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Jan 10, 2009

LOS JOVENES CUBANOS DE LA CALLE G.


 

 

De:

 

Gracias por enviarme esta reseña de los "jóvenes de G", ahora le pregunto al señor Ricardo Espinosa .

 ¿ Tienen esos jóvenes cubanos otro espacio para manifestarse ?

Tenemos que respetar el espacio de otros, claro de los vecinos de G, pero tenemos que respetar a esos jóvenes  que muchos son hijos de mamá y papá como decimos los cubanos, esos jóvenes son los jóvenes de esta Cuba,  " los jóvenes de la calle G ".

Cuando estos jóvenes tengan un espacio señor Espinosa me lo dice, para saber que ya esos jóvenes tienen más libertad de expresión , claro digo " libertad artística" .

Sepa usted señor Espinosa que respeto sus palabras, pero quisiera saber donde podemos tener los jóvenes cubanos un espacio cultural para manifestar su cultura.

 

PEDRO LUIS GARCIA MACIAS.

CUDAD DE LA HABANA- EL VEDADO- CUBA.

 

 

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LA CALLE G (o Avenida de los Presidentes)

Hace ya muchos años —me atrevería a decir que unos cinco, cuando cerraron “El patio de María”, lugar en que se concentraban los rockeros— los jóvenes de la capital decidieron apropiarse de la calle G, desde 27 hasta Línea.  Caminan G arriba, G abajo, se sientan en la yerba, llenan la avenida de basura, toman ron… Son muchos, se ven en la oscuridad como sombras que pasan, la mayoría con ropa negra, cientos de jóvenes que buscan diversión a toda costa. 

Utilizan los jardines de las casas circundantes para realizar sus necesidades fisiológicas, y al otro día la calle G apesta como podrían apestar las calles de Calcuta.  No siempre son pacíficas estas reuniones, ya se han producido actos de violencia entre ellos y contra ellos, pues hay muchos delincuentes que los acechan en los lugares oscuros y se aprovechan del estado en que se encuentran para robarles.  Lo más exasperante de todo para los pobres vecinos que tienen la desgracia de vivir sobre esa linda avenida es el ruido ensordecedor que provocan.  Van con guitarras, tambores y hasta gaitas, y comienzan su fiesta sin respetar el derecho que todo ciudadano tiene al descanso tranquilo; parquean carros con la música a todo dar, y nos les importa si hay enfermos o niños en esos edificios para los que el descanso es importante, y no sólo para ellos sino para todas las familias. 

El fin de semana pasado, un grupo de estos jóvenes, con el evidente propósito de molestar, estuvieron aporreando tambores y redoblantes desde las 10 de la noche hasta las 5am.  No les bastó torturar a los vecinos frente a ellos y decidieron pasearse por todo G con su atronador sonido.  Subían y bajaban la avenida, totalmente enajenados, porque es imposible soportar un tambor y un redoblante durante tantas horas sin cansarse.  No sé cómo ellos mismos pudieron aguantar tal estrépito.  Los habitantes de los edificios colindantes con la avenida llamaron varias veces a la policía: les respondieron que ya habían sido notificados del escándalo y que una patrulla se dirigía al lugar.  La patrulla jamás llegó y en la mañana todos los vecinos estaban ojerosos y nerviosos pues les fue imposible conciliar el sueño.  Es triste pensar esto, pero si en vez de jóvenes alborotadores se reuniera un grupo de contrarrevolucionarios, el problema se solucionaría en menos de 24 horas.  En cualquier otro país se hubiera formado un Comité de Vecinos que con pancartas y altoparlantes exigirían el retorno de la paz a sus hogares. 

            La causa de este fenómeno debe buscarse en la deteriorada situación económica actual ya que los lugares en los que podrían reunirse, como son las discotecas, clubs, etc., resultan demasiado caros para sus bolsillos.  Es cierto que los jóvenes tienen derecho a divertirse pero a lo que no tienen derecho es a hacerles la vida miserable a las personas que viven en esa avenida y que ya esperan, con verdadero horror, la llegada de los viernes, sábados y domingos, que son las noches en que toman la calle por asalto.

            Pienso que se deben adoptar medidas urgentes para solucionar este problema y, si no se encuentran, brindarles “zonas de tolerancia”, o sea, lugares donde no hay edificios ni casas (como podría ser cerca del Parque Martí, en G y Malecón o el Bosque de La Habana).  Existe una ley contra el ruido y la alteración del orden público: cuando la música se pone muy alto se llama a la policía, que acude enseguida. ¿Por qué no llega cuando suceden estas alteraciones del orden público en la calle G?  ¿Por qué no se sitúan un par de policías esas noches para asegurar la tranquilidad ciudadana?  Medidas como éstas aliviarían a cientos de ciudadanos que se encuentran, literalmente, desesperados.

 

 

Ricardo Espinoza

La Habana, 5 de enero del 2009

 

 

 


2 comments:

  1. pasénse mañana por OctavoCerco para que vean lo que tiene que decir Claudia Cadelo al respecto... a mí no me dan muchas ganas de responder, por ahora...

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  2. Hola primita, que bien sigan enpujando el muro hasta que caiga en la Bahia.

    un abrazo

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