco después recordé algo de lo que había soñado ese día, tras las diez horas seguidas que había dormido: mi cuñada era atenta, amable, casi una persona cordial. Tomábamos té tranquilamente en mi habitación, rodeadas de música clásica y lámparas cálidas, y manteníamos una conversación de lo más afable, acerca de la ubicuidad y los egipcios, vaya a saber por qué, a mitad de una partida de ajedrez, ni muy aburrida ni muy interesante, entre mi hermana y yo. Aunque nuestros puntos de criterio eran muy diferentes todo estaba bien: ninguna levantaba demasiado la voz. Se podría pensar que era el espacio común de dos amigas, nadie lo hubiera negado. Ninguna parecía ajena a la otra. La comunicación fluía y se conectaba con todo lo demás. Nada podría haber amenazado la apacibilidad y naturalidad de tal escena. De alguna forma estaba fuera del tiempo. Y el tiempo en que transcurría a su vez era un tiempo muerto: nada empezaba y nada acababa: todo pasaba, simplemente, todo pasaba como si nada, como la cosa más normal del mundo. Esa fue, en el sueño, la última vez que nos recuerdo hablando.

Nazi

Hay un tipo muerto bajo mi mesa. Es mesa de comer, así que supongo que el nazi no puede quedarse mucho tiempo por allá bajo. Y no puedo invitarlo a cenar porque, ya se sabe, está muerto. Tampoco puedo comer con el cadáver bajo la mesa, porque la comida se llena de moscas, libélulas, y gusanos gordos y azules como el brazo de un niño recién nacido.
Todo un dilema nazi muerto bajo la mesa.
Habrá que esperar a que pase el camión de desechos a ver si logro hacerlo pasar de contrabando. No sé si pueda. Es grande y fuerte y gordo. Constituirá un excelente campo de juegos para gusanos y criaturas afines.
Habrá que hablar con los del camión. A ver que dicen. A ver si no son nazis también y corren a denunciarme a la Oficina Central. Por cualquier descuido te mandan al campo de concentración, a sembrar papas y limpiar baños gubernamentales.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, pienso. Tal vez lo del camión no sean ciegos. Tal vez sí y todo mejor, porque de esa manera puedo pasar el cadáver de contrabando sin problemas. Terminaría el nazi muerto en el basurero municipal, pasto para moscas y tábanos y gusanos gordos y azules como pesadillas de niño chiquito.
Mientras tanto, sigue bajo mi mesa. Podría enterrarlo en el patio, pero no sé si pueda arrastrar el cuerpo hasta allá. Tendría que ayudarme mi mujer. Habría que esperar hasta el anochecer, porque si te cogen enterrando un nazi a plena luz del día, te ponen una multa que no hay dios que la pague. Y si no pagas la multa, te mandan a los campos de concentración. A sembrar papas y limpiar baños gubernamentales.
Mi mujer está en el trabajo. No regresa hasta tarde. Cuando vea al nazi bajo la mesa va a poner el grito en el cielo. Va a despertar a los vecinos. Alguien va a llamar a la policía y nos va a denunciar. La cosa se va a poner mala. Voy a tener que intentar deshacerme antes del cadáver, por todos los medios. Mi mujer no quiere hacer daño, y sé que me ayudará con el entierro y todo, pero va a poner el grito en el cielo y no quiero líos con los vecinos. Mucho menos con la policía.
Si la policía viene y te coge con el cadáver de un nazi bajo la mesa puedes pasarla bastante mal. Te meten en el calabozo unos treinta días y después te mandan a proyectos de interés comunal.
En conjunto, los nazis son tipos bajos. Nocivos y despreciables. Tratan mal a los demás. Te mandan por cualquier motivo a los campos de concentración. Si te portas mal, te dan cincuenta o sesenta latigazos delante de los demás presos y, si te portas aún más mal, te meten en los hornos colectivos como pastel de navidad. Tipos malos los nazis.
Este de aquí quería llevarme a un trabajo voluntario. Le dije que no. Trató de convencerme, pero yo igual le dije que no. No quería ir a ningún trabajo voluntario. Esto constituía la situación más peligrosa del mundo: si le dices que no muchas veces a un nazi, entonces te manda como represalia a un campo de concentración. Sin darte tiempo a pensarlo, puedes acabar con cincuenta o sesenta latigazos tatuados en la espalda o, peor aún, metido en uno de esos hornos colectivos como pollo asado.
Trato de meterlo en bolsas de polietileno. No puedo. Es grande y gordo y pesa demasiado. Le aflojo el cinto y le quito todas sus condecoraciones de militar glorioso. Aún así no cabe. Tendría que picarlo en pedazos y no sé si quiera hacer eso: el riesgo es demasiado grande. Si te cogen picando a un nazi en pedazos pueden mandarte al pelotón de fusilamiento. Terminas en la Televisión Nacional, atado a uno de esos postes de madera, dos o tres balas trazadoras picándote las entrañas. Tal vez la pena sea menor si te cogen picándolo por la noche. No sé. También pueden no cogerte. Aún así, es mejor no correr riesgos. Los vecinos pueden olerse el asunto, y denunciarte a la policía. Puedes terminar pasándola verdaderamente mal.
Pongo las condecoraciones y el uniforme en una de las bolsas de basura. Aún queda espacio para más, así que pelo unas cuantas papas, las pongo a hervir, y echo las cáscaras en la bolsa.
Aún sigue quedando espacio pero, por el momento, no sé qué más echar.
Claro, también lo podría enterrar en el sótano. El suelo es de tierra blanda, y ya he enterrado cosas allá anteriormente. Cinco o seis perros que se murieron de viejos. Mi mujer no sé si habrá enterrado algo ahí. Pero si entierro al nazi en el sótano, el olor en verano será insoportable. La casa se llenará de cucarachas y otros bichos raros.
Lo mejor sería ir al supermercado para comprar bolsas más grandes. Así que allá voy y, en la sección de artículos domésticos, cojo cinco o seis bolsas talla extra porque a lo mejor una no me alcanza para el cadáver grande y gordo y fuerte; y paso por la sección de alimentos para coger también unas cuantas pechugas congeladas de pollo.
De regreso a casa pongo a descongelar las pechugas de pollo y meto al nazi muerto en una de las bolsas. Esta vez sí cabe. Me siento a esperar que vengan los de la basura. O a esperar a mi mujer. A ver quién viene.
Una de las condecoraciones ha caído al suelo. Es  una pequeña estrella de plata. Brilla en el suelo, medio oculta por la pata de la mesa. La recojo y la miro. Me la pongo en la solapa. Se ve bien. De todas formas, me la quito rápido, no vaya a ser que alguno de los vecinos me vea por la ventana o por la puerta entreabierta y me denuncie. No sé cuál pueda ser la pena máxima por usar condecoraciones de nazi muerto. Y más si el nazi en cuestión yace envuelto en una bolsa de basura bajo la mesa de comer. Podría acabar en un campo de concentración sembrando papas y limpiando baños. Podría acabar en un trabajo de interés comunal, sin opciones para salir días feriados. O en el pelotón de fusilamiento, con una mueca congelada en el rostro mientras las balas trazadoras entran una dos tres en el vientre y desgarran limpiamente las entrañas.

Raúl Flores Iriarte (La Habana, 1977)




este texto se incluye dentro del primer número de la revista literaria La Noria, presentada este jueves en La Torre de Letras por los escritores provenientes del Oriente del país José Ramón Sánchez (
Guantánamo) y Oscar Cruz (Santiago de Cuba)



 Torre de Letras, espacio de la poeta Reina María Rodríguez (Azotea del Instituto Cubano del Libro. Habana Vieja)

dos poemas de Legna Rodríguez

El mundo de los sentidos

1
Mi pubis está servido
mis labios están servidos o los objetos
y mi interior está servido
yo soy una servidora de esas que ya no quedan
y tú eres la antepenúltima carta de la baraja
(siempre hay algo peor)
lo dejo todo servido porque para comensales
se han hecho mis interiores
lo sirvo todo, abro mi sombrilla
abro los objetos que se pueden abrir
y tú cierras el cuarzo rosado porque el día luce
de manera incandescente
y tú cierras los objetos que se pueden cerrar
y yo pienso en Aristóteles
nunca tuve el placer de conocerlo pero pienso en él con ánimo
con el mismo ánimo que pienso en las anáforas
nada más cuando paso por la tienda de las joyas
me privo de pensar en Aristóteles
mi pensamiento es un solo de fagot
para los árboles del centro de la ciudad
los árboles tienen el tronco de yeso
en la tienda de las joyas una mujer vende árboles
cómo te llamas, le digo
Aristóteles, le dice.

2
Me levanto del sofá con una idea en la mente
al muchacho con nombre de muchacha
no se le ocurre ninguna idea
pero mi mente es un teléfono público mi mente está pintada con un óleo verde claro
en mi mente un arquitecto diseñó dos torres góticas
al muchacho con nombre de muchacha
le sorprenden mis ideas y mi nombre de revista
y mi pubis de revista
pero no me levanto del sofá
hasta mi mente se desune del tapón
un arquitecto empotró mis tapones en la pared de su alcoba
y las patas del sofá me preguntan por un brillo
y son cuadradas
de madera y cuadradas
verde claro y cuadradas
la idea en mi mente capta una bella escena de cine
últimamente voy mucho al cine
voy mucho al taller de crítica cinematográfica
hablo de cine
me como al cine que sabe a manteca cinematográfica
me levanto del sofá con otra idea en la mente
mato al primero que pasa
cómo te llamas, le digo
Aristóteles, me dice.

3
Hay un número singular de objetos
que pudieran darme placer
pero el placer no es cosa de darse
el placer les pertenece
a las estatuas del parque de los impropios
y a las mujeres que van al cine con una flor en la oreja
el placer también le pertenece al pájaro
la mandíbula de tu cara pudiera darme placer
u los verdes aguacates
y las frutas con forma de corazón
y las frutas con forma de palabra étnica
esa joya de bismuto pudiera darme placer
nos acostamos unidos bajo la sombra de las estatuas
una manta cubre su pecho
y otra manta cubre mi pecho
y la brisa convierte algodones en júbilo
cómo te llamas, le digo
Aristóteles, me dice.



La rueda de la fortuna


Con Galileo no puedo juntarme
ninguno de los dos sabemos trabajar
(Galileo no tiene casa y yo sembré una grosella en el patio
Pero tampoco sirvió)
Te lo dije mil veces, Galileo
que te pusieras la pulsa de Santajuanas y mates
que orinaras en mi boca cuando la luna menguara
que me dijeras que somos los sinónimos del éxtasis
pero tampoco
con Galileo no puedo ni bailar la macarena
te lo dije mil veces, Galileo
la macarena es un baile para calientes o sátiros
la macarena es el límite del amor que nos teníamos
y el amor que nos tenemos desde el tufo por la noche
un tufo a macabros huecos por donde se filtra el ámbar
y también las ambivalencias del amarillo al ceder
te lo dije mil veces, Galileo
es necesario ceder
con Galileo no puedo ceder
mañana me invitará a deslizarnos en una penca de yagua
y todo sucederá distinto a su teoría
el monte se llenará de trivialidades
y yo me desnudará dejándome solamente los zapatos ortopédicos
sin embargo las aguas oxidarán zapatos
tú te irás, Galileo
a vivir entre residuos.


Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, 1984)


estos textos se incluyen dentro del primer número de la revista literaria La Noria, presentada este jueves en La Torre de Letras por los escritores provenientes del Oriente del país José Ramón Sánchez (
Guantánamo) y Oscar Cruz (Santiago de Cuba)



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El artista tiene en venta algunas de sus piezas. Para contactar directamente con él desde La Habana: telf. fijo: (053-7)833 6983
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"De soledad humana"

Los objetos de la vida cotidiana están relacionados con todos los hábitos y las necesidades humanas que definen el comportamiento de la especia.Nosotros dejamos en lo que nos rodea recuerdos, sensaciones o nostalgias, y a nuestra clase le resulta indispensable otorgarles vida, sentido y unidad (más allá de la que ya tienen) precisamente por el grado de identificación personal que logramos con ellos; un mecanismo contra el olvido y en pos de la necesidad de dejar marca en nuestro paso por la vida.La cuestión central es, ¿Cuánto de ellos queda en nosotros? ¿Cuánto de nosotros se va con ellos? (fragmentos de la tesis de grado de Rafael Villares, San Alejandro, enero 19, 2009)

Néstor Arenas

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la mirada indescriptible de los mortalmente heridos